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Javier Lacruz: "Jugar es el acto más básico y común de la existencia humana"

El psiquiatra, escritor y coleccionista de arte publica 'El juego espontáneo', un volumen de conocimientos transversales con diseño de Isidro Ferrer

Javier Lacruz publica 'El juego espontáneo'.
Javier Lacruz explica un cuadro de Manuel Viola en el Palacio de Sástago.
José Miguel Marco.

Javier Lacruz Navas (Zaragoza, 1956) es psiquiatra, coleccionista y de arte y escritor. Es autor de libros como ‘El grupo de Trama’ (Mira editores, 2002 y 2003), ‘Donald Winnicott: vocabulario esencial’ (Mira, 2011), ‘Manuel Viola. Entre la luz y la tiniebla’ (Cierzo, 2014). Ahora publica otro trabajo tan ambicioso como impresionante: ‘El juego espontáneo’ (Editorial Cierzo, 500 páginas), cuyos capítulos son casi proclamas: Jugar es un fenómeno universal; jugar es un modelo de comunicación; jugar determina la experiencia cultural; jugar es una forma básica de vida. El libro se presenta el miércoles 24, a las 18.30, en la sede de Caja Rural (Plaza de España con el Coso).

Todos sus libros son complejos, auténticos viajes donde se mezclan la erudición, la reflexión y la búsqueda… ¿se siente así definido?

El envite consiste en saber mantener esa tensión entre lo sencillo y lo complejo. Hoy en día, al escribir, es obligado hacer sencillo lo complejo; ya nos tragamos en los setenta bastantes textos indigestos, jergas esotéricas e imposturas teóricas. En perspectiva, observo que todos mis textos tienen un común denominador: todos tienen su importancia o interés propio, pero por una u otra circunstancia habían sido desatendidos. En arte, por orden de aparición, son ‘El grupo de Trama’, ‘Equipo Realidad’ y ‘Manuel Viola’. En psiquiatría, 'Donald Winnicott: vocabulario esencial' y ahora 'El juego espontáneo'. Los Trama fueron decisivos en la abstracción de los 70; se hablaba solo de Equipo Crónica, pero ambos equipos eran como The Beatles y los Rolling; Viola estuvo en el POUM y fue un ‘résistant’, estuvo diez años pegando tiros, y la izquierda de salón (Caballero Bonald a la cabeza) lo despreció. En España se lee a Lacan, pero Winnicott es imprescindible en el mundo anglosajón… El tópico impera. Pero sí, son aventuras, viajes muy fructíferos.

¿Qué significa para usted la complejidad? ¿Cómo conviven complejidad y pasión?

En puridad, soy poco apasionado. Ahora bien, en cada libro –en la vida, en la consulta– me involucro hasta ‘mancharme’, como decía Gabriel Celaya. Es un modo de ser y no sé hacerlo de otra forma. Camino con dos apoyos: la curiosidad y la constancia. Para la tarea, para los que no tenemos mucho talento, conviene pico y pala. Sin ánimo pedante, me interesa el ‘Fedro’ de Platón, lo uno y lo múltiple. Si se entendiese más lo ‘igual distinto’ mejor nos iría.

"Camino con dos apoyos: la curiosidad y la constancia. Para la tarea, para los que no tenemos mucho talento, conviene pico y pala"

¿Qué quería hacer con ‘El juego espontáneo’, de qué ideas partió?

El libro surge de la necesidad de expresar mi propia voz en psiquiatría. En suma, es el libro que me hubiera gustado leer al comienzo de mi formación en psiquiatría y en psicoanálisis. Habla de la psicopatología de la vida cotidiana. De la condición humana. El articulador es el juego, o mejor, el jugar. El hecho de jugar cada uno la partida de su propia vida: su proyecto existencial. De ahí el subtítulo: ‘La audacia de la vida. La gratitud por la existencia’. En él hilvano el juego con la creatividad, la vida, la identidad, la salud y la cultura. Hablo de diversos tipos de juegos: del lenguaje, del poder, del juego identitario…, del juego terapéutico. Es, creo, un enfoque nuevo, una nueva vía de la psico(pato)logía, distante y distinta del de la psiquiatría oficial, más atenta a la estadística, a los psicofármacos, a los DSM y a los convites de los laboratorios farmacéuticos. También sé lo que no es: no es un libro sobre los juegos. No es un libro de los llamados de autoayuda. No es un libro sobre la felicidad. No es un libro de pensamiento positivo, ‘mindfulness’ o afines. En definitiva, escribo, como decía Nietzsche en ‘Ecce Homo’, para que no me confundan.

¿En qué medida es un libro objeto?

Está bien observado. El diseño, magnífico, es de Isidro Ferrer. La portada conecta con el cuento de Baudelaire, ‘Moral del juguete’; el diseño gráfico del interior es un juego tipográfico que me recuerda al ‘nonsense’ de Carroll... Un lujo de colaboración. El prólogo de Gabriel Albiac es brutal. Dos apuntes: "Jugamos. Es decir, vivimos. No hay alternativa a ese horizonte. Solo la muerte cierra todas las partidas"; "El juego es lo único importante porque es lo único que permite a un hombre sobrevivir a su angustia". El libro trata de ser un objeto vivo. Es también algo ‘magritteano’: ‘Esto no es un libro’.

¿Siempre ha querido que fuese un libro tan transversal, que aspirase a la totalidad?

En el siglo XXI no se puede escribir de psico(pato)logía –la grafía es de mi maestro Castilla del Pino– sin tener en cuenta a la filosofía, el psicoanálisis, la literatura, el arte, la antropología… Esto deshilacha las costuras de la tendencia dominante de la psiquiatría actual, reduccionista, cuya ecuación obedece a la tríada síntoma, diagnóstico y pastilla. Me interesa la subjetividad del sujeto, el deseo, la transferencia… Si la fórmula es: "El amor es química", ¿debo decir a mi pareja: "Amor, vamos a hacernos un enlace covalente"? Ahora todo parece que solo puede ser ‘biomédico’, pero en nuestra profesión aún perdura –afortunadamente– la humanística, la Otra psiquiatría, etc. La preterición de la palabra sobre el fármaco.

¿Qué es el juego, qué nos da, cómo lo buscamos?

 Jugar es el acto más básico y común de la existencia humana. Me apoyaré en una cita de autoridad. F. Schiller dice: "El hombre solo juega cuando es humano en la acepción plena del término y solo es plenamente humano cuando juega". Jugamos desde la cuna hasta el final. Yo hablo del ‘juego espontáneo’, de la naturalidad frente a la rigidez o la impostura narcisista. El trípode de mi trabajo se sustenta en Winnicott, Huizinga y Nietzsche. El juego es un articulador, un médium, un lubricante. Es definitivo el pensamiento de Nietzsche: "El niño cuando juega, para divertirse tiene que jugar en serio". Habla de la seriedad, del rigor del juego, para poder divertirse. Jugar significa conservar al niño que llevamos dentro. Sin capacidad o motivación arruinamos el juego. La vida es biología, la existencia biografía.

Lleva un lustro casi, o sin casi, trabajando en el libro. ¿Qué nos aporta ahora, en un momento tan convulso?

Sí, creo que toda mi vida. Todo libro es un compendio de ideas recibidas, nada se crea ‘ex novo’. Winnicott habla de lo ‘creado de nuevo’. Crear y recrear. Lo mío es dar cuerpo y forma a la idea de juego, de jugar como ‘riqueza psíquica’. Lewis Carroll apunta: "Juguemos a que existe alguna manera de atravesar el espejo". De eso se trata: de atravesar la realidad externa, fáctica y adentrarnos en la realidad interna, de la fantasía. Winnicott habla de un ‘espacio transicional’, que no es externo ni interno, sino que participa de ambos registros. En definitiva, la vida consiste en compartir, no de competir, por mucho que insistan.

"De eso se trata: de atravesar la realidad externa, fáctica y adentrarnos en la realidad interna, de la fantasía. Winnicott habla de un ‘espacio transicional’, que no es externo ni interno, sino que participa de ambos registros"

Cada capítulo comienza con una cita célebre, nada ociosa, diría, y concluye con otra sugerencia literaria. ¿Por qué?

En efecto, cada uno se abre con un ‘snack’, con un aperitivo (sobre Szasz, Céline, Diógenes, Manzoni, Spinoza, etc.) y se cierra con un análisis literario (de la vida de Cravan, el monstruo de Frankenstein, El capitán Ahab, etc.). Es un poco como 'Rayuela' de Cortázar, se puede empezar (a jugar) por donde el lector quiera. Y sí, hablo de la solitud y la soledad, del nacimiento y muerte, de la vida y la no vida… En este caso del Bartleby. Hay un ‘Aún aprendo’, homenaje a Goya, donde describo el proceso de trabajo con Albiac y Ferrer. Y un glosario de autores y de términos para que no acudan a la Wikipedia, para que el propio libro sea, en palabras de T. S. Eliot, un “hogar como punto de partida”.

Tengo la sensación de que en los últimos años se ha reivindicado especialmente el juego. Y los juegos. ¿Por qué? ¿Es más necesario que nunca el juego?

Sin ánimo de hacer un mal chiste, deben ser los de las casas de apuestas…. No son juego, son apuestas. El jugar y el humor es lo que nos salva de la estupidez humana. Prefiero leer a Max Aub y su magnífico libro Trampas.

"La clave de la vida consiste en reconocernos perfectibles, no perfectos; sabernos débiles, sin debilitarnos; sentirnos frágiles, sin rompernos"

Como siempre en el libro hay porciones de autobiografía… ¿Cuál es la importancia del sujeto Javier Lacruz aquí?

Es inevitable. Uno se escribe a sí mismo y desde sí mismo, como el ouroboros, pero sin cierre narcisista, que sería la catástrofe existencial. La clave de la vida consiste en reconocernos perfectibles, no perfectos; sabernos débiles, sin debilitarnos; sentirnos frágiles, sin rompernos. Lugo están tus maestros: Castilla del Pino, León Grinberg, los Bleichmar… y tantos autores y con tantos nutrientes. Y también, los pacientes, que son los señaladores de caminos. La gratitud que les debemos es infinita: pagan por enseñarnos. A mis hijos y a ellos está dedicado ‘El juego espontáneo’.

LA FICHA

'El juego espontáneo'. Javier Lacruz Navas. Portada y diseño: Isidro Ferrer. Prólogo: Gabriel Albiac. Editorial Cierzo. Zaragoza, 2021. 500 páginas. [Presentación: miércoles, 24, a las 18.30... Salón de actos de Caja Rural. ]

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