artes plásticas

Muere el pintor Fernando S. M. Félez, retratista personal de Fernando Arrabal

Nacido en Zaragoza en 1930, labró su inspiración surrealista entre París y Céret y practicó una obra próxima al hiperrealismo y al realismo mágico

Muerte el pintor S. M. Félez.
El pintor en uno de sus últimos viajes a Zaragoza en 2007.
Esther Casas / Heraldo.

«Mi padre, comisario de policía, era navarro y mi madre, aragonesa. Me fui de aquí, con año y medio, a Barcelona, donde viví hasta los 25 años. Entonces, gané una beca artística de los castillos del Loira, y me quedé enamorado de París. Estuve a punto de regresar a Zaragoza, pero seguí allí. Ahora, ya es tarde», decía en el otoño de 2007 el pintor Fernando San Martín Félez, nacido en Zaragoza en 1930 y fallecido esta misma semana, que exponía entonces una selección de su obra en el Torreón Fortea.

Era un pintor de estirpe surrealista y ‘pánica’, admirador y amigo de Salvador Dalí, durante años fue el artista personal de Fernando Arrabal: le hizo al menos quince cuadros donde el dramaturgo coprotagonizaba cuadros clásicos, reelaborados por Fernando San Martín Félez, o puramente inventados con una caracterización más o menos mágica o alegórica, donde el escritor ejercía de director de cine, de ángel, padre o de criatura mitológica.

A San Martín le gustaba decir que esa dedicación empezó tras una cita en París: «Fui pintor abstracto durante unos diez años. Veía que con varios amigos abstractos hacíamos cosas muy parecidas, en la estética del tachismo, que estaba de moda. Pero Fernando Arrabal me desafió. Vio una exposición mía, comentó que mis cuadros no estaban mal, y me dijo en 1958 que yo no sería capaz de hacer una obra figurativa. “¿Quieres un hacer un retrato mío?”. Cuando volvimos a vernos yo ya tenía un retrato suyo, y le gustó mucho. Me sugirió que como en la abstracción me conocían como Sanmartín que cambiase el nombre por S. M. Félez, “su Majestad Félez”, dijo Arrabal con su habitual humor. Dicho y hecho».

Muerte el pintor S. M. Félez.
El desnudo femenino emocionaba mucho a Fernando S. M. Félez.
S. M. Félez.

Trabajó con y para él durante bastantes años, entre otras cosas porque siempre ha defendido la obra de encargo. Y apostó por una línea figurativa, un tanto hiperrealista, en la que abunda la paradoja, el desnudo, el diálogo de la modernidad y el clasicismo, dentro siempre de una pintura narrativa, con excelente mano para el dibujo y el retrato.

Decía S. M. Félez: «Me interesó mucho la estética del ‘pánico’, pero la parte surrealista y sensual, el humor y la alegoría, la crítica de la sociedad, no la escatología ni el horror ni la sangre. A mí me interesa más el universo de la mujer y la parte social o de compromiso de la pintura».

Hacia 1993 regresó a España y se instaló en el Ampurdán, en Garriguella. En 2007 decía: «Me inspiro en la realidad y en ella me afirmo, aunque creo elementos de ficción. Doy importancia a la técnica porque yo explico situaciones un poco absurdas, poco claras, como los sueños. E intento plasmar la contradicción entre la vida urbana y la belleza clásica. Sigo siendo inconformista».

El poeta y editor Raúl Herrero, le publicó en 2008 en Libros del Innombrable la monografía ‘S.M. Félez. Pinturas, grabados, dibujos’. «S. M. Félez fue un pintor precoz. Recuerdo un bodegón que había pintado de muy niño con una perfecta factura formal. En su juventud se inclinó por la abstracción. Su relación con Arrabal, que le encargó varios cuadros figurativos, le hizo derivar hacia su estilo más representativo: un arte figurativo impulsado por una técnica sobresaliente en unos ambientes mágicos».

Herrero lo visitó varias veces en su casa. «Sí. Me contó anécdotas de su vida intensa y siempre centrada en el arte. Tuvo ocasión de conversar con Dalí de igual a igual, de cenar con Orson Welles, de jugar al billar con Joan Ponç todas las tardes durante años... Era una persona generosa, brillante, un artista que conservaba una parte de artesano, de alquimista que trabaja con los colores. Fui muy feliz en su compañía, aprendí mucho y en su presencia siempre me sentí en casa». Añade Herrero: «Arrabal me dijo que Félez era incapaz de mentir y que admiraba la franqueza con la que siempre se expresaba».

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