Un libro revela la gracia, el gusto y el genio de Pertegaz

Javier Hernández Gracia le dedica al maestro de Olba la monografía 'El hombre que rozó la perfección'

Portada del libro de Javier Hernández Gracia.
Portada del libro de Javier Hernández Gracia.
Gobierno de Aragón/Torre Village.

"Siempre he querido alcanzar esa perfección que es imposible, pero al menos rozarla", dijo en una ocasión el modisto y diseñador Manuel Pertegaz (Olba, Teruel, 1918-Barcelona, 2014), que fue uno de los grandes nombres de la costura española, tras la estela de Cristóbal Balenciaga y Pedro Rodríguez, todo un artista del glamur, "introvertido, discreto y perdido en su propio universo", según dice el fotógrafo Robert Royal en el prólogo del libro que se presentó ayer en el museo Pablo Serrano: ‘Manuel Pertegaz. El hombre que rozó la perfección’ (Gobierno de Aragón /Torre Village, 2018. 299 páginas) de Javier Hernández Gracia, licenciado en Historia del Arte. El libro recrea la vida y la obra de un turolense universal que expuso en 2004 en el Centro de Arte Reina Sofía y que recibió el Premio Nacional de Moda en 2009.

Más que dar su opinión o incurrir en la hagiografía, Javier Hernández reconstruye, paso a paso, testimonio a testimonio, documento a documento, las creaciones y las incidencias más significativas del modisto, que fue un caso ejemplar de vocación.

Manuel Pertegaz vivió en Olba, su localidad natal, hasta los diez años, y allí percibió los terciopelos de la iglesia y el trabajo callado y pugnaz de su madre, puntada a puntada. La familia se trasladó a Barcelona; y él, siendo un niño aún, se inició en la joyería, pero a los trece años ya trabajaba en la Sastrería Angulo, capital en su formación; allí aprendía, hacía mano y se adueñaba de los secretos del oficio; en su casa, con su hermana Encarna, seguía trabajando. Pertegaz jamás se olvida de las ayudas, por eso dijo que más que Pedro Rodríguez, en cuyo taller intentó entrar sin fortuna, fue clave la Cooperativa de Alta Costura de Barcelona.

En 1941, en la avenida Diagonal 490 abrió su primera casa de modas. En 1948 haría lo mismo en la calle Hermosilla de Madrid; además, ese fue un año clave porque se trasladó a París y conoció a otra referencia para él, Christian Dior, al que estaría a punto reemplazar tras su fulminante. Los dos reconocieron el influjo de Balenciaga. "Yo soy Dior gracias a Balenciaga", le contó el modisto francés.

La trayectoria de Manuel Pertegaz no hizo más que crecer. Vestiría a grandes actrices de Hollywood –desde ‘la mujer cisne o mujer sin culo’ Audrey Hepburn a las exuberantes Ava Gardner o Joan Crawford– y no solo eso, en 1954, recibió el Óscar de la Moda de Harvard. En 1961 vestiría a Carmen Sevilla, que se casó con Augusto Algueró en la basílica del Pilar, y en 1969 concebiría el vestido, con pedrerías, de 14 kilos de peso, de Salomé, que ganó en el Festival de Eurovisión. En esos días, una de las periodistas que más entusiasmo mostró por su creación y su biografía, María Pilar Comín, resumió sus virtudes en tres palabras: gracia, gusto y genio. Pertegaz, que solía recordar que fue "autodidacta por obligación", ya era algo semejante una institución. Llegó a contar con 700 empleados, creo varios perfumes, sufrió una importante crisis en 1978, pero se reinventó con la alta costura y ‘el prêt à porter’.

De Barcelona-92 a Letizia

Le quedaban muchas cosas por hacer: colaboró con las Olimpiadas de Barcelona en 1992, en 1999 volvió a Olba para ser nombrado Hijo Predilecto y diseñó el vestido de la reina Leticia para su boda con Felipe VI en 2004. Javier Hernández dice que ese encargo "es el diamante a una carrera impecable en el campo de la moda, su reconocimiento como artista y también como ser humano".

Murió el 30 de agosto de 2014. En 2017 fue objeto de una gran exposición en las salas del Canal Isabel II. Fue una muestra bellamente montada que confirmaba una idea de los norteamericanos: Pertegaz era "el caudillo de la moda" y fue, como recuerda su biógrafo, alguien que sabía interpretar "lo que en cada momento la sociedad le transmitía".

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