Julio José Ordovás: "Una ciudad es como un espejo roto en el que uno se mira sin verse"

Tras ‘paraíso alto’, que editó Anagrama, el escritor presenta este jueves  ‘El peatón sentimental’, un homenaje a Zaragoza. El acto será a las 19.30, en el museo Pablo Serrano.

Julio José Ordovás, en la biblioteca pública Ricardo Magdalena.
Julio José Ordovás rinde un cuidado homenaje a Zaragoza.
José Miguel Marco

Julio José Ordovás (Zaragoza, 1976) es un autor multidisciplinar: igual se siente cómodo en los dietarios, en los volúmenes abiertos y misceláneos que en los libros de viajes, en la poesía y en las novelas, como ‘El anticuerpo’ -una novela que se tradujo al inglés y al francés- y ‘Paraíso alto’, que publicó Anagrama. Y también es capaz de desarrollar su talento en las páginas de los diarios. Este jueves, a las 19.30, en el museo Pablo Serrano presenta, con Fernando Sanmartín y Aloma Rodríguez, un texto de madurez como ‘El peatón sentimental’ (Xordica), otro homenaje sentido y lúcido a Zaragoza, a la imaginación y a la literatura misma.

¿Qué ideas previas tenía en la cabeza para componer ‘El peatón sentimental’?

Este es un libro que lleva más de veinte años dando vueltas en mi cabeza. En un principio era un cuaderno de esbozos y poco a poco lo fui perfilando y ordenando las piezas del puzle.

En cierto modo, a lo largo de su obra, había recorrido muchas veces la ciudad. ¿En qué ha cambiado su mirada? ¿Ha cambiado la ciudad o ha cambiado usted?

Cambia la ciudad y cambiamos nosotros con ella, pero hay rasgos de la ciudad y rasgos nuestros que son inmutables y que para bien o para mal son los que nos definen.

Dice que Zaragoza es palimpsesto. ¿De qué materiales, de qué voces, de qué cicatrices?

Zaragoza está podrida de Historia. Camines por donde camines, mires adonde mires, te asalta una multitud de fantasmas.

¿Existía un plan de itinerario o sencillamente se dejó ir hacia los barrios, los parques, las afueras, hacia el interior o las arterias centrales como el Coso?

Nada más lejos de mi intención que hacer una guía de la ciudad. No soy un erudito local ni nada parecido. Yo quería contar la ciudad que recorro habitualmente, como Joan Colom retrató con su Leica la Barcelona por la que transitaba a diario.

¿Cómo le marca a un escritor la arquitectura de Zaragoza, el hecho de que sea una ciudad bimilenaria?

Me reconozco plenamente en la sobriedad y en la severidad de la arquitectura zaragozana, incluso en la pobreza de sus materiales.

¿Y el hecho de que tenga tres ríos: Ebro, Huerva y Gállego?

Creo que ‘El peatón sentimental’ trata, esencialmente, del paso del tiempo. Y el río no solo es una metáfora existencial sino que nos permite tener presente el paso de las estaciones, el ciclo de la Naturaleza.

¿Cómo definiría el patrimonio inmaterial de Zaragoza, qué y quiénes lo conforman?

Zaragoza no es una ciudad sombría ni cerrada sobre sí misma. Al contrario, es una ciudad abierta y luminosa. Su luz es polvorienta, como la de las ciudades del desierto, y eso es lo que la hace para mí tan atractiva.

Cuando se recorre una ciudad, tenemos muchos autores y modelos en la cabeza, desde Trapiello a Joyce, desde Vázquez Montalbán a Kafka, pero también el paseante casi ejemplar, Robert Walser. ¿Cuánto hay de ellos en usted?

Son muchos los escritores con los que estoy en deuda, pero si tuviera que señalar a uno no lo dudaría: W. G. Sebald, el autor de ‘Austerlitz’, ‘Los anillos de Saturno’...

Habla del silencio, de las cicatrices del tiempo, de las luces sobre el río. ¿Qué tipo de personalidad le confieren a la ciudad?

Zaragoza es áspera y un poco ruda. Tiene la piel de papel de lija. Pero es una ciudad ideal para caminar por ella con las manos en los bolsillos.

¿Qué le debe Zaragoza al cierzo?

El azul purísimo del cielo y cierto fruncimiento de ceño que nos caracteriza a los zaragozanos.

El texto, en buena parte apareció en el periódico, en HERALDO, ¿conlleva eso una exigencia de claridad, de emoción, de confidencia, de vivencia interior? Y

o no soy un escritor de periódicos sino un escritor en periódicos. El periódico me sirve para no perder de vista al lector y para que el lector tampoco me pierda de vista.

¿Qué le incomoda de Zaragoza?

Pocas cosas, la verdad. La acepto como es y ella me acepta a mí como soy. Hemos tenido nuestros desencuentros, pero ahora somos una pareja bien avenida.

¿Qué tiene Zaragoza de París, de Berlín, de Nueva York, de Venecia, qué quiere decir cuando afirmas que en "su ciudad están todas las ciudades del mundo"?

Todas las ciudades son la misma ciudad como todos los hombres somos el mismo hombre. Una ciudad es como un espejo roto en el que a menudo uno se mira sin verse y se busca sin encontrarse.

Estilísticamente, sin renunciar a la metáfora y a la intuición, usa mucho la enumeración. ¿Escribir, de entrada, es aprender a ver para contar?

Pla decía que describir es infinitamente más difícil que opinar, en vista de lo cual todo el mundo opina. Yo cada vez procuro opinar menos y describir más.

¿En qué sentido sería Zaragoza una ciudad literaria?

Zaragoza, como cualquier otra ciudad, es un género literario en sí misma. En los últimos años, escribir sobre Zaragoza con naturalidad se ha normalizado, y los escritores la llaman por su nombre y no la encubren bajo oscuros y terribles nombres literarios como Meterra ni proyectan en ella sus frustraciones personales, aunque cada uno es hijo de su tiempo y la Zaragoza de hoy no es la del franquismo.

¿Cómo conviven en Julio José Ordovás el poeta y el prosista?

Huyo de la afectación y del engolamiento e intento evitar los excesos líricos, aunque no siempre lo consigo.

Usted también es un escritor de ficciones, un novelista. ¿Qué hay de novela protagonizada por Zaragoza, esa dama incierta, en ‘El peatón sentimental’?

Lo que yo he pretendido con mi libro ha sido incardinar un relato personal en un relato colectivo. Eso es todo. 

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