Goya y el birlocho inglés
Retorno fastuoso a la ciudad del Támesis del artista aragonés.
El aficionado goyesco puede saciar en Londres su deseo de ver retratos inolvidables. La exposición es a todas luces excepcional. En la capital británica pueden contemplar La familia del infante don Luis, que vimos en el Museo de Zaragoza en 2008, el niño Osorio del Metropolitan, el soberbio Osuna de la Frick, la Familia Osuna del Prado, Jovellanos y Saavedra, el Guillemardet y el Evaristo Pérez del Louvre éste último ilustra la cubierta del catálogo- el San Adrián de Navarra, el Zapater y Moratín de Bilbao, la Zárate de Dublín, el Llorente de Sao Paulo que vimos en la Lonja en 1992-, el Tiburcio del Met, el Marianito Goya de Dallas, el Duaso de Sevilla, y el dibujo de Otín, que yo publiqué en la revista La magia de viajar en 2008.
Goya era experto en retratos infantiles, quizá porque el niño todavía se muestra sin trampa ni cartón, con la espontaneidad desnuda de su inocencia. El niño Osorio muestra la inocencia asediada por la rapacidad. Una urraquita espiada por dos gatos siniestros. Conozco otro retrato infantil pintado en Zaragoza probablemente el primero de Goya- con monstruo manierista. Un Lovecraft de Goya.
Desde Zaragoza han sido prestados el Autorretrato de boda, de Ibercaja, el Luis María, hijo de la Infanta, y el magistral Duque de San Carlos, encargo del Canal Imperial, acaso el mejor cuadro que tenemos en Zaragoza. Un Gógol de Goya.
El único retrato inédito es el desangelado oficial Valentín Bellvís, de la colección Villar Mir. En sala aparte, como en cuarentena, se expone la famosa maja Isabel de Cobos, que lleva más de un siglo en la National Gallery como obra de Goya, y que ahora ha caído en desgracia, todavía no sabemos por qué motivo. En cualquier caso, vale mil veces más el Goya fake de la Isabelona, que el Goya de nueve millones de euros de Villar Mir. Como diría Hamlet: "economía, Horacio, economía".
El comisario de esta exposición es Xavier Bray, nombre que gustaría mucho al pintor, pues su hijo único, se llamaba Xavier Goya. Para Bray el pintor aragonés es el maestro del retrato psicológico. En otras palabras, "the person who inhabited the role", dice Bray, Goya brota como un titán de la época ilustrada en que nace el ciudadano moderno. "La loi égale et la foi libre". En ese sentido, Goya no hace sino pillar a sus modelos in fraganti, el estatus como farsa social. Blecua barruntaba que todos los retratos goyescos tienen ojos de sordo. Ojos de fiera enjaulada. En todo caso, si Goya resucitara y escuchara la sarta de simplezas que suscitan sus cuadros nos tomaría por perfectos majaderos. No digamos ya, la jerga cientificoide tartar de estilemas de los eruditos dogmáticos. En la National Gallery se expone el majo Conde de Fernán-Núñez, más chulo que un ocho, pese a su castiza atmósfera inglesa, con pose de Hamlet-Nureyev, como si nos fuera a bailar "To be or not to be", con música de Purcell. Bray cita al profesor Julián Gállego al glosar este retrato. Goya pintó unos doscientos retratos, no todos obviamente rayan a igual altura, de modo que siempre habrá lagunas en toda exposición. En esta ocasión la laguna son los dos retratos de boda de Xavier Goya y su esposa, colección Noailles de París, que Julián Gállego pudo ver en el salón de los Noailles y que glosó de forma magistral en su libro La peinture espagnole, 1963. La exposición de Londres vale el viaje. Quiero agradecer a Esther Saunders-Deutsch, por facilitarme el catálogo de Goya The Portraits. Quizá pase otro medio siglo para que vuelva a verse este fastuoso retorno de Goya a la ciudad del Támesis.