política

Las aspiraciones de Sánchez se topan con la batalla por la hegemonía independentista

Carles Puigdemont rechaza negociar de forma conjunta con Esquerra un acuerdo con los socialistas.

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, tras la reunión con el Rey Felipe en el Palacio de la Zarzuela
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, tras la reunión con el Rey Felipe en el Palacio de la Zarzuela en una imagen de archivo.
EP

Se acabaron los tiempos en los que Pedro Sánchez podía lidiar con solo una parte del independentismo catalán, el más dialogante y el que a lo largo de la pasada legislatura le permitió, con los 13 diputados de Esquerra, aprobar sus principales iniciativas salvo por excepciones notables como la reforma laboral.

El independentismo ha entrado en una nueva fase obligado por los resultados de las pasadas generales. Hasta ahora, el Gobierno solo tenía un interlocutor entre las formaciones catalanas. Tras el 23-J y el resultado electoral, tendrá que ponerse de acuerdo con las dos principales fuerzas independentistas catalanas. Es una novedad, pero durante la pasada legislatura Sánchez ya ensayó, y con éxito, esa doble entente con el PNV y EH Bildu.

El principal problema para los socialistas es que ERC y Junts compiten para negociar la investidura y quedar ante el electorado secesionista como la fuerza que ha conseguido exprimir de la mejor manera a los socialistas. A Junts incluso le llegan los cantos de sirena desde el PP para favorecer una investidura de Feijóo que a día de hoy se antoja imposible.

Está en juego la legislatura, pero para republicanos y junteros lo que premia es la batalla por la hegemonía electoral en Cataluña. Está sobre el tapete el Palau de la Generalitat, lo que de verdad les importa. De momento, no hay elecciones previstas en Cataluña hasta 2025, pero nadie pone la mano en el fuego de que no haya un adelanto, viendo la debilidad en la que está el Govern desde hace un año en que Junts decidió romper con Aragonès y salir del ejecutivo. Esto convierte la negociación en Madrid en una pugna entre dos socios, lo que complica las cosas a Sánchez.

En un primer momento, ERC lanzó todas sus redes hacia Junts para intentar cerrar una estrategia común en la negociación. Los republicanos salieron muy tocados del 23-J, tras perder más de 400.000 votos y trataron de mitigar el fracaso uniendo fuerzas con Junts. Pero Carles Puigdemont se ha negado en todo momento, según fuentes republicanas. El expresidente de la Generalitat está en una posición de fuerza y no quiere compartir el timón de mando. Tiene el control y quiere que se escenifique hasta el punto que hay voces que apuntan que reclama que el acuerdo (si lo hay) con el PSOE se cierre en Waterloo, una imagen que se descarta por completo desde Ferraz.

Elecciones autonómicas

ERC y Junts compiten por capitalizar la negociación, tal y como ya se pudo comprobar en los acuerdos para la elección de la presidenta del Congreso. Esta pugna marcará las conversaciones y la competencia, lo que puede provocar el encarecimiento del precio para los negociadores del Gobierno. Las dos formaciones tienen que justificar ante sus parroquias las conversaciones "con los del 155" por lo que ambas querrán adjudicarse el trofeo de caza, en caso de que lo haya. Junts se ha desmarcado desde el principio de sus otrora socios.

Tras el pacto para investir a Armengol, los junteros pusieron en marcha su maquinaria para trasladar la idea de que ellos sí saben negociar, a diferencia de Esquerra Republicana, y que cobran por adelantado. Que no se dejan engañar y que ahora a Sánchez no le saldrá gratis la investidura, a pesar de que hace cuatro años tuvo que conceder los indultos y reformar el Código Penal.

Junts puede ser rehén de sus palabras y ya no pone tanto el foco en la autodeterminación como en la amnistía, viendo que los negociadores gubernamentales son más generosos en esta carpeta. Los de Puigdemont se la juegan y temen aparecer en todo el proceso negociador como unos traidores a la causa de la independencia, lo cual les alejaría de la posibilidad de recuperar la presidencia de la Generalitat.

ERC no puede quedar como una formación subalterna, tras ser el socio de preferencia del Gobierno. Y no puede quedar como un partido que se contenta con cesiones de tipo sectorial, como cuestiones financieras y de infraestructuras. En realidad, ambos partidos piden lo mismo, amnistía y autodeterminación, pero de momento solo ERC ha dicho que la primera carpeta es una línea roja, como dando a entender que la segunda puede esperar para más adelante. La cuestión es la autodeterminación. 

En una carta a la militancia, Junqueras exigía días atrás a Sánchez "concretar las condiciones para ejercer la autodeterminación". "Hechos comprobables" antes de comprometer el voto, dijo Puigdemont antes de dar su apoyo a Armengol. Lo mismo exigirá para la amnistía y la autodeterminación. Mientras tanto el PSOE se ve obligado a negociar con unos y otros.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión