Los jóvenes españoles lideran el consumo de tabaco en pipas de agua

El 90% de los fumadores de cigarrillo electrónico no abandona los pitillos convencionales, según un estudio realizado en diez países europeos.

Un joven fuma tabaco con una cachimba en un café de París.
Un joven fuma tabaco con una cachimba en un café de París.
Reuters

La industria de la nicotina ha conseguido abrir un nuevo camino para llegar a los pulmones y las arterias de los jóvenes: las pipas de agua. Los españoles de 15 a 25 años, engatusados por todo un mundo de olores y sabores exóticos, lideran en Europa el uso de cachimbas para fumar tabaco. Un estudio realizado en diez estados señala que uno de cada cinco jóvenes de nuestro país fuma con alta frecuencia en las tradicionales 'shishas' del Magreb y Oriente Próximo, una tasa a la que solo se acercan Bulgaria y Grecia.

No se trata de un pasatiempo vacacional o de algo ocasional. El 20% de los chicos españoles que fuma en narguile lo hace a diario y otro 35% enciende al menos una pipa de agua cada semana. Es un hábito. Cuatro de cada diez jóvenes fumadores diarios aspiran el humo de la manguera durante más de media hora, un 8% se acerca a los 90 minutos y hasta un 9% inhala los toxicos del tabaco durante más de hora y media cada jornada. Así lo detalla la radiografía sobre la penetración de los nuevos productos del tabaco entre los jóvenes europeos realizada por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) en colaboración con el Instituto Catalán de Oncología y la London School of Economics, y liderada por el investigador de la UOC Francisco Lupiáñez.

El fumador tipo es un varón joven que se siente atraído por la oferta de sabores -incorporan aromatizantes, aditivos y colorantes químicos frutales- y que erróneamente piensa que se trata de productos menos dañinos que el pitillo o la pipa de toda la vida, según Lupiáñez. Nada más lejos de la realidad. "Es tan o más peligroso que el cigarrillo. Inhalas la nicotina y los tóxicos del tabaco, la dosis extra del monóxido de carbono de la combustión de la brasa que quema la mezcla, y unos saborizantes y colorantes de los que desconocemos sus efectos sobre el organismo", asegura Andrés Zamorano, presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo.

Es igual de lesivo, insiste este experto, que cualquiera de los otros productos del tabaco, responsables en España de 69.000 muertes cada año. Y desenmascara otro bulo interesado. "Que nadie se engañe, el agua de la cachimba no filtra nada. Cero". El trabajo de Lupiáñez certifica todos los peligros resaltados por Zamorano y aporta uno más. La pipa de agua, que normalmente se fuma en grupo y en locales especiales, aleja a los jóvenes de la percepción de riesgo porque no ven ni un aviso de peligro ("Fumar mata") como los que llevan las cajetillas.

Zamorano cree que no es una casualidad que se haya disparado el hábito entre los jóvenes. "Se diseñan para los jóvenes. Si algo mata -se pregunta-, ¿por qué le ponen olores, sabores y colores como a las golosinas? Es puro marketing". "Es la misma estrategia que la del cigarrillo electrónico o el tabaco calentado. Nuevas fórmulas vistosas de las compañías para ganar tiempo de cara a los legisladores y seguir vendiendo la nicotina que engancha a la gente, que es su negocio", resume.

Equivocos

El propio estudio de la UOC apunta en esa dirección. Detecta que el 90% de usuarios europeos de cigarrillos electrónicos, tanto jóvenes como mayores, también fuma tabaco convencional. Pero no es solo que no parezca que les haya servido de mucho para dejar de fumar, es que el 25% de los menores de 25 años y el 30% de los mayores de esa edad llegaron al pitillo desde el inicio único en el cigarrillo electrónico. "Estos datos sugieren que el uso del cigarrillo electrónico no tiene un impacto en la reducción del consumo del tabaco convencional", concluye Lupiáñez.

La investigación no deja en mejor lugar al consumo de tabaco calentado que, como el cigarrillo electrónico, según recuerda el Ministerio de Sanidad, es "peligroso para la salud" porque no hay evidencia científica suficiente para decir que son menos nocivos que los pitillos tradicionales. Según el trabajo, el 85% de los que vapean tabaco calentado también compran cajetillas de cigarrillos o los lían ellos mismos. El camino es paralelo al del cigarro electrónico. Los usuarios empiezan a consumirlo bien por lo divertido o llamativo que les parece, bien para reducir o abandonar el uso del tabaco tradicional, objetivo que parece que no logran.

Como ocurría con las cachimbas, aclara Lupiáñez, "los usuarios de estos productos consideran que son 'más seguros' que el tabaco convencional". Su trabajo ha permitido hasta cuantificar la supuesta bondad que niega Sanidad. Los chicos de menos de 25 años creen que vapear es un 35% menos nocivo que fumar pitillos. El caso de sus hermanos mayores o padres es aún más llamativo. Piensan que reduce el riesgo de cánceres, daños pulmonares o lesiones cardiovasculares en un 46%.

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