entrevista

Ibon Martín: "Escribo en el bar y allí imagino los crímenes"

Nacido en San Sebastián, en 1976, fue uno de los invitados del Festival Aragón Negro. Publica su nueva novela ‘La hora de las gaviotas’ (Plaza & Janés).

Ibon Martín reflexiona sobre la intolerancia del País Vasco.
Ibon Martín reflexiona sobre la intolerancia del País Vasco.
Oliver Duch

Usted pasó de las guías de naturaleza a la narrativa. ¿Cuál es su concepto de la novela negra?

Así es. Me gusta hacer una novela más bien rural. Encajaría dentro del género vasco-escandinavo porque me gusta mucho fijarme en esas novelas del norte. Se desarrollan en espacios rurales, con un relativo aislamiento geográfico y social, y con problemáticas parecidas a las que tenemos nosotros en nuestro día a día, como pueden ser historias de malos tratos, alcoholismo... No hago una novela de grandes malos malísimos, sino que hay un motor oculto que conduce a que una persona se ponga a matar…

Eso está claro en ‘La hora de las gaviotas’. ¿Es o quiere ser un observador de la vida cotidiana?

Sí, de hecho, podríamos decir que la novela negra no deja de ser una excusa para poder escribir sobre lugares que me apasionan no solo por su belleza o la fuerza de sus paisajes, sino por esa vitalidad social que tienen dentro. Por eso recurro mucho a los bares.

¿Qué ocurre en los bares?

Hay mucha vida de bar, de tienda, de mercado, pero el bar me entusiasma. Y de hecho escribo en bares, me gusta escuchar lo que pasa a mi alrededor.

¿Lo hace a mano o a ordenador?

Alterno. Siempre llevo un pequeño cuaderno, y tomo notas, voy escribiendo pequeños capítulos, que luego avanzo en casa al ordenador. Y otras veces, cuando ya es más previsible que vaya a dedicar toda una mañana a un capítulo, me voy con el ordenador. Y pido un café tras otro; esa es otra de las grandes fortalezas. Mi pequeña droga es el café. E imagino los crímenes en el bar.

Sorprende el tema central: el Alarde, un desfile de Hondarribia, evidencia un brutal enfrentamiento. Da la sensación de que el País Vasco, en algunas cosas, no he tenido en cuenta para nada la evolución de la mujer.

Sí, totalmente de acuerdo. Por un lado, el País Vasco podría ser una de las sociedades más en vanguardia dentro de España; por características industriales económicas y demás ha avanzado en muchos aspectos. Sin embargo, el carácter vasco es terriblemente conservador y machista, y le da mucho valor y mucho peso a las tradiciones. Cualquier avance de la mujer choca con las tradiciones que hunden sus raíces en lo antiguo y lo antiguo no era igualitario. Está costando mucho en las mentes cerradas de Euskadi abrir caminos y modernizarse.

¿Y este odio, existe así, en esos términos? Se piensa en ETA.

Sí. El odio de por sí sobrevuela entre nosotros continuamente. Somos susceptibles de odiar o de ser odiados. El odio es un motor muy potente, y además nos encontramos con odios que son viscerales. Como puede ser el del Alarde de Hondarribia: hay un grupo de mujeres que pide participar en la fiesta desde hace 25 años, y todo eso lo único que crea es una discusión absoluta, un enfrentamiento que llega a la guerra civil cada ocho de septiembre en la ciudad marinera.

Insisto, ¿es tan feroz?

Se percibe ese odio en el que las cuadrillas de amigos se dividen y ves a unos desfilando y a otros boicoteando el desfile. Es un odio espectacular que llena la vida.

¿Consta que estos odios hayan provocado muertos, un crimen?

Estoy seguro de que sí. Tenemos muchos ejemplos, yéndonos un poco lejos en el tiempo, que todos recordaremos, y uno de ellos es Puerto Hurraco. Y yo creo que lo pasa es un Puerto Hurraco a pequeña escala, pequeños asesinatos que quedan sin esclarecer y que se basan en envidias, en odio en definitiva. El odio está ahí: en la novela y en la realidad. Cuando llegue el Alarde hay agresiones motivadas por ese odio, por ese fanatismo, que yo creo que va más allá de la participación o no de la mujer.

Si va a Hondarribia, ¿le abrazarían o le darían una patada?

Habrá gente que me abrazará y me dará las gracias por mostrar un problema que está ahí, y habrá otros que me darían un buen montón de patadas. Recibo mensajes de Hondarribia que dicen que los de afuera "no podremos entenderlo nunca" y que "zapatero a tus zapatos".

Su investigadora, Ane Cestero, es como esos personajes de detectives amargados y duros.

Ane, por un lado, es una de esas personas, inconformistas con lo que les rodea, que aspiran a cambiarlo todo, hasta la propia Ertzaintza. Y al mismo tiempo, no la catalogaría dentro de esa categoría de policías amargados que están de vuelta de todo, porque todavía tiene un espíritu joven, tiene su banda de rock con las amigas, se emborracha con ellas. Y, tras experiencias negativas con hombres, Ane se siente atraída por alguna mujer. No puedo contarle más...

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