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'Star Wars. El ascenso de Skywalker': Un final sin frescura ni fuerza ni alegría para la saga

Star Wars se despide, 40 años después, sin que la fuerza le acompañe.

Star Wars: El ascenso de Skywalker
Star Wars: El ascenso de Skywalker

En 1982, mientras remataba la primera trilogía de Star Wars, George Lucas debió sentirse a veces como si Juan Pardo, José Vélez y una legión de tuertos le hubieran mirando fijamente mientras hacían con los dedos el signo del mal de ojo. Nacida de un parto monstruosamente difícil, El retorno del Jedi acabó siendo una película irregular, infantil en el peor sentido, culpable de reciclar ideas del primer capítulo de la saga… y que sin embargo uno podía defender apelando a su encanto innegable, a su conmovedora redención final y, si estaba de buenas, a sus ewoks. Escudos todos ellos de los que carece El ascenso de Skywalker.

La película con la que J. J. Abrams pretende marcar un antes y un después en el serial encara esta tarea, ya de por si ingrata, como un leviatán contrahecho (un bantha de Tatooine, si se prefiere) que intentara correr como un guepardo, desplomándose en el proceso bajo la masa de su grandilocuencia, sus ocurrencias de última hora y, en fin, de un pasado del que no sabe ni quiere escapar. Solo que, a diferencia de Lucas, Abrams solo puede excusarse con imponderables como el despido de Colin Trevorrow. Los problemas de la cinta están ahí porque él, o Disney, o ambos, lo han querido.

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