UNA OBRA CAPITAL

'La saeta', de Viola, en la colección De Pictura

El director artístico Javier Lacruz dice que la obra de 1958 "es un grito de libertad" que determinó el ingreso del pintor en 'El Paso'.

'La saeta', de Viola, en la colección De Pictura
'La saeta', de Viola, en la colección De Pictura

La colección 'De Pictura', cuyo director artístico es el psiquiatra, colaborador de HERALDO e historiador del arte Javier Lacruz Navas (Zaragoza, 1956), acaba de incorporar a su colección uno de los cuadros capitales de Manuel Viola (1916-1987): 'La saeta' (162 x 97 centímetros), una pieza que "es un grito de libertad, de pulsión de vida, un desgarro, el cuadro homónimo de 'El grito' de Antonio Saura, homónimo y a la vez el contrapunto", que fue realizado en 1958, tras la visita del pintor zaragozano a la Semana Santa de Cuenca.

Tocar el cielo con el arte

Con la adquisición de la obra para la colección 'De Pictura', Javier Lacruz cumple un viejo deseo y destierra una frustración de juventud. "Para mí, para nosotros [y alude al otro responsable de la colección: Mariano Yera], tener esta pieza es como tocar el cielo. Cuando fundamos la colección en 1999 no queríamos tener una sola obra importante de un artista, sino varias. En esa dirección hemos trabajado y hemos comprado muchos lienzos. Y en nuestra colección tenemos piezas de Viola tan importantes como 'Semana Santa', que es la obra que hace par con 'La saeta', 'Camino incierto', 'Sueño goyesco', la pieza de Viola preferida por Antonio Saura, 'Rebolera' y 'Don Quijote", señala Javier Lacruz.

El coleccionista recuerda que el próximo 21 de abril, en las salas de la Diputación de Huesca, se inaugurará la muestra 'Historias de España' con una treintena de obras de su colección, y entre ellas estará 'La saeta', que fue el cuadro que llevó a Manuel Viola a ingresar en 'El Paso'.

Javier Lacruz, educado al calor del galerista Víctor Bailo y del pintor José Orús, evoca su primer encuentro con Manuel Viola, con motivo de la exposición antológica de 1972 en la Lonja. "Mi padre lo conocía mucho. Viola, además, era muy amigo del propietario entonces del Club Náutico, donde solía comer el artista cuando estaba en Zaragoza. Este señor también era muy conocido de mi padre. Al final logré comer con él y con su mujer. Fue una experiencia inolvidable. Imagínese, era tal como lo ha descrito Vicente Aguilera Cerni: un bohemio de cabellera blanca, con su capa negra, su voz ronca. Era un auténtico espectáculo en aquella Zaragoza tan fantasmagórica. Había gente que lo seguía por la calle a cierta distancia por el placer de verlo. Tenía el aura colosal de un mito viviente a su paso por Independencia o por la calle Alfonso".

Javier Lacruz, mitómano del arte y de los artistas ya entonces, comió con él y no se atrevió a pedirle un dibujo o una dedicatoria, "algo que solía hacer a menudo Viola. Era capaz de realizar escenografías naturales como las de Raoul Duffy o Henri Matisse. Poseía una mano realista asombrosa -dice el director artístico de 'De Pictura'-. Y eso se percibe en su obra: es un artista abstracto, pero a veces también parece muy figurativo. Me quedé con aquella frustración. Recuerdo que en la comida, Viola me habló de su forma de pintar: colocaba los cuadros de forma horizontal en el suelo y allí los pintaba. Me decía: 'Soy un embadurnador. Nosotros los pintores abstractos somos sobre todo embadurnadores, pero no embadurnadores de la tela: nos embadurnamos nosotros de pintura".

El misterio 'Jondo'

Javier Lacruz compró su primer 'viola' en Madrid, 'Jondo', casi por casualidad porque estaba envuelto en una gruesa capa de polvo. El cuadro se había quedado arrumbado por allí y es probable que el propietario no supiera del todo de qué cuadro se trataba. "Y no solo eso: me llamó la atención porque el marco pertenecía al taller de enmarcación de la Viuda de López, que estaba en San Vicente de Paúl, y era muy famoso en Zaragoza. Luego, con la creación de 'De Pictura' fueron llegando las restantes obras. Hacía tiempo que le había echado el ojo a 'La saeta' -"que representa su mundo fulgente y que deslumbró a un Saura que volvía de París", señala-, quedó en posesión de su viuda Lorenza Yché, que lo quería dejar en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca.

Tras su muerte, Javier Lacruz lo ha podido adquirir. "Es un cuadro museable, con una importancia histórica indiscutible. Poseerlo en nuestra colección es casi como aproximarse a la perfección".