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Morir viviendo. Ángel Guinda: una vida ávida

Retrato del "poeta más relevante de nuestro tiempo en Aragón" y "una de las voces más amplias y significativas de las letras hispánicas"

Ángel Guinda ha firmado más de una treintena de libros.
Ángel Guinda ha firmado más de una treintena de libros.
Aránzazu Navarro/Heraldo.

Ángel Guinda, narrando su llegada a este mundo, formulaba la tragedia del parto con un epigrama rotundo en el que el oxímoron obraba su magia: “nací matando”. Ese pozo de negrura le habitaba muy hondo en los ojos, en las entrañas y (pienso ahora), tal vez haya sido la tinta que ha ido borrando con su cáncer negro a aquel poeta que debutara con Vida ávida y que, para mí, además de representar la imagen del maestro, también me evocaba una encarnación de Baco (en el mejor de los sentidos) pues el olímpico es el libertador, un dios de las representación y la musicalidad…, pero también un trasgresor: un dios enloquecedor y festivo.

La obra de Guinda —caracterizada por la lucidez de sus versos, el inteligente juego desde el lenguaje, lo impoluto de su factura, la curiosidad inacabable, la introspección vital y la certera aproximación de sus apuestas a los temas y momentos históricos en que sus textos vieron la luz— lo abarca todo en poesía: la traducción, la corrección detallista, el manifiesto, la edición, el ensayo y la crítica literaria, ha sido antólogo y de su puño se nos ha dado una valiosa composición propia que habría de clasificarse como clasicismo de vanguardia y que ha tocado todos los temas y formas: desde la poesía amorosa a la denuncia social, del aforismo al cómic…, siendo el poeta más relevante de nuestro tiempo en Aragón e, incontestablemente, una de las voces más amplias y significativas de las letras hispánicas. Su repercusión nacional tal vez se haya visto atenuada por su irrenunciable apuesta por Olifante, editorial en la que se ha impreso la mayor y mejor parte de su obra, habiendo declinado propuestas más mediáticas. 

La obra de Guinda lo abarca todo en poesía: la traducción, la corrección detallista, el manifiesto, la edición, el ensayo y la crítica literaria

Y es que Ángel era la celebración de la poesía, de la creación, y no quería verse emancipado de aquellos con los que compartía camino. Así, además de a su primera editora, Trinidad Ruiz Marcellán, fue fiel a las fotografías de Columna Villarroya, a su adlátere literario, Agustín Porras, a su mujer Raquel y a todos y cada uno de quienes nombraba con cariño y socarronería “hermaños”, extendiendo la poesía por donde iba, generando un diálogo intergeneracional e internacional, pues convivió con sus mayores y los autores de su generación, pero también con los que vinimos detrás, con infinidad de voces extranjeras y aún con los últimos recién llegados, como Celia Carrasco, a la que tanto admiraba.

Autor de casi una treintena de poemarios, ensayos, manifiestos..., ocho traducciones del portugués, catalán e italiano, firmó cinco antologías y una cantidad ingente de artículos, de los cuales unos 200 vieron la luz en estas mismas páginas de Heraldo de Aragón. Ángel Guinda, erudito, gran poeta, amigo por antonomasia, coautor de la letra del Himno de Aragón junto a Ildefonso-Manuel Gil, Rosendo Tello y Manuel Vilas, lo ha sido todo en nuestras letras, lo es todo, pues cuando una voz tan alta se apaga, enciende su eco en las nuestras con el renacer en su lectura.

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