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"Tras la desafección política siempre hay un factor económico"

El politólogo del CSIC participó este viernes en Zaragoza en un encuentro sobre su último libro, 'Antisistema'.

José Fernández-Albertos, este viernes en el Caixafórum de Zaragoza
Oliver Duch

El politólogo José Fernández-Albertos, investigador del CSIC, participó este viernes en Zaragoza en el VII Congreso de la Red Española de Política Social, donde habló de su último libro, 'Antisistema'.

¿Por qué utiliza el término de 'precarios políticos'?

Es una importación del término en sociología del precariado económico, esta idea de que la nueva economía genera un tipo de trabajadores sin ataduras claras, con trayectorias laborables muy inestables, sin una protección del Estado previsible, y que genera una situación de anomia social, según los teóricos del precariado económico, muy incierta; una clase con ganas de dejar de ser una clase. Y eso sin tener muy claro su programa político, porque son muy heterogéneos. Determinados tipos de ciudadanos han perdido sus vinculaciones con las instituciones que tradicionalmente los vinculaban con la política; son muy volátiles, tienen una relación de desconfianza, una desafección hacia el sistema político. Ellos están detrás de los terremotos políticos que hemos visto en los últimos años, como Trump, el ‘brexit’, los populismos xenófobos del norte de Europa o los populismos de izquierda del sur.

¿Por qué es importante el declive del asociacionismo, de la pertenencia a instituciones sociales como los sindicatos, los partidos o la Iglesia?

Algo que pasa desapercibido, creo, es que estas instituciones sociales garantizaban a determinados grupos una cierta conexión con la toma de decisiones colectiva. Las elecciones son solo una de las fórmula con las que los ciudadanos se vinculan con las decisiones del sistema, pero hay otras. Si yo, como trabajador, tengo un sindicato que sé que es un actor principal para negociar los pactos de rentas o el estatutos de los trabajadores, eso me da una cierta garantía de que en la mesa donde se deciden las cosas hay alguien que tiene unos intereses parecidos a los míos. Es algo que ha desaparecido, en parte porque los sindicatos han perdido capacidad de articular demandas, porque la política ahora es más compleja y los ciudadanos no ven dónde se toman las decisiones, porque la sociedad es más heterogénea…

La tesis de su libro, dice al principio, es que la coincidencia de terremotos populistas (Trump, 'brexit' o Syriza) no es casual, tiene un nudo común: la dificultad nuestros sistemas políticos para responder a los actuales cambios económicos. Es decir, que sitúa a la economía en el origen del problema.

Esta es una de las tesis fuertes del libro. Las desigualdades han aumentado y afectan a unos grupos a los que antes no afectaban; las expectativas de movilidad