Janis Tomlinson: "No creo en la imagen romántica del Goya triste y desilusionado"

La historiadora del arte norteamericana publica una documentada biografía del pintor aragonés que no aparecerá en castellano hasta 2022

La historiadora del arte Janis Tomlinson, durante una visita que realizó el año pasado a las obras de Goya en el Museo de Zaragoza
La historiadora del arte Janis Tomlinson, durante una visita que realizó el año pasado a las obras de Goya en el Museo de Zaragoza
Francisco Jiménez

La historiadora del arte norteamericana Janis Tomlinson acaba de publicar 'Goya: a Portrait of the Artist' (Princeton University Press), una biografía de casi 500 páginas en la que revela nuevos perfiles del pintor de Fuendetodos. Tomlinson ha sido profesora en la Universidad de Georgetown y directora de Exposiciones y Programas Culturales de la National Academy of Sciences norteamericana. Una de las grandes especialistas mundiales en la obra de Goya, ha investigado la figura y la obra del pintor aragonés durante más de 30 años. La crítica anglosajona califica ya su libro recién publicado como la biografía 'definitiva' de Goya. En sus páginas lo pinta como un hombre tan apasionado por el arte como por el dinero. 

Así que Goya, en realidad, era un gran ambicioso. Lo que en España llamamos un 'trepa'.

Mi castellano no es suficiente para entender las connotaciones de ‘trepa’, pero ambicioso sí que era.

Como se casó con la hija de su maestro, ¿fue el suyo un matrimonio de conveniencia?

En inglés esa expresión tiene un sentido peyorativo, que no se puede aplicar a Goya. Tenemos que recordar que los matrimonios de artistas con familiares de otros artistas eran muy corrientes: Francisco Bayeu se casó con Sebastiana, la hija de Juan Andrés Merklein; Mariano Maella lo hizo con la hija de Antonio González Velázquez...

¿Qué es ‘Goya: A Portrait of the Artist’? ¿Qué le llevó a querer escribir una nueva biografía? Es uno de los artistas más estudiados.

La biografía es un género literario o bien la historia de la vida de una persona. Así, hay que diferenciar entre una biografía basada en documentos sobre la vida de un artista, y los estudios enfocados en su obra pero con algunos detalles de su vida, como mi estudio publicado por Phaidon en 1994. La biografía más reciente de Goya era la de Jeannine Baticle, publicada en francés en 1992, con versión castellana de 1995. Desde entonces ha aparecido mucha información nueva: sobre el ‘Cuaderno italiano’, que se publicó en 1992 e inspiró muchos comentarios y estudios sobre Goya en Italia; sobre la juventud del pintor en Zaragoza; sobre los testimonios dados con ocasión de su boda; y sobre otros artistas de la época. Aunque estos estudios, en su mayor parte de especialistas españoles, me inspiraron al principio, empecé a leer varias biografías y descubrí la potencia de este género al introducir los coetáneos de Goya, el mundo en que operaba –ya sea Zaragoza, Madrid, la Corte o Burdeos– y considerar obras perdidas. Así, después de hacer una cronología de todos los documentos que encontré, leí los diarios de Moratín y de Jovellanos; la correspondencia de Goya, claro; pero también la de Moratín y Jovellanos; y la prensa del día, accesible por la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional, añadiendo datos a la cronología. Y, así, empecé a escribir, y a presentar la vida de Goya dentro de su contexto artístico y también socio-histórico. Era un trabajo que hice en parte para mí misma; lo empecé sin editorial, porque lo que me importaba era contestar a cuestiones que me había preguntado durante más de tres décadas de estudio sobre Goya, sus amigos, su familia y su obra.

¿Ha conseguido su objetivo?

Creo que sí. Quiero subrayar que, como las fuentes son casi todas en castellano, era importante presentarlas a un público angloparlante; y que también resultó algo más grande que la suma de sus partes. José Antonio Montenegro, de Globo-Economía/CNN, me ha escrito que «...parece que la vida de Goya es un magnífico ejemplo de cómo conducir la vida profesional en tiempos de cambios y turbulencias, lo que tiene mucha aplicación en lo que nos toca vivir en nuestros días. Vemos que es toda una lección de vida, tremendamente atractiva, cuando descubrimos lo que consigue como resultado de su gloriosa obra». Y Peter Schjeldahl, crítico de ‘The New Yorker’, ha escrito que «ahora que el mundo se tambalea, es un buen momento para pensar en Francisco de Goya». Desde luego, yo no lo anticipaba.

La historiografía anglosajona suele pasar de puntillas por su etapa de formación y empieza a estudiarlo a partir de su llegada a Madrid. ¿Qué importancia le concede usted al periodo ‘aragonés’?

Mucha. Cito el fin del capítulo 4 de mi libro: «Los años de formación de Goya en Zaragoza, a menudo pasados por alto o descartados como prólogo a su carrera en Madrid, lo introdujeron en un círculo activo de pintores, escultores, doradores y arquitectos.... Muchas de estas relaciones perduraron durante sus años en la Corte...». Así, quería establecer a Zaragoza como algo esencial a quien era Goya; como también lo fue su amistad con Zapater.

Mucho se ha especulado sobre la relación entre ambos. Usted cree que no tuvieron una relación homosexual. ¿Llegaron a desearla?

No podemos saber, y probablemente nunca lo sabremos. No hay suficientes evidencias para sugerir una relación sexual. La moralidad de la época, el estatus social que, tras años de trabajo, habían conseguido Zapater y Goya, van en contra de la tesis de una acción tan transgresiva. Y, muy importante, nos faltan las palabras de Zapater. Se querían mucho, sin duda. ¿Hubo relación sexual? Hasta que haya más información, sigo dudando. Y, si algún día descubrimos que la hubo, ¿importa?

"Sigo pensando que 'El coloso' no es de Goya. Mirando la cronología de sus obras documentadas, no veo dónde encaja"

¿Cómo explica la genialidad artística de Goya?

Para contestar, puedo acudir a alguna cita sobre el genio y el trabajo, como, por ejemplo, la que se atribuye a Einstein: «Genio es un 1% talento y un 99% trabajo duro». No pongo porcentajes en el caso de Goya, pero él estuvo convencido desde muy temprano de su vocación por el arte y no se dejó desviar de su camino. Lo vemos en su ‘Cuaderno italiano’, no solamente en los dibujos, sino también en las listas de arte y de ciudades que veía. No se paraba. Después de la ruptura con Bayeu en Zaragoza, volvió a Madrid y poco a poco se labró su fama. Después de la enfermedad de 1793, que le dejó sordo, experimentaba en dibujos y pinturas de gabinete; en plena guerra se puso a grabar las escenas de guerra (muchas de ella imaginada, creo), y hambre (inspiradas por la carestía en Madrid), a pesar de la falta de materiales, como el cobre para las láminas; y con 79 años, en Burdeos, llevó la litografía a un nuevo nivel con los ‘Toros de Burdeos’, y creó una nueva técnica para la miniatura. Increíble.

¿Y su personalidad?

Bueno, después de acumular documentos, datos y cronologías, me di cuenta de que no me había aproximado a la cuestión central: ¿quién era Goya? Para mí hay cuatro rasgos de su personalidad que nos ayudan a entenderle: su capacidad creativa y su propia convicción de ella; su ambición, pero también una dedicación completa a su vocación; su cariño hacia familia y amigos; y su sociabilidad y, a la vez, su cautela hacia gente que, en su opinión, menospreciaba su genio o amenazaba su posición.

Usted da mucha importancia a la vida privada de Goya en su obra. ¿Cómo le marcaron la sordera o la pérdida de tantos hijos?

Goya superó cada tragedia (la perdida de sus hijos) o revés (la enfermedad y la sordera) que le sobrevino. Me pregunto si no se centraba más en su trabajo para superar esas desgracias.

Usted ha sido una de las primeras especialistas, en su libro del 93, en lanzar la idea de que Goya, en realidad, era antitaurino, tesis que ha acabado por adoptar incluso el Museo del Prado. Pero fue prácticamente el único pintor de su época que retrató toreros... Algo le debían gustar los toros...

Lo bueno de estudiar un tema durante muchos anos es que te da tiempo de volver a pensar las cosas. Durante las últimas décadas del siglo XVIII Goya era aficionado y, sobre todo, partidario de Pedro Romero. Pero –y no pretendo ser experta– creo que Goya, al igual que otros, veían a Romero como el cenit del arte taurino, y lo que venía después como decadencia. Pero creo también que Goya, en varias imágenes de toros y corridas,  introdujo toda una gama de protagonistas: hay nobles, como Romero; pretendientes, como Pepe Hillo; y en escenas 'históricas' revela la pura crueldad o la vana ambición del hombre. O sea, que en 'La tauromaquia', la corrida sirve como vehículo para observar a la Humanidad. 

En su última visita a Zaragoza dudaba de las ‘Pinturas negras’. ¿Por qué su atribución es tan problemática?

A lo mejor hay que culpar mi castellano si le dejé pensar que dudo de la atribución de las ‘Pinturas negras’. Lo que quería expresar es que tenemos que ir con mucho cuidado a la hora de mirar estas obras. Hace años que sabemos por las fotos de Laurent que fueron repintadas y que algunas están cortadas. Se trata de obras que estuvieron durante 40 años en las paredes de la casa, así que es posible que algún artista o artistas las retocaran y que lo que vemos en las fotos de Laurent no sea todo de Goya. Pero el concepto genial de las ‘Pinturas negras’ es puro Goya, una especie de retrospectiva personal.

¿Y ‘El coloso’? Especialistas como Carlos Foradada o Jesusa Vega han publicado estudios ‘reatribuyéndolo’ a Goya.

Repito lo que le dije hace un año: no creo que sea de Goya. Durante años, antes de escribir, yo componía una cronología, año por año, que incluía las obras documentadas, algunas de ellas perdidas. Y me preguntaba: «si ‘El coloso’ fuese de Goya, ¿cuándo lo pintó?». Mirando su obra año por año no veo cómo encaja ‘El coloso’.

¿Qué le hace dudar de ‘La lechera de Burdeos’?

Como lo cuento en el libro, voy a dejar la cuestión para sus lectores. Pero yo lo cito como posible colaboración con Rosario Weiss.

En su biografía, lejos de representar a Goya triste en los últimos años de su vida, lo retrata como un hombre en plenitud, liberado...

Volviendo a la correspondencia de Moratín, hay que recordar que Goya estaba en compañía no solamente de Leocadia Weiss, sino también de la familia de su nuera. Mirando sus obras de esa época, retratos de amigos, miniaturas, litografías y, sobre todo, sus dibujos, no veo nada que apoye la imagen romántica de Goya, triste y desilusionado. Sí, echaba mucho de menos a su hijo y se quejaba de que no le escribía, pero tenía una vida muy llena, y lo prueba su recuperación de una severa enfermedad en 1825. Tenía ganas y voluntad de vivir. Y de gozar cada día.

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