PP y Vox, la alianza incómoda que no sirvió para llevar el 'efecto Feijóo' a la Moncloa

Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal han visto cómo se les escapaba el cambio de Gobierno por apenas cuatro escaños.

El lider del PP, Alberto Núñez Feijóo (i) y el líder de Vox, Santiago Abascal (d), durante una reunión en el Congreso de los Diputados
El lider del PP, Alberto Núñez Feijóo (i) y el líder de Vox, Santiago Abascal (d), durante una reunión en el Congreso de los Diputados
Eduardo Parra / Europa Press / EFE/Zipi Aragón

En los sondeos, 2023 pintaba como un año de éxito para PP y Vox, pero solo lo ha sido en parte, porque pese a multiplicar su poder territorial con decenas de pactos, su alianza no ha bastado para llevar el 'efecto Feijóo' a la Moncloa y, ahora, chocan en la oposición.

Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal han visto cómo se les escapaba el cambio de Gobierno por apenas cuatro escaños, tras salir triunfante Pedro Sánchez del sorpresivo adelanto electoral del 23-J con el que logró dar la vuelta al éxito del PP en las autonómicas del 28 de mayo.

La victoria de Feijóo en las generales fue insuficiente y Sánchez logró los números para gobernar, un escenario que, como admiten algunos dirigentes, el PP no contemplaba porque eufórico tras el aplastante resultado de mayo y a lomos de la mayoría de encuestas, se daba por segura la Moncloa y los cálculos se concentraban en si el Gobierno sería monocolor o con Vox.

Sánchez llegó a su meta advirtiendo durante toda la campaña del peligro de que un pacto reaccionario llegase al Consejo de Ministros y, con el mismo argumento defiende ahora la legitimidad de su Ejecutivo y sus acuerdos con el independentismo catalán y vasco.

Precisamente en 2023 el acuerdo entre PP y Vox ha crecido y se ha ramificado al sumar cuatro gobiernos de coalición en las autonomías -Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón y Región de Murcia- y gobernar juntos siete capitales de provincia y decenas de municipios.

Y si estos pactos fueron la antesala de las generales del 23-J, por gracia de Sánchez, ahora son los responsables de mantener cosida la entente entre PP y Vox, a pesar de que su choque en la recta final del año por sus diferencias en la estrategia de oposición.

La rencilla, sobre todo dialéctica, abre un capítulo determinante para este matrimonio de conveniencia ante un 2024 con tres nuevas convocatorias electorales -comicios gallegos, vascos y europeos- y pone el broche a un 2023 intenso para la derecha, con alegrías autonómicas, penas nacionales y protestas en la calle.

Entendimiento ante una moción de censura atípica

PP y Vox llegaban a 2023 habiendo roto en Castilla y León el tabú de gobernar juntos y con los puentes entre Feijóo y Abascal reconstruidos. En primavera, el voto a la atípica y fallida moción de censura de Vox liderada por el nonagenario Ramón Tamames dio fe de la mejora de la relación.

El PP pasó del no a la moción de Abascal en 2020, que generó un cisma con Pablo Casado, a la abstención en 2023. Faltaban apenas dos meses para las elecciones autonómicas y locales.

España se tiñe de azul

El 28 de mayo, cumpliendo lo previsto, el PP tiñó España de azul. Aventajó al PSOE en cerca de ochocientos mil votos y arrebató seis gobiernos autonómicos a los socialistas. Hoy lidera once autonomías y cogobierna Canarias. Los populares arrasaron también en las municipales.

La victoria fue inapelable en el caso de las mayorías absolutas de Isabel Díaz Ayuso, que salió reforzada en Madrid, y de Gonzalo Capellán en La Rioja, pero quedó pendiente de pactos en otras siete autonomías.

Por su parte, el partido de Abascal triplicó resultados y solo tuvo un borrón en la Comunidad de Madrid, donde perdió la capacidad de condicionar a Ayuso.

