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Historia de Natalia, la actriz que buscó su lugar en el mundo y su alma en el teatro

Nieta del actor Paco Martínez Soria, es objeto de una novela de Alberto Piedrafita, 'La línea amarilla', donde cuenta su pasión por la escena, su triste final, y sus años en París, Massachussets, Edimburgo y Zaragoza, donde montó la pieza 'Trocadero'

Natalia Martínez Soria y 'La línea amarilla'.
Natalia Martínez Soria (1971-2014), en una foto de 2006.
Esther Casas.

Natalia Miguel Martínez Soria (Zaragoza, 1973-2014) tuvo el sueño del teatro desde niña. En el colegio representó Campanilla y quizá desde entonces ya supo que el veneno y el escozor de la escena corría por sus venas. Tenía algunas imágenes indelebles en la cabeza, vinculadas a su abuelo Paco Martínez Soria: solía llevar en la cartera una foto de ambos, cuando ella tenía cuatro años. La última vez que la vio, tal como recuerda Eugenia Martínez Soria, madre de Natalia e hija de Paco, el actor la cogió en brazos y la elevó por los aires. “Era su debilidad. Tenía otros nietos, pero sentía un inmenso cariño por ella. Es la última imagen que recuerdo juntos”, dice.

Natalia adoptó su segundo apellido y pasó a llamarse, como actriz, Natalia Martínez Soria. Se formó y trabajó en Barcelona, en Massachussetts (Estados Unidos), en París, en Edimburgo, en Venecia, y también probó suerte en Zaragoza, en el Teatro del Mercado y en el Teatro de Bellas Artes de Tarazona. Entregó premios en los festivales de cine de Tarazona y en Fuentes de Ebro. 

Natalia dejó una niña, que ahora tiene catorce años. Y quiso el azar que, en el colegio, le aconsejasen a su abuela Eugenia que la llevase a un terapeuta. Fue en el inicio de curso 2017-2018. El especialista elegido fue Alberto Piedrafita (Pamplona, 1959. Lleva muchos años afincado en Zaragoza), que también es músico (es autor de la ópera ‘Angelus Novus’), escritor y pintor. En esas primeras citas, Alberto se dio cuenta de que Eugenia tenía un amor especial por el teatro: no tardaría en revelarle quién era su padre y, poco a poco, aparecería la figura de Natalia.

NATALIA MARTINEZ SORIA Y ALBERTO PIEDRAFITA ( ESCRITOR ) / 22/01/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]] [[[HA ARCHIVO]]]
Eugenia Martínez Soria, madre de Natalia, y Alberto Piedrafita.
Oliver Duch.

La primera detonación para el terapeuta-escritor fue una fotografía en blanco y negro de Natalia, y la propia voz narrativa de Eugenia. “Eugenia me enseñaba un material estupendo. Estaba en el mundo del teatro, en el mundo del arte, me decía que pintaba, pero cuando me enseñó una fotografía de su hija cambia todo. Lo que ocurrió fue un acto de empatía”. Dice Alberto que por una parte estaba esa imagen y, por otra, “la narración que hay detrás, y que desarrollaba su madre. Natalia no tendría papel si no estuviera su madre detrás. Su madre la explica, la siente, la cuenta. Le digo: 'Hay que escribir una novela'. Yo ya estaba escribiendo una novela. Me pareció impresionante hacer una novela con la historia de Natalia Martínez Soria”.

Agrega Eugenia: “A partir de ahí nos juntamos durante casi un año y hablamos, le cuento y le muestro cosas”. Se suma Alberto Piedrafita: “Va sacando fotos, cartas, textos manuscritos, dibujos pintados en Calella. Natalia pintaba también, la portada de la novela es de ella. Y es un autorretrato. Lo siguiente que veo yo es la obra ‘Trocadero', precisamente. Me quedé impresionado, es una mala grabación, en el teatro de Tarazona, una grabación fija desde arriba. De repente me parece una de las mejores actrices que he visto nunca, el gesto, el clown, el sentido del humor; tanto me impresionó que me fui a conocer a su maestro a París, a Jacques Lecoq”. Así nació la novela 'La línea amarilla' (Los Libros del Gato Negro).

Eugenia Martínez Soria está conmovida. “Lo que le decimos es como una repetición, hoja a hoja, de lo que está escrito. Si el libro no fuese así, elegante, respetuoso y poético, creo que no lo hubiera aceptado. Me conmovió como Alberto dijo: 'Esta mujer merece una novela', y cómo ha querido a Natalia”.

En el libro, sin renunciar nunca a la narrativa, ni al dolor, hay una poetización constante, hay una mística del teatro y un gran homenaje a ella. En cierto modo, casi un triple monólogo: el de la madre, que es como “la madre dolorosa que da información y se construye una novela” (apunta el escritor); el del escritor, que intenta construir una novela y dialoga con la actriz desaparecida, con su abuelo, y es también un monólogo de una actriz que emerge desde el fondo del tiempo. 

“Yo lo he pasado mal. Tenía dudas. ¿Querría Natalia que yo hiciera eso? Y no lo digo por ese final dramático, sino porque es revelar la vida de una hija. ¿Tengo su permiso, debo hacerlo?, me preguntaba. Tenía miedo, inseguridad; me preguntaba si tenía derecho a desnudar así a mi hija, pero me gustó tanto el libro, el punto de vista, la delicadeza, ver cómo Alberto acaba queriendo a Natalia, que me convencí a mí misma. Es, un poco, como si ya viviera para siempre”.

Alberto la mira y medita. “Todo lo que está contando es carnaza para un autor, que tenga miedo de lo que va a resultar. Está claro que Natalia atraviesa 'la línea amarilla'. Y 'la línea amarilla' es una especie de código moral, humano y social. Hay un momento en que los grandes genios están traspasando la línea amarilla, y hay un momento en que se van y no vuelven. Natalia la atraviesa y no vuelve. Es también lo que yo llamo el estigma”.

ALBERTO PIEDRAFITA ( ESCRITOR ) / 22/01/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]] [[[HA ARCHIVO]]]
Alberto Piedrafita es escritor, terapeuta, musico y también hace pinitos en la pintura.
Oliver Duch.

Para Piedrafita la enfermedad es una circunstancia, pero ella atraviesa esa línea, que para Natalia suponía éxtasis y sufrimiento, “por su forma de ser. Por su genialidad. Tiene el veneno, tiene ese don que la hace destacar en medio de la mediocridad, y por ello tiene que recogerse, lanzarse, tiene que quemarse y ella es la que se quema. El abuelo encontró la fórmula mágica, trabajaba 366 días al año y lodejaba todo por el trabajo… Era autoritario y era un gran director de sus personajes, pero Natalia tiene la genialidad, el talento, pero no sabe cuál es el código. No encuentra su sitio”. Y luego ya llegan el cáncer y, más tarde, una severa cardiopatía.

“‘La línea amarilla’ es mi testamento sobre la realidad de mi hija, su vida y su muerte. Es auténtico. Es verdad. A mí me gustaría que su hija Blanca, mi nieta, lo pueda entender, y entenderme a mí como lo cuento”, dice Eugenia.

Alberto Piedrafita concluye: “Estoy tan dentro del papel de Natalia que he soñado varias veces con ella, es una especie de presencia. He intentado ser fiel a la verdad. A la par, otro de mis objetivos era curar a Eugenia, provocar su catarsis, y creo que lo consigo también como escritor”. 

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