Óscar Hornero, OX, el malabarista que busca reinventarse sobre el escenario

El dos veces Premio del Circo Aragonés –al mejor número y a la trayectoria– se recupera de una lesión medular que sufrió en un entrenamiento.

Óscar Hornero, en la terraza de Traumatología del Hospital Miguel Servet de Zaragoza.
Óscar Hornero, en la terraza de Traumatología del Hospital Miguel Servet de Zaragoza.
Carmen Montañés

Óscar Hornero (Palma de Mallorca, 1976) está hecho de una pasta especial. Ox, que es su nombre artístico, es uno de los mejores malabaristas de España, y ahora, tras sufrir una lesión medular que le ha dejado en silla de ruedas, combina la terapia y el trabajo físico para readaptarse a su nueva situación, con la búsqueda de elementos para reinventarse y volver a los escenarios. "Las cosas más normales, los gestos que antes eran habituales –señala–, ahora me parecen ‘circo’. El otro día tuve que coger algo que estaba en un estante elevado de un armario y sudé tinta".

¿Se puede ser malabarista en silla de ruedas? "Se puede, pero algunos números resultan imposibles. Toda la zona del tronco y la cintura aún está débil, necesito fortalecer los músculos porque los trabajo con dolor. Pero hay que ver también las posibilidades que tengo. He buscado por internet y no he encontrado ningún malabarista en silla de ruedas. Yo sé que voy a poder serlo, quizá no al mismo nivel que antes, pero buscaré otros caminos y encontraré mi propio estilo. A veces lo importante no es lo que puedas hacer, sino desde dónde lo haces. Solo plantear malabarismos en silla de ruedas parece ya una locura, pero voy a hacer todo lo que pueda para conseguirlo. Y a ver hasta dónde llego".

Cambia el centro de gravedad corporal y cambia, sobre todo, la propiocepción. Por eso Óscar Hornero está probando también con otras disciplinas. Un amigo que lanza cuchillos le ha regalado un juego, pero él de momento ensaya con cucharillas de café sobre un panel de corcho. Le gusta, aunque en el podio de sus prioridades el malabarismo se ubica en primer lugar.

"Un malabarista es paciencia, ensayos... y agacharse millones de veces para recoger las mazas que se te han caído. También es precisión: si el lanzamiento ha sido bueno es mucho más fácil recoger el elemento que has lanzado. Todo el mundo podría ser malabarista pero no todo el mundo posee la paciencia necesaria. Muchos lo dejan porque quieren resultados y los quieren ya. En el ámbito del circo hay disciplinas muy espectaculares, como los números aéreos, en las que, si estás en buena forma física, consigues resultados apreciables mucho más rápido, incluso en una sola tarde. Los malabares a veces son un poco frustrantes pero también te enriquecen mucho, te abren sinapsis cerebrales, desarrollan tu precisión...".

Óscar Hornero se convirtió en malabarista un poco por casualidad. Trabajó de camarero, limpiacristales, ayudante de carpintero o limpiador. "Entre dos personas fregábamos los suelos de todo el Pignatelli en una noche", apunta. En el tiempo libre iba al Parque Grande a ensayar con algunos miembros de la Asociación de Malabaristas. Se enamoró de las mazas y del monociclo, empezaron a salirle actuaciones y sucumbió al veneno del circo. En el 98 tuvo que elegir entre su trabajo y el mundo del espectáculo. Y apenas dudó.

"He sido un poco mercenario, lo que ahora llaman ‘freelance’, y es que en Aragón, si quieres vivir de esto, no puedes dedicarte a una sola cosa. Yo he hecho ferias medievales y teatro, he trabajado de zancudo y realizado malabares de fuego... Circo de carpa, por desgracia, he hecho poco porque ya casi no queda. He estado de gira por Gales, pero en furgoneta".

