CUENTOS DE DOMINGO. OCIO Y CULTURA
Ángela Labordeta publica 'Equilibrista', la memoria vital y doliente de Kathleen López
La escritora dialoga en una suerte de suite con la productora teatral que colaboró con el Centro Dramático de Aragón y falleció de cáncer en 2018
La literatura del duelo o de la enfermedad es algo más que un subgénero. Es una creación literaria, un testimonio, un modo de acercarse a algo que se vuelve casi insoportable si uno pierde la serenidad o no asume que «la vida es más vida cuando se desploma». Más alta vida, incluso, porque es una existencia con los días contados: la emoción se atropella y se quieren cazar los segundos al vuelo de esa segunda o tercera oportunidad que solo dura días, semanas, meses o unos pocos años. Kathleen López Kilcoyne (1964-2018) era una irlandesa pasada por Santander o una cántabra de orígenes isleños, vitalista, hiperactiva hasta el gamberrismo de ánimo y luminosa, que ocupa un lugar en la escena española como productora, representante de Fernán Gómez y como mujer que contagiaba pasión por el teatro. Tenía la determinación de una pantera y una inmensa capacidad de querer.
Fue víctima del cáncer y se enfrentó a él con toda la fuerza que pudo, y fue mucha. En ese trayecto del espanto le salió todo: la sed no de prolongar la vida, sino de ensancharla, la curiosidad, la lucidez, la capacidad de entender lo minúsculo y el agujero negro de la soledad radical de la que no te alivian ni los más bellos amores, y ella tuvo uno conmovedor, ni la mejor de las amistades.
Ángela Labordeta le dedica su último libro: ‘Equilibrista’ (Los Libros del Gato Negro), que es como una partitura de duelo en suites, un canto a la esperanza, un retrato meticuloso (donde asoman el humor, la complicidad, las decepciones, la ira y las esperanzas, que encarna Carlos López Otín, abrigo y sanador en el pánico), donde cuenta en clave realista y lírica a la vez una demolición inexorable del destino.
El libro transcurre en Zaragoza, en Madrid y en Santander. La novela es un diálogo constante con el otro: con Kathleen o Kitty, consigo misma, con el mundo avasallador que condena a la batalla sorda y sin tregua, de hospital en hospital, con la quimioterapia. Esta semana se celebra en Zaragoza un congreso sobre el cáncer, ese mal de la muerte y a menudo de una obstinada supervivencia (se puede superar y con frecuencia se vence), y la autora de ‘Rapitán’ o ‘Bombones de licor’ ha hecho un viaje a los infiernos, al «olor a miedo», a la rabia, y rinde homenaje a Kathleen, Kitty, la Equilibrista del título, que nunca perdió de vista el mar, ese camino hacia las estrellas y el sueño.
TRES FRAGMENTOS DE ‘EQUILIBRISTA’. ÁNGELA LABORDETA
-1. Aquellos días en Zaragoza, con el calor aullando desde el Ebro, me sentí muchas veces al borde de tantos precipicios como vidas tenemos y el precipicio mayor era el de tu recuerdo y el de los días que se movían entre lo negro y lo gris con intermedios imperfectos de ruido y vino.
-2. Tú me lo dijiste: «Al sueño no lo para la enfermedad. El sueño solo se detiene cuando eres esclavo de tu supervivencia y mi enfermedad nada tiene que ver con la supervivencia y sí con la muerte».
-3. Pero aquel día nada de eso importaba, porque las puertas del paraíso, en forma de inmunoterapia, se habían abierto para ti y hacia ese paraíso caminamos como uno se entrega a su primer amor, apasionada e inocentemente. Temerosamente humano.
-4. A veces tus palabras, Equilibrista, hacían que los ojos se nublasen, pero eran nubes pasajeras que jamás descargaban tormenta, porque tú eras la persona que estaba enferma y lo sabías, eras la persona a la que había que cuidar y proteger, aunque en muchas ocasiones, y a lo largo de esos dos años, tú, Equilibrista, serías la que nos cuidarías y protegerías del dolor que tan silenciosamente a veces y otras tan monstruosamente ruidoso te iba estrangulando por dentro.
-5. Y mientras hablabas y contabas esa magnífica historia sobre tu infancia, yo te imaginaba rubia, pálida y delgada en aquellos grandes barcos; luego te veía feliz en casa de tus tíos de Irlanda pintando existencias, que luego convertirías en historias con la que regalar la vida y una sonrisa a tu madre de Santander. Y por eso sé que la historia de ese avión sobrevolando Belgrado sin poder aterrizar también es cierta y te veo ajena al mundo, ajena al dolor, escribiendo en tus pequeñas libretas que por fin ha cesado la lluvia y que por fin la felicidad es una caricia de mármol sobre la piel que se hace insensible al placer, porque duele vivir cuando ya no hay casi vida y sentir es tan solo el reflejo ciego de una farola en la niebla más densa.
LA FICHA
‘Equilibrista’. Ángela Labordeta. Los Libros del Gato Negro. Zaragoza, 2020. 146 páginas.