La emoción y el sentimiento de las navatas de Laspuña

El Club Náutico de Zaragoza acoge una exposición de fotografías que reflejan la fuerza y la rusticidad de los descensos por el Cinca

Rubén Ortega, Esther Naval, Juan Quílez, Sara Fernández y Joaquín Irigoyen, sobre la navata.
La emoción y el sentimiento de las navatas de Laspuña
Maite Santonja

La exposición de fotografías ‘Nabateros en a Zinca, o río ye o Camín’ se inauguró ayer en el Club Náutico de Zaragoza sobre el mejor escenario posible: una navata. Fue uno de los atractivos de la feria de Turismo Fluvial que se celebró hace un par de semanas y ahí sigue, esperando a que los zaragozanos se acerquen a conocer de qué forma estas embarcaciones contribuyeron a la supervivencia de los aragoneses de las tierras altas.


La autora de las fotografías, Esther Naval; el presidente del Club Náutico de Zaragoza, Juan Quílez; y algún invitado más no tuvieron inconveniente en subirse a la navata para ilustrar esta crónica. Esther comentaba que las imágenes las tomó en el descenso del año pasado. «Me planteé un reportaje íntimo, que reflejase lo que sienten y transmiten sus protagonistas, sus raíces y por qué están ahí», comentaba. 


En fin, el sentimiento y la emoción que todavía hoy se vive en localidades como Laspuña, en el Sobrarbe. Desde allí, precisamente, ayer se acercó a Zaragoza el secretario de la Asociación Nabateros del Zinca-Sobrarbe, Joaquín Irigoyen. Él hace ya unos años que no baja por el río, pero al ver las fotografías de Esther tiene claro que «consiguen algo muy difícil, que es transmitir el cariño que pone la gente a la hora de construirlas y el respeto por una actividad que se lleva realizando desde hace siglos». 


En total, se muestran 15 fotografías, todas en blanco y negro, cargadas de contrastes, de la luz especial que reflejan el río bravo, la madera, la montaña y el cielo del Pirineo. Las hay de gran tamaño y alguna serie con diferentes texturas a partir de los materiales que se utilizan para su construcción. «Cuando haces una foto a una navata, casi siempre sale bien –comentaba Joaquín Irigoyen–, son muy fotogénicas, pero la rusticidad que plasman estas imágenes es más difícil de lograr». 


La secretaria del Club Náutico, Sara Fernández, explicaba que la exposición se puede ver hasta el próximo mes de septiembre y animaba a los zaragozanos a acercarse. Lo mismo hacían algunos de los asistentes a la inauguración como Rubén Ortega o Pablo Polo, de la asociación Iberflumen. 


Durante el acto, Juan Quílez hizo mucho hincapié en lo importante que es recordar el origen de las cosas. «No hay nada más primario que una navata hecha con las manos de los hombres del Pirineo, sin clavos ni piezas de metal; una tradición que durante mucho tiempo fue una forma de vida y que de ninguna manera se puede perder». 


La que hay amarrada en el embarcadero del Club Náutico es un buen ejemplo y ahí seguirá algunos meses más.