POESÍA. OCIO Y CULTURA

Ángel Gracia: "Quería mostrar a mis hijos el amor a Aragón a través de sus figuras iconoclastas"

El poeta y narrador gana el premio Isabel de Portugal con 'Larga noche de las apariciones'. HERALDO.ES avanza tres poemas del libro inédito 

Ángel Gracia se despoja de su yo y construye la intimidad de figuras de Aragón.
Ángel Gracia se despoja de su yo y construye la intimidad de figuras de Aragón.
Guillermo Mestre.

El poeta, narrador y columnista de HERALDO Ángel Gracia (Zaragoza, 1970) es el ganador del premio de poesía Isabel de Portugal, que concede anualmente la Diputación de Zaragoza, con ‘Larga noche de las apariciones’, un libro que puede leerse como una historia de Aragón de personajes iconoclastas, ‘contada’ por ellos mismos a través del monólogo, del poema en verso y prosa y del aforismo. “Es un libro dedicado a mis hijos Lorién y Candela: quería mostrarles el amor a Aragón, al territorio a través del amor a una serie de figuras que me han marcado de formas muy diferentes. De algunos, como Sergio Algora, he sido muy amigo, y a otros, como Víctor Mira y Manuel Estevan, los conocí fugazmente pero no he dejado de seguirlos siempre”, explica Ángel Gracia. 

Compuesto por el escritor y bibliófilo Pepe Melero, la editora y poeta Reyes Guillén y el poeta y narrador Miguel Serrano, último ganador del galardón, el jurado destaca que la obra “da voz y vida a figuras aragonesas de notoriedad y a otras que no tienen el reconocimiento que merecen”. El galardón está dotado con 5.000 euros y en esta XXXI edición ha incrementado notablemente su dotación.

El poeta está muy feliz por el galardón: lo ha ganado dos veces más, con ‘Valhondo’ (2003) y con ‘Alumbres’ (2019). “Me he vuelto a presentar porque este es un libro muy aragonés, en el que voy de lo local a lo universal, donde mi yo desaparece, porque entendía que este es un poemario para una editorial aragonesa”, señala. Dice algo más: “Tengo que la sensación de que este es mi libro más maduro y más importante, que hay un cambio. He querido rendir homenaje, también, a personajes que no son de aquí y que se han volcado y han creado en Aragón: pienso en Antonio Fernández Molina o Philip West, por poner dos ejemplos”, indica. De Fernández Molina, Libros del Innombrable acaba de reeditar su novela ‘Solo de trompeta’, y West fue un pintor surrealista que se instaló en Zaragoza y viajó a Venezuela, donde también dejó una gran huella.

“He escrito una poesía distinta, más variada, despojada del yo, en la que hablan los autores, aunque al final sea yo quien escriba y les manifieste mi respeto y mi gratitud”

¿Quiénes son los restantes personajes? Ángel Gracia dice que su ‘museo de apariciones’ va desde un monje medieval hasta el poeta Luis Ram de Viu, retrata en clave irónica al autor de ‘Flores de muerto’, Miguel Labordeta, del que reescribe un poema suyo, la filóloga y bibliotecaria María Moliner, la alcaldesa María Domínguez, las pioneras de la escritura de mujer Isabel de Rodas y Ana Abarca de Bolea, Luis Buñuel, al que pondera como "el más grande y más genial", o las ya citados Algora, Mira, Fernández Molina o Estevan, entre otros. “He escrito una poesía distinta, más variada, despojada del yo, en la que hablan los autores, aunque al final sea yo quien escriba y les manifieste mi respeto y mi gratitud”, concluye.

Ángel Gracia es el autor de libros tan poderosos como 'Campo rojo' y 'El silencio y su canción'.
Ángel Gracia es el autor de libros tan poderosos como 'Campo rojo' y 'El silencio y su canción'.
Guillermo Mestre.

Ángel Gracia es, además de poeta, autor de libros de viaje en bici, ‘Destino y trazo. En bici por Aragón’ (Comuniter, 2009), una colección de textos que publicó en buena parte en HERALDO, y de tres novelas: ‘Pastoral’ (Prames, 2007), ‘Campo rojo’ (Candaya, 2015) y ‘El silencio y su canción’ (Pregunta, 2020).   

TRES POEMAS INÉDITOS

MANUSCRITO DEL OLVIDO (MONASTERIO DE CASBAS)

[“Vienes a darme / la vuelta al manuscrito del olvido / porque es ya despertar, hora temprana”.

Ana Francisca Abarca de Bolea]

Rezo a la medianoche que une la luna al cuerpo,

al día doloroso que labra nuestros surcos,

al silencio de los huesos en el sacro campo.

Rezo al rayo caído,

a las centellas que languidecen en sus celdas,

a los haces subterráneos de la mente.

Encerrada en el aire entre los muros,

solo respiro la lluvia, la perenne escarcha,

respiro el viento que silba las borradas sílabas,

los árboles que brotan en el aire,

Habito la sombra de la nube,

el intersticio entre la mano y el sol.

Hacia la ceniza el reloj de Dios

avanza, y yo rezo por él y contra él.

Soy piedra de páramo, montaña sin unción,

soy manantial de nada.

Rezo por mí y a mí misma me deshago.

Rezo a la luz que hay en nosotras,

hermanas amparadas por el relámpago,

huérfanas del altar vacío.

Yacemos ciegas en el desierto blanco,

somos briznas que entran en el sol.

Arde el universo en el mismo pecho.

Ninguna de nosotras está sola:

nuestros rostros se dibujan

en los cuerpos celestes.

MARÍA DOMÍNGUEZ ANTE EL PELOTÓN DE FUSILAMIENTO

Sé que mis manos pronto escribirán en el aire,

que mis pasos serán senderos entre las nubes,

que mi cuerpo temblará bajo el rayo.

A los que me abandonaron siempre amé,

odio no cabe en un corazón que se ha parado.

Los vates su muerte murmuran y vaticinan.

Las no poetas estallamos en palabras mudas.

Mi tierra es el camino de paisanos

que va de la letra marcada al borroso horizonte.

Ninguna mirada asesina les va a quitar

su conciencia de hojas del mismo árbol,

no les arrancará su río íntimo de escarcha.

El deber de ser humano me llevó a luchar

por el conocimiento compartido

y por nuestra felicidad terrestre.

Si debo morir para que las gentes

vivan en unión y equilibrio de alegres ramas,

aquí estoy.

MANUEL ESTEVAN SE DESPIDE

Respiramos la vida

sin comprender su aliento.

Nada más nacer,

la bondad del árbol

amansa el relámpago

en nuestro tronco hueco.

Somos un coro de cantinela.

Trazamos los mismos surcos.

Blanqueamos la misma alma.

Arañamos la misma tumba.

Encadenados a la condena del tiempo,

envejecemos golpeando la piedra

de nuestro cerebro abisal.

Hechos de hueso y de sudor,

bailamos hacia el abismo.

Todo lo que decimos a dios

estaba escrito en nuestras manos recién nacidas.

Respiramos la muerte

sin comprender su aliento.

Ángel Gracia

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