Luis Zueco: "A los libros les debemos el mundo actual, sin ellos estaríamos aún en la Edad Media"

Nacido en Borja (1979), vive y trabaja en el castillo de Grisel. Novelista histórico, publica ‘El mercader de libros’ (Ed. B)

Luis Zueco publica 'El buscador de libros'.
Luis Zueco, en el castillo de Grisel, donde vive, escribe y trabaja.
Nora Bermejo.

¿Recuerda qué quería ser de mayor?

Sí, de pequeño era muy inquieto y me interesaba casi todo, pero en especial la historia y la lectura. Desde siempre quise ser escritor, tal es así que con trece años ya escribí una novela negra de cuatrocientas páginas.

Sin embargo, es ingeniero industrial. ¿Cuándo y cómo se produjo el cambio?

En el instituto descubrí que tenia habilidad para la física y las matemáticas. Poco a poco me fui decantando por las ciencias. Quizá porque eran materiales más difíciles y me suponían mayores retos, en la universidad disfrutaba mucho ante problemas de termodinámica de cinco horas de duración.

¿En qué momento descubrió la literatura de una manera digamos decisiva?

Cuando empecé a trabajar de ingeniero en Madrid tenía claro que había llegado el momento de empezar a escribir. Me sentía seguro con mi trabajo como para afrontar nuevos retos. Pero antes decidí estudiar la carrera de Historia, ya que quería escribir ficción histórica y para ello deseaba tener una buena base. Esperé a terminar la carrera para lanzarme a la literatura por completo.

¿Cómo nació esa pasión por los castillos?

En mi caso la pasión por los castillos viene claramente influenciada por mi tío Manuel. Él es un apasionado del patrimonio. Compró el castillo de Grisel cuando yo solo tenía ocho años y me llevaba todos los fines de semana a él mientras lo restauraba. Además, yo solía jugar en Borja cerca de su castillo y de la torre del Pedernal, me imaginaba mil historias sobre ellos. Luego por supuesto leí trabajos de Cristóbal Guitart o Bordejé.

Vive y trabaja en un castillo. ¿Qué sucede o qué puede suceder en su interior?

Sucede que es un lugar de inspiración, también un ambiente fantástico para escribir por su tranquilidad. Además, por él pasan muchos clientes que te cuentan historias; otros que vienen precisamente porque saben que yo estoy allí y eso te da nuevas fuerzas.

¿Qué tiene de especial el de Grisel?

Mucho, para empezar es un castillo vivo. Creo que le hemos dotado de alma, eso se percibe nada más entrar. Es un castillo auténtico, sin artificios. Lo restauró mi tío con un enorme esfuerzo y hemos intentando que conserve toda su esencia medieval y, a la vez, le hemos añadido nuestra impronta. Porque los edificios históricos van añadiendo las aportaciones de cada generación que los habita y se añaden a su relato conjunto.

¿Tienen o no fantasmas los castillos?

Más que fantasmas, lo que hay es una atmósfera especial. Yo no he oído nunca ninguna voz, pero es evidente que sus muros se han ido impregnando de las vidas de los que han pasado por allí.

Tenía inventariados todos los castillos de Aragón en una web y un ‘hacker’ se lo robó todo. ¿No será una invención suya?

Ja, ja, me temo que es cierto. Me llevó un enorme trabajo, estaban inventariados, fotografiados y explicados todos los castillos de Aragón y todo se perdió. Es un buen ejemplo de lo efímero que es nuestro mundo actual. Creo que el papel es más fuerte y duradero que muchos soportes digitales.

¿Por qué nos atraen tanto los castillos?

Porque nos hacen viajar a la Edad Media, una época que tenemos idealizada en el imaginario colectivo. Los castillos son las mejores máquinas del tiempo que existen.

¿Los castillos son para el verano?

Y para el invierno, imagínese dentro de un castillo durante una tormenta, o lo evocadora que es la estampa de un castillo nevado, o la imagen de un hogar encendido en el interior de una alta torre.

Una de sus novelas, ‘El castillo’ (Ediciones B), se centra en Loarre. ¿Qué le conmovió de él?

La primera vez que lo vi me impactó su ubicación y sus dimensiones. Luego lo bien que conserva la esencia de la época en que fue edificado. Por eso quise contar cómo fue su construcción, cómo eran los hombres y mujeres que lo levantaron hace mil años, y cómo era Aragón.

‘La ciudad’ (también en Ediciones B) es Albarracín. ¿Qué le atrapó de ese lugar?

De Albarracín me encanta cómo sus murallas suben y bajan y cómo el río forma esos meandros rodeándola y formando un foso natural. Albarracín en su conjunto es una fortaleza inexpugnable, parece que una vez dentro, nada puede escapar de allí.

‘El monasterio’ (Ediciones B) es Veruela: historia, abades, brujería, romanticismo…

Yo nací muy cerca, así que para mí Veruela es muy especial. Veruela es Bécquer y es poesía, y es el Moncayo y también es el silencio de su claustro, las miradas asustadas de sus gárgolas, la inmensidad de su iglesia. Y sí, es el romanticismo en estado puro.

Con ‘El mercader de libros’ (Ediciones B) ha salido de Aragón a Sevilla y ha ido en busca de libros con el hijo de Colón. ¿Por qué?

Quería vivir una aventura llena de viajes y siguiendo una de mis pasiones que es la búsqueda de libros. Y deseaba mostrar hasta qué punto fue importante la invención de la imprenta y que fue ella, y no otros eventos, la verdadera palanca que cambió el mundo y provocó el fin de la Edad Media. A los libros le debemos el mundo actual, sin ellos estaríamos aún en la Edad Media.

¿Qué le enseña cada libro del oficio de escribir y de sentir?

Mucho. A veces leo libros que sé que no me van a gustar, pero lo hago porque también soy consciente de que voy a aprender de ellos, para mi vida personal y profesional. No hay nada comparable a la experiencia de leer, porque en cada página tenemos que poner parte de nosotros mismos. Eso es maravilloso.

¿Es este el verano más raro de su vida?

Sin duda, tanto en la literatura, todavía no he hecho una sola presentación de mi novela, como en el Castillo de Grisel, la temporada turística está siendo lo más extraña que uno pueda imaginarse.

¿Piensa en el lector en algún momento de la redacción de su novela?

Por supuesto, tal es así que le preparo trampas, intento jugar con él, sorprenderle. A los más detallistas les dejo pequeños detalles escondidos, que a veces descubren. Sobre todo pretendo que el libro tenga siempre una segunda lectura, para los más osados que quieren descubrir todo lo que escondo.

¿Por qué escribe novela histórica?

Porque el pasado es esencial para comprender nuestra vida actual. La gente tiene mucho interés por conocer la historia. Yo escribo porque creo que el presente es demasiado ambiguo, es difícil conocer la verdad de lo que ha sucedido hoy. Si quieres tener los suficientes elementos de juicio para comprender una situación debes dejar que pase el tiempo.

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