Guinda, el poeta
Ángel Guinda vivió ávidamente por y para la poesía. Poeta esencial y existencial, una dualidad que en él se hizo unitaria, omnicomprensiva, totalizadora. Signado por la muerte desde su principio, la conciencia del fin fue omnipresente en su obra. La muerte fue su tiempo y su espacio, y desde ella le fue posible acercarse a la realidad, que también era poética. Porque todo convergía en la poesía. Lo leyó todo, para aprender a sustanciar su propio mundo poético. Lo experimentó casi todo, para fundamentar su propia realidad, que no era la de nadie, sino solo suya, la palabra que explicase su misma condición, poética y humana. Porque la vida era poesía, y la poesía era vida. Poesía ávida y vida ávida. Porque el tiempo no nos pertenece, y la vida, que es tiempo, tampoco. Solo nos queda un espacio, que es el de los afectos, y en ellos se volcó el poeta y el hombre. Siempre recordaremos su abrazo.