Óscar Hornero, OX, en una foto promocional
Óscar Hornero, OX, en una foto promocional
Heraldo.es

Ha ‘jugado’ como se denomina en el argot del malabarista, con platos, flaneras, cepillos de dientes o sombreros, entre otros objetos. Ha trabajado en compañías como K de Calle, Pingaliraina, Noxtrasladamus, Artea, Timbalao, Circo Croissant, Entremazados o El Circo del Sol. Ha ido con Payasos sin Fronteras a Kosovo, Nicaragua o El Salvador. Ha vivido en Ibort, cerca de Sabiñánigo, y en Japón. En ‘el país del sol naciente’ estuvo tres años.

"Allí hay una ciudad, Shima, que tiene un parque temático dedicado a nuestro país, Parque España, que siempre contrata malabaristas –relata–. A mí Japón siempre me había atraído, me presenté a las pruebas, me cogieron, y al final acabé quedándome tres años. Hacía hasta tres y cuatro actuaciones diarias y luego participaba en el pasacalles de todos los artistas del parque. Aquello me sirvió para aprender algo de japonés y para conocer muy bien el circo chino, que técnicamente es de lo mejor, pero que a nivel creativo quizá no ha evolucionado lo que debiera. Mi estancia en Japón, artísticamente, me vino muy bien. Aprendí mucho porque, al fin y al cabo, todo el espectáculo lo llevaba yo, desde el guión al vestuario. El problema es que estás lejos de tu familia y de tu gente, y al final te cansas y quieres volver".

Su regreso fue en el 2013. Tres años más tarde ganó el premio Marcelino Orbés al mejor número de circo aragonés, con ‘Todo Quadra’, espectáculo en el que interpreta a un matemático alocado. "Llevaba en la cabeza hacer un número con malabarismos técnicamente muy difíciles, e incluirlos en una historia con grandes dosis de humor. Primero hice un número de 10 minutos y luego un espectáculo de una hora de duración. Y gustó". Dos años más tarde, en 2018, recibió el Marcelino Orbés a toda una trayectoria.

En noviembre pasado inició la temporada de actuaciones en hoteles canarios:dos meses en Lanzarote, otros dos en Fuerteventura... El confinamiento le sorprendió en Tenerife y, como no puede estarse quieto, en su tiempo libre quiso probar una técnica nueva. "El accidente fue probando equilibrios, trabajando la ‘slackline’, una cinta plana que a diferencia del alambre, no está tensa sino floja. Apenas estaba a unos centímetros de altura, pero la até a una chimenea que parecía sólida y que se acabó rompiendo. Se me vino encima. El accidente me ha dejado en una cárcel de cristal. Esperemos que con el tiempo gane algo de movilidad, porque ahora ni siento ni padezco".

En el horizonte, en cualquier caso, está la vuelta a los escenarios. Por vocación y necesidad. "Tengo que estar entre tres y seis meses aún en el hospital, y como soy bastante cabezón y currante imagino que reduciré ese tiempo. Cosas que parecen sencillas, como ponerte los zapatos, ahora son un mundo para mí. Hay bastante incertidumbre. No sé si tendré ayuda o pensión pero probablemente tendré que trabajar porque las cosas ahora valen un montón. Una silla de ruedas cuesta de 4.000 a 9.000 euros".

Tras el accidente de Óscar Hornero se produjo uno de esos fenómenos espontáneos que solo se dan en el mundo del circo. De Aragón especialmente, pero también de todas partes de España, comenzaron a llegarle vídeos de apoyo y con actuaciones exclusivas para él. Cuando pudo salir de Tenerife y ser trasladado al Miguel Servet, esa corriente solidaria se multiplicó. Hornero es respetado y querido en el mundo del circo, y las visitas para estimularle y expresarle apoyo se suceden día tras día.

"La verdad es que alucino bastante por las muestras de cariño, los mensajes y el calor que estoy recibiendo en los últimos días –señala el malabarista–. De amigos y de amigas pero también de gente a la que no conozco. Me han mandado vídeos de números de payasos, de danza, de títeres, de chistes malos... Hasta me han compuesto un par de temas musicales".

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