ZARAGOZA. «Llevábamos 26 libros escritos al alimón, pero jamás de ficción, y decidimos probar. Teníamos toda la documentación de Mariano Gavín, el bandido ‘Cucaracha’, cuya leyenda está muy viva en los Monegros, pero no en España, y nos apeteció convertirlo en novela», explican José Antonio Adell y Celedonio García, que presentan a las 19.00 en Sariñena, en la sala El Molino, ‘Cucaracha, el bandolero’ (Pirineo). Adell & García han seguido buscando datos del hombre que nació en Alcubierre en 1838 y murió en una escaramuza con la Guardia Civil el 28 de febrero de 1875 a los 37 años.

«Él fue tan famoso en su época como Curro Jiménez, Perniles, Pepa a Loba o Mamede Casanova. Era el bandido de los Monegros, que fue rescatado por Los Titiriteros de Binéfar y lo convirtieron en un espectáculo en el que cada escena está muy novelada», añade Celedonio.

Los autores han querido romper con el orden cronológico. Hay como dos acciones: una transcurre en varios capítulos el 27 de febrero, la noche anterior a su muerte, cuando la Guardia Civil prepara la escaramuza, y otra que recorren su biografía: su resistencia a los terratenientes en un clima de pobreza y de explotación, sus crímenes, sus amores con Jobita Amador, con quien se casó, y con otras, «sus rasgos de nobleza: ayuda a veces a la gente que lo necesita, y todo eso abona el mito», matiza Adell.

«La hemeroteca es una fuente tremenda y a ello se suma que nosotros recorrimos toda la provincia de Huesca. Por lo tanto teníamos una gran base para documentar sus aventuras, algunos crímenes, sus picardías, la nómina de seguidores, que fueron más de 50, y sus gavillas», dice Celedonio García, que recuerda que se crió en los Monegros, en San Lorenzo del Flumen, en Lalueza, y que aquí «se mezcla la tradición oral y la realidad en torno a él».

Los autores cuentan cómo se forma la banda del Cerrudo de Lalueza, como lo llamaban; lo acusaron del crimen del cura de Capdesaso, al que mataron para robar lo que había ganado en el juego en un bar… Lo encarcelaron, salió, luego robó corderos y cometió sus dos primeros crímenes de sangre. «Era respetuoso, mató en enfrentamientos, pero a las mujeres ni tocarlas: no dejaba ni que las secuestraran. Era un rasgo que tenía», dice Adell.

Estaba muy bien informado y «se gastaba más de tres mil reales diarios en pagar a confidentes porque controlaba los negocios de todo el mundo para robar por la noche», concluye García, y recuerda que ese personaje, con algunos atletas, era el que más habían estudiado en sus trabajos en colaboración.

A. C.