Pisa y la sequía abonan la teoría de la década perdida del 'procés' en Cataluña

La oposición pide al presidente Pere Aragonès que acabe ya con la «agonía» de la actual legislatura catalana.

Salvador Illa observa a Pere Aragonès durante el pleno del Parlamento de Cataluña celebrado el pasado miércoles.
Salvador Illa observa a Pere Aragonès durante el pleno del Parlamento de Cataluña celebrado el pasado miércoles.
EFE

Los suspensos en el informe Pisa y la sequía han despertado abruptamente al independentismo del largo sueño del 'procés'. Los alumnos de la Dinamarca del sur, como llamaban los nacionalistas a Cataluña para ponerla como un ejemplo de excelencia en innovación, progreso social y estado del bienestar -un oasis, decían-, están por debajo de la media española y de la OCDE en matemáticas, ciencias y comprensión lectora. El peor resultado de su historia. En diez años, el alumnado catalán ha perdido un curso en matemáticas y casi dos en comprensión lectora. Cataluña, a la cola de España.

El diagnostico del socialista Salvador Illa, jefe de la oposición, ha sido demoledor. Cataluña está «sin agua, a oscuras y los niños no saben ni leer ni escribir ni sumar». La oposición le pide al president que acabe con la «agonía» de esta legislatura, según resume la situación Junts.

Sin agua, porque padece la peor sequía, según el Govern, de los últimos 100 años. Que llueva no depende del consejero de turno, pero este sí puede gestionar los recursos para paliar una situación. Desde la época de los dos tripartitos (2003-2010), que también afrontaron un escenario similar en 2008, la administración catalana no ha tomado medidas estructurales. Ahora, rechaza un trasvase del Ebro a Barcelona que despertaría las fobias de Tarragona hacia la capital catalana y apela a la solidaridad interterritorial, para llevar agua a Barcelona en barco, cuando al mismo tiempo propone salirse del régimen común autonómico de financiación.

Y a oscuras, porque Cataluña está a la cola de España en la transición verde. Durante una década de 'procés', apenas se han impulsado grandes infraestructuras de energías renovables. En España, de media, en torno al 45% de la electricidad procede de energías limpias, pero Cataluña no supera el 20%.

El Govern protagonizó día atrás uno de los mayores patinazos de su mandato, al atribuir los malos datos de Pisa a los alumnos inmigrantes, «sobrerrepresentados» a su juicio en las pruebas. Rectificó de inmediato. Pero la primera impresión es la que queda. ERC culpó luego a los recortes, a los gobiernos anteriores (de los que formó parte) y a la desigualdad. La Consejería de Educación alertó que Cataluña encabeza el ranking en España de mayor pobreza infantil. Ya no se puede decir que el modelo educativo catalán es un modelo de éxito, según lleva décadas defendiendo el catalanismo cuando alguien cuestiona el sistema de inmersión. El presidente catalán, Pere Aragonès, que el jueves recibe a Pedro Sánchez en el Palau de la Generalitat, ha convocado a los grupos a una cumbre esta semana para buscar soluciones a la enseñanza.

Alarmas en el nacionalismo

El independentismo, en diferentes sensibilidades y colores, lleva gobernando Cataluña desde 2010. Primero Artur Mas (2010-15), más tarde Carles Puigdemont (2016-17), Quim Torra (2018-20) y ahora Pere Aragonès (desde 2021). A la administración catalana ya no le sirve el comodín de echarle las culpas al Estado o al 'España nos roba' como ha hecho durante años ante otras cuestiones, porque la Generalitat tiene plenas competencias en educación y ha salido mucho peor parada que otras autonomías que también están en el régimen común del sistema de financiación.

Es una suma de factores. También debe de influir que dirigentes como Quim Torra afirmaran que no eran presidentes para gestionar una autonomía. Lo mismo opinaba Clara Ponsatí, consejera de Educación con Puigdemont. Ambos son de la teoría de que para Cataluña ser una autonomía y actuar como tal es un obstáculo para alcanzar la independencia. ERC se desmarcó de esta corriente del independentismo y bajo la presidencia de Aragonès ha tratado de poner la gestión en el centro de su acción política, en paralelo a su agenda soberanista. Los republicanos lo calificaron como la «gestión del mientras tanto». Según el último CEO (CIS catalán), la ciudadanía catalana valora esta apuesta, ya que por primera vez desde 2016 el Gobierno catalán ha conseguido aprobar (con un 5 sobre 10). En cambio, en las generales y las municipales, ERC sufrió sendas derrotas: su electorado le ha castigado por priorizar el día a día.

Pisa ha sido un golpe muy duro para el Govern, que ha hecho saltar todas las alarmas a un año de las elecciones catalanas, en las que el secesionismo podría no solo perder la Generalitat, sino la mayoría absoluta en el Parlament. Mayoría en cualquier caso que no actúa como tal, pues Aragonès gobierna en minoría con el único apoyo de los 33 escaños (sobre 135) de su partido, ERC. Junts se salió del Govern hace un año y la CUP pasó a la oposición en 2021.

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