literatura

Ignacio Martínez de Pisón: del amor sin límites

El escritor zaragozano publicaba el martes su nueva novela: 'Fin de temporada', la historia de una madre y un hijo sacudidos por el pasado

Martínez de Pisón publica 'Fin de temporada'.
Ignacio Martínez de Pisón analiza la relación de una madre con un hijo.
Iván Giménez/Seix Barral.

Da gusto empezar septiembre con un narrador como Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960). Es el escritor seguro, de estilo natural, fluido, de su tiempo, en el que nada chirría. Es el observador de lo que sucede fuera, allá y aquí, en Melilla, Málaga, Barcelona o Zaragoza, y de cuanto sucede dentro, en el alma humana que puede ser laberíntica, compleja, y a la vez sencilla, desarbolada por las pequeñas cosas de la vida. 

Pisón aprendió a amar la literatura, junto a su abuelo, al que le rindió homenaje en ‘La ternura del dragón’, el libro del despertar. Con él descubrió a Baroja y el tesoro sin fondo de los diccionarios. Luego ya vendrían Sender, y muchos otros, hasta aquel Daniele del Giudice de ‘El estadio de Wimbledon’. Pisón, quizá sin proponérselo, es un cronista de la España del siglo XX. Como quien no quiere la cosa, lo ha abordado casi todo: la guerra de África, los españoles que intentaron triunfar en Hollywood, la Guerra Civil, analizada desde diferentes ópticas y personajes, con los personajes que ayudaron a Franco a vencer y que se quedaron, como se ve en ‘Dientes de leche’ o ‘Enterrar a los muertos’, investigación donde sigue el rastro del desaparecido José Robles Pazos, traductor de 'Manhattan Transfer' de John Dos Passos. 

Ha explorado casi todos los períodos de la posguerra, el protectorado español, en ‘La buena reputación’, donde también se aproxima al incendio del Corona de Aragón, la Barcelona de los 60 y 70, llena de advenedizos, soñadores de tres al cuarto, pillos y bandoleros urbanos, como hacía en ‘El día de mañana’. La Zaragoza de la Base Americana aparecía en ‘Carreteras secundarias’, esa novela de padre e hijo adolescente, asunto que repitió en parte en ‘Derecho natural’. 

Pisón, como Rafael Chirbes, Marsé o el Sánchez Ferlosio de ‘El Jarama’, mira para entender y no para dictar sentencias, para llegar a los sinuosos caminos del corazón. Y tiene la habilidad de hacerlo con esa sensibilidad sosegada, sin afectación, sin levantar la voz, sin reclamar foco. Pisón es único: huye de la estridencia y aúna la copla, Labordeta y el rocanrol. Vuelve con ‘Fin de temporada’ (Seix Barral), la historia de una madre y su hijo, Rosa e Iván, con un secreto en medio que está a punto de estallar, otra novela sobre la identidad, el silencio y la fuerza arrolladora de una subjetividad libre pero verosímil, tejida con los adjetivos justos y la caligrafía del amor sin límites.

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