Las tres soledades de la mujer que denuncia maltrato: "Quedas hecha polvo mentalmente"

Al romper el silencio para acabar con el maltrato surge el desamparo institucional, familiar e interior, que brindan impunidad al agresor.

Abandonos que sufre la mujer que se rebela contra el maltrato.
Abandonos que sufre la mujer que se rebela contra el maltrato.
Pixabay

Cada día más celoso, la violencia creció. El primer puñetazo apuntó al ojo. Después de otro "episodio fuerte" Mariluz llamó al teléfono contra el maltrato. "Me dijeron que abandonara el domicilio inmediatamente", recuerda. "Preparé las maletas para mí y mis tres hijos, cogí los documentos personales, el libro de familia e ingresé en una casa de acogida". Para el juicio le asignaron una abogada de oficio. "La tuve que dejar porque no avanzaba", asegura. "No sentí que esa mujer me comprendiera. Los juicios eran vergonzosos por la forma en que te hablan". Una experiencia similar tuvo F., que llegó al juzgado porque un vecino llamó a la policía después de una agresión. "A mi abogada de oficio se le olvidó poner un recurso. Me dijeron que me había dejado desprotegida", recuerda F., de 42 años.

Mariluz, con más de 20 denuncias contra su expareja, y F. percibieron, así, un tipo de desamparo frecuente entre las mujeres que denuncian a su pareja: la soledad institucional. F. tuvo "unos minutos" para sacar sus cosas de la casa de él. "Me dijeron que no le vería pero me lo encontré en las escaleras del juzgado. Fue horrible. Tuve que volver a subir para que no pasara nada. Fue el primer fallo del sistema. Nadie me quiso acompañar a mi casa. Fue como decirme: ya denunciaste, ya no importas".

Soledad institucional

Este es uno de los abandonos que sufre la mujer que se rebela contra el maltrato. Entre los testimonios recabados, las mujeres que denuncian coinciden en señalar la displicencia de las autoridades. Primero, la mujer "se siente sola cuando va a denunciar", explica Ana Bella Estévez, superviviente y directora de la Fundación Ana Bella, dedicada a orientar y acompañar a víctimas de la violencia de género. "Tienes derecho a un abogado, pero el de oficio, al que llama la policía, puede tardar horas. Y la mujer sola, o con un niño, espera y se puede arrepentir porque el momento para denunciar es cuando la mujer está convencida".

El sistema informático para ingresar el caso en el VioGén también alienta el desamparo. "El algoritmo tiene fallos y no puede ser alimentado solo por el policía", dice Ana Bella. "Tienen que meter datos de la asistente social, los del centro de salud, todos los recursos que rodean a la mujeres. La que denuncia tiene que saber el riesgo, es de sentido común".

En el juzgado "quedas hecha polvo mentalmente, con la autoestima fatal", rememora Mariluz. Luego, si hay condena, "también es soledad que haya un policía para 50 mujeres en el sistema de protección, o que no existan suficientes dispositivos electrónicos", prosigue Ana Bella, que denunció con 29 años y cuatro hijos, tras ser estrangulada por su pareja después de repetidas agresiones graves. Al juicio "no queremos ir con nuestra familia, porque nos da vergüenza que escuchen lo que nos han hecho. Estamos preocupadas por cómo reaccionarán", dice. "Aún así es mucho mejor salir adelante que seguir con el maltratador".

Soledad familiar

Viene aquí un segundo desamparo, el familiar. "El maltrato se basa en esa soledad", explica Estévez "Nos quedamos sin amigas, sin familia". La violencia de género se apalanca en ese aislamiento.

Al recibir el primer golpe del bate de béisbol con que su marido la golpeó, Efi se encerró en la habitación con su hijo de 14 años. "No tenía una mirada normal, no sé explicarlo". Llamó a la policía mientras él "partía la puerta a golpes". Le había conocido con 15 años, siete después se casaban. Vino la denuncia, la huida, el dormir en un cajero una noche, el peregrinaje por las instituciones cuando cumplía 26 años de matrimonio. "Todo este proceso lo vivo sola con mi hijo", recuerda ahora, con 54 años. "Mi padre no me llamó para saber si estaba viva. Por mi casa no apareció nadie ni de su familia ni de la mía. Solo para reclamarme que viviera en el piso familiar, que estaba a nombre de mi suegra".

Tampoco Mariluz tuvo apoyo de su entorno íntimo. "No tenía amigas. Mi padre se llevaba bastante bien con él y me recriminó cuando lo dejé. Y a mi madre no podía contárselo porque tenía esquizofrenia y yo era su cuidadora. ¿Irme a casa de alguno de mis seis hermanos? Ese apoyo no lo encontré". Además suele pasar que los familiares dan un ultimátum a la víctima, cuando retorna con el maltratador una y otra vez. "Ahí se queda completamente sola", analiza Ana Bella.

A Efi la ayudó el párroco de la iglesia donde cantaba en el coro. "Él (su expareja) me fue retirando de mis padres y mis amigos", reflexiona. "La soledad no se termina. Hay etapas en que te encuentras mejor o más estable. Pero eso no se te olvida. Y cuesta. Con mi padre he tenido contacto. Con mis hermanos muy poquito. Esa soledad sigue ahí".

Soledad interior

La tercera soledad es interior. La produce la culpa interiorizada y el silencio exterior. "Te sientes culpable porque te han dicho que tu comportamiento genera su agresión, y luego por mandar a la cárcel al padre de tus hijos", argumenta Ana Bella.

"Y si no hay denuncias previas, todos culpabilizan a la víctima". Ese aislamiento se acrecienta en los meses por venir. "Cuando denuncias es difícil recibir el apoyo que ibas a recibir. Hoy te dan 456 euros. ¿De qué le sirve a quien se ha quedado en la calle por denunciar y sin trabajo por huir de él?", dice Ana Bella.

Como un túnel sin salida el desamparo continúa cuando no hay un alquiler para una maltratada, o se sentencia custodia compartida a pesar de las órdenes de protección o la denuncia no lleva a la condena.

Las mujeres que denuncian son arropadas por otras que ya conocen esa experiencia. "Se siente mucha frustración, no saber por dónde voy. A quién le pido ayuda. No sé. Te sientes muy sola. Psicológicamente hace mucho daño", afirma Efi.

Con todo, "si yo no hubiera denunciado estaría muerta ahora mismo", mantiene Ana Bella. "Denunciar salva vidas".

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