Manuel Martín Cuenca: "Intento hacer el cine que me gusta ver como espectador"

El cineasta, que en sus inicios fue ayudante de dirección con Borau, estuvo este miércoles en Zaragoza para presentar su última película, 'La hija'.

Manuel Martín Cuenca, director de cine, este miércoles en los Cines Aragonia, en Zaragoza.
Manuel Martín Cuenca, director de cine, este miércoles en los Cines Aragonia, en Zaragoza.
Francisco Jiménez

¿Cómo está siendo la reacción de los espectadores que ven ‘La hija’?

La reacción del público es muy buena. Estoy muy contento de lo que me está llegando y de lo que veo en los encuentros que tengo con el público. Es una película que mantiene, sobre todo en la última parte, en el colofón de la historia, al espectador muy agarrado y con mucho desasosiego, como debe hacer un ‘thriller’. Además, se está manteniendo la película en casi todas las salas, en donde estrenamos hace dos semanas, así que contento.

¿Y contento con los críticos?

Sí, desde luego, la crítica me ha tratado muy bien. La verdad es que a mí siempre me ha apoyado mucho la crítica, tengo mucha suerte en ese sentido. En general, tengo buenas críticas y algunas muy buenas. Y en ‘La hija’ ha habido bastante consenso, creo haber tenido incluso mejores críticas que con ‘El autor’. Es una sensación, aunque tampoco las leo todas.

¿Le preocupa la crítica?

Sí me preocupa, decir lo contrario sería faltar a la verdad. A cualquier cineasta le preocupa lo que diga la crítica, sobre todo porque es importante a la hora de situar la película. Además, hay también cierta crítica muy útil que te puede incluso ayudar a ver los errores que hayas podido cometer, que te puede enseñar. El diálogo entre la crítica y los cineastas es bueno. Y como también soy productor, como no es una película de las que atraen a las masas a priori, lo que dicen de la película los críticos y el boca a boca hacen que vaya más o menos gente a verla.

¿Se enmarca ‘La hija’ en su cine habitual?

Me resulta curioso porque no soy muy reflexivo sobre mi propio trabajo y, de hecho, me va sorprendiendo lo que van diciendo de mis películas, como que tienen un sello o algo así.

Que se sale de la norma, se dice.

Sí, que me salgo de la norma y cosas por el estilo. Yo sí siento que hago un cine que no es tan complaciente como otro tipo de cine con el espectador. Sí, que me salgo de la norma y cosas por el estilo. Hombre, yo sí siento que hago un cine que no es tan complaciente como otro tipo de cine con el espectador. Es un cine que trata de remover conciencias, de conmover, de agitar un poco la coctelera. Como cineasta, soy el hijo del espectador, me gusta hacer el cine que a mí me gustaba cuando iba de espectador a las salas cuando era joven.

¿Hace las películas que le gustaría ver en pantalla?

Sí, al menos lo intento, siempre sabiendo el estilo y las limitaciones que uno tiene. No siempre haces el cine que quisieras hacer sino que haces el cine que te sale, dentro del marco de tu personalidad y tu formación. Sí que me gusta un cine que de alguna manera se sale, que saca un poco los pies del tiesto, que no está hecho con tiralíneas. Yo veo que hay mucho cine que está hecho con escuadra y cartabón, un cine que no asume riesgos, que solo intenta dar a los espectadores lo que ellos quieren. Ahí sí que es verdad que intento hacer algo fuera de los márgenes más industriales y de hacer un cine menos complaciente.

En sus comienzos trabajó con el aragonés José Luis Borau.

Yo llevo 33 años trabajando en el cine y empecé de auxiliar de dirección, hice carrera como técnico de cine. De ahí pasé a segundo ayudante, script, primer ayudante de dirección y director de castin, además de pequeñas colaboraciones en montaje, etcétera. Y, entre otras cosas, fui ayudante de dirección de José Luis Borau, en ‘Niño nadie’, su penúltima película, que fue muy último trabajo como ayudante de dirección.

¿Cómo era Borau como director?

Para mí, que estaba en pleno proceso de aprendizaje, significó mucho que me llamara para ser su ayudante. Era muy sabio y ponía toda su pasión en cada película que hacía. Dirigía de una manera muy especial, era muy irreverente en la toma de planos, en la dirección de actores. Tenía un universo muy personal y singular. Es lo que yo echo en falta en cineastas actuales. Borau era el tipo de cineasta que hacía un cine que no hace nadie, no se atenía a las reglas.

¿Le influyó entonces su forma de hacer cine?

Sí, desde luego. Me acuerdo que él se levantaba muy temprano y a las seis de la mañana ya estábamos planificando el rodaje. Siempre me decía que “los que llegan tarde acaban mal”. También decía que él cada día llegaba al rodaje y fracasaba porque la película que había soñado siempre era mucho mejor porque enfrentarse al rodaje era muy complicado. Aunque también decía que, a veces, se cumplía el sueño y conseguía rodar algo mejor.

¿Cómo era como persona?

Era muy tierno, era como un niño grande. Cuando se enfadaba cuando no conseguía algo, inspiraba más ternura que miedo.

¿Cómo ve el futuro del cine con el auge de las plataformas y las nuevas tecnologías?

Yo creo que está ligado a algo más grande. Las tecnologías están generando una gran distancia social entre los grupos humanos y un enganche directo con los aparatos tecnológicos que me resulta bastante inquietante. Esta distancia social es muy cómoda pero produce a la vez un enorme aislamiento intelectual y emocional respecto a otros seres humanos. El cine y otras manifestaciones artísticas, como el teatro, es un encuentro con otros seres humanos, y con esas tecnologías hay menos experiencia, y siempre he creído que el conocimiento está unido a una cierta experiencia física y emocional. Eso es conocimiento verdadero, lo otro es pura información, datos puros y duros, pero nosotros no almacenamos simplemente datos, somos seres humanos, no somos máquinas. Nuestra memoria y nuestro conocimiento tienen que ver con las emociones y no somos un disco duro. La experiencia de conocimiento que te produce una película que tú ves en un aparato tecnológico, la huella emocional que te deja es mínima por no decir nula. Yo entiendo el cine como un encuentro y como un viaje de conocimento, están vaciando el sentido del cine, como están vaciando el sentido del arte. Todo esto del mundo virtual me produce mucha inquietud porque es un mundo para el que los seres humanos no estamos diseñados, aunque también es verdad que esto no hay quien lo pare. Yo intentaré seguir haciendo el cine de la manera artesanal que a mí me gusta hasta que pueda..

¿Qué película le gustaría hacer?

Me gustaría hacer una película sin guión. Sería en un lugar en la sierra de Jaén, en la sierra de Segura, siguiendo la trashumancia desde los campos de Hernán Perea hasta la sierra de Ronda. Una película con actores metidos en todo eso pero sin guión, improvisando durante meses con un pequeño equipo de rodaje.

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