C. Tangana: más chulo que un ocho

Mal que les pese a sus detractores, fenómenos como Rosalía y C. Tangana constituyen seguramente lo mejor que le ha pasado a la música popular de este país en muchísimos años: artistas que manejan con soltura y personalidad un concepto global capaz de llegar a públicos masivos y sensibilidades muy diferentes desde planteamientos tan audaces y ambiciosos como carentes de prejuicios. Digámoslo ya sin rodeos: el espectáculo en vivo que propone Tangana, titulado con madrileña chulería ‘Sin cantar ni afinar’, raya a un nivel superlativo, de otra galaxia; una experiencia audiovisual que deja con la boca abierta.
Hay que tenerlos muy bien puestos para, en los tiempos que corren, montarse un show con tropecientos músicos: superpobladas secciones de cuerdas y vientos, guitarras eléctricas y flamencas, batería y percusiones, teclados, bases electrónicas, un montón de voces invitadas (desde Niño de Elche a Lucía y Marina Carmona, Rita Payés o La Tana). Todo ello presentado con un despliegue visual apabullante y convirtiendo el escenario en una suerte de cabaret con los músicos y cantantes sentados en mesas y un atildado camarero sirviendo copas por doquier, convertido en un protagonista más.
Y luego, por supuesto, están las canciones. Desde el sensacional electro-bolero ‘Te olvidaste’ a esa bachata del siglo XXI que es ‘Ateo’, pasando por ‘Tú me dejaste de querer’, ‘Nominao’, ‘Demasiadas mujeres’, ‘Ingobernable’, ‘Los tontos’, ‘Tranquilísimo’, ‘Muriendo de envidia’ o la rockera ‘Hong Kong’, todas ellas con abundante sustancia nutritiva, Tangana va desplazándose por múltiples caminos y vericuetos que van de la rumba y el flamenco al trap y el rap, el pasodoble y la copla, los ritmos caribeños y latinos, el pop y la electrónica, configurando una paleta sonora rica y diversa.
Quizás ni cante ni afine, pero sin duda El Madrileño anda sobrado de talento e inteligencia, y además sabe repartir juego entre sus artistas invitados para dar forma a un soberbio espectáculo que atrapa y cautiva desde el primer momento y que vale hasta el último céntimo de la entrada.