Coaliciones entre PP y Vox, aún a regañadientes

La reacción de Pedro Sánchez al descalabro de la izquierda fue llamar a las urnas anticipadamente lo que dejó al PP sin tiempo para saborear la victoria y obligado a activar la maquinaría electoral al mismo tiempo que negociaba pactos autonómicos y municipales con Vox.

Como candidatos, los populares habían defendido gobiernos monocolor pero, en cuanto a Vox, no todos estaban dispuestos a lo mismo.

Carlos Mazón (PP) rompió la baraja cerrando rápidamente la primera coalición en la Comunidad Valenciana, mientras que, por el contrario, María Guardiola proclamaba su negativa a cogobernar con Vox en Extremadura.

La popular, que sostuvo públicamente que no podía gobernar con quien niega la violencia machista, deshumaniza a los migrantes o tira a la papelera la bandera LGTBI, disparó los nervios ante una posible repetición electoral. Finalmente tuvo que protagonizar una sonada rectificación, dando entrada a Vox a su Ejecutivo.

La polémica dio argumentos a la izquierda para anticipar lo que Feijóo podría hacer en Moncloa. Y pactos como el de Baleares, con Vox condicionando desde fuera, o el de Cantabria con el PRC, no sirvieron para convencer de la existencia de una geometría variable.

Una victoria insuficiente agua el 'verano azul'

El PP empezó su campaña augurando un verano azul y prometiendo la derogación del 'sanchismo', pero la ola no llegó a la orilla.

El éxito de Feijóo en el debate electoral disparó la euforia, pero su ausencia en el segundo o el choque por la revalorización de las pensiones, fueron obstáculos que fueron complicando el camino a la Moncloa.

Perjudicaron también, admiten en el PP, los pactos con Vox, las polémicas sobre la lucha contra la violencia machista o que Abascal augurase más tensión en Cataluña si gobernaban.

Feijóo ganó las elecciones, pasó de 89 a 137 diputados y consiguió la mayoría absoluta en el Senado, un gran resultado, pero... la noche de fiesta que daban por segura la mayoría de las encuestas se aguó porque PP y Vox no sumaban para conformar una mayoría de Gobierno.

Para cuadrar la ecuación de la Moncloa había que mirar a PNV o a Junts, lo que parecía y se confirmó imposible por la incompatibilidad entre Vox y los nacionalistas catalanes y vascos.

El líder del PP habló con el PNV (con Vox, nada, le respondieron), abogó por intentarlo con Junts (nada y además enfadó a parte de su partido) y pidió incluso votos de críticos del PSOE o una alternancia de dos años en el Gobierno con los socialista (nada).

Vox seguía siendo el incómodo pero imprescindible socio para el PP; habían retrocedido una veintena de escaños, de 52 a 33, y perdido sus dos principales armas en la anterior legislatura: el recurso ante el Tribunal Constitucional y la moción de censura.

Los de Abascal no disimularon su decepción y culparon a Feijóo de haber sido demasiado tibio en la campaña. Quince días después de las elecciones vieron como su portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros, dejaba la política.

Pese a no darle los números, Feijóo, como ganador de las elecciones, fue candidato a la investidura. Amarró el apoyo de UPN, Coalición Canaria y también el de Vox, sin que exigiese asientos en un Gobierno en realidad inexistente.

Abascal sí logró que Vox entrase en el Ejecutivo de la Región de Murcia, que siguió a la coalición de Aragón, cerrada con discreción durante el mes de agosto.

Y de nuevo a la oposición

Fallida la investidura de Feijóo y exitosa la de Sánchez, PP y Vox permanecen en la oposición, con marcadas diferencias y alguna coincidencia.

Coinciden al salir a la calle contra la amnistía, pero el PP se desmarca de las protestas ante la sede del PSOE, que auspicia Vox. Vox habla de "golpe" de Sánchez y exige al PP un cordón sanitario a los socialistas, mientras el PP acusa a Abascal de ser el salvavidas de Sánchez al desviar la atención de sus pactos con declaraciones polémicas.

Los dos incómodos aliados encaran una legislatura que se presenta tan bronca como incierta, cada uno con su estilo de oposición y mirándose de reojo el uno al otro.

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