Ocio y Cultura

El Patio de la Infanta, en su historia, su arte, su simbología y su vertiente literaria

Un libro de Jacinto Gil y Magdalena Lasala ofrece nuevas visiones del monumento.

Magdalena Lasala, José Luis Rodrigo, Domingo Buesa y Jacinto Gil presentaron ayer el libro en el Patio de la Infanta.
José Miguel Marco

Cuando se cumplen 60 años de la reconstrucción del Patio de la Infanta en la sede de la actual Ibercaja, la fundación de la entidad financiera acaba de publicar un libro que recorre la historia de este importante monumento. Y lo hace con una doble intención: divulgar su importancia al tiempo que se explica su simbología, y recrear la figura histórica de quien fue su más noble habitante, la infanta María Teresa de Vallabriga. Por ello son dos los autores del libro: Jacinto Gil, que se ha ocupado del primero de los apartados, y Magdalena Lasala, que ha usado el género de la literatura epistolar para recrear una figura femenina que, subraya, «podía haber cambiado el rumbo de la historia de España».

La publicación es el segundo volumen de la Colección Patrimonial editada por Fundación Ibercaja, tiene 320 páginas e incluye además textos de Amado Franco, presidente de la Fundación Ibercaja; y Domingo Buesa, presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis.

Se presentó ayer por la mañana por sus autores en el marco del escenario que lo protagoniza, el propio Patio de la Infanta zaragozano, en un acto en el que participaron además José Luis Rodrigo, director general de Fundación Ibercaja, y Juan Carlos Sánchez, jefe de la Obra Social de Fundación Ibercaja.

«Era necesario acometer este libro porque nace para compartir el deseo de explicar lo que se muestra y lo que se sugiere en el Patio de la Infanta –aseguraba ayer Domingo Buesa, impulsor del proyecto, que también tomó parte en el acto–, pero aún hay otra razón más. Y es que era necesario también que el Patio nos hablara de su día a día, de sus ilusiones y tristezas. Aquí han vivido personajes ilustres, como Gabriel Zaporta, Lupercio Leonardo de Argensola, que fue uno de sus dueños, o Ramón de Pignatelli, que falleció en este lugar. Había que acercarlos a los zaragozanos desde la pedagogía pero, también, desde el sentimiento».

La primera parte del libro describe el patio renacentista desde un punto de vista histórico y simbólico, y repasa además todos sus avatares en el tiempo, desde que fue mandado construir por Gabriel de Zaporta hasta que lo adquirió la entidad financiera aragonesa a un anticuario de París.

«La historia del patio me recuerda a la película ‘Vidas cruzadas’, de Robert Altman –aseguraba ayer Jacinto Gil–. Porque en él se han cruzado lo pasos de reyes, comerciantes, letrados y un largo etcétera. Se construyó en una época, además, en la que Zaragoza era ‘la harta’ porque había en ella más de 150 casas palacio, de las que, desgraciadamente, solo han sobrevivido unas pocas».

Un horóscopo matrimonial

El libro abunda en el estudio de todos los relieves escultóricos, que los historiadores consideran que constituyen el horóscopo del día en que contrajeron matrimonio Gabriel de Zaporta y Sabina Santángel, el 3 de junio de 1549 a las 18 horas y 58 minutos.

Así, en las columnas están representados los siete planetas que se conocían en la época. Sobre las columnas hay un friso ornamentado con medallones con retratos de parejas de amantes famosos. Y, sobre este, en el antepecho que rodea al patio, están esculpidos 16 personajes portando espada, desde Fernando el Católico a Carlos V. Y hay más elementos.

«Nada en la decoración escultórica del patio se dejó al azar», señalaba ayer Jacinto Gil, en cuyo estudio ha analizado cualquier detalle, por pequeño que sea. «Gabriel Zaporta puso en este patio alma, pasión, armonía y belleza. Vivió y logró lo que quiso ser», concluyó.

Por su parte, la escritora Magdalena Lasala, Premio de las Letras Aragonesas, ha adoptado el género epistolar para darle voz literaria a la propia infanta, reconstruyendo en el libro parte de lo que podría haber sido su correspondencia entre 1792 y 1808.

«Este es un monumento que se explica a sí mismo por su hermosura –señalaba–. Y es que la belleza no debe explicarse, solo debe sentirse. Mi fascinación por este patio se remonta a 30 años atrás y desde entonces he tenido el privilegio de verlo, tocarlo y emocionarme con él cada día. He sido una privilegiada por convivir con él todo este tiempo y percibir que este sitio guardaba cosas que yo tenía que descubrir. He abierto mi mente y mi corazón a lo que quisiera contarme». Desde su óptica de escritora, María Teresa de Vallabriga, «fue una superviviente, que sobrevivió a su destino».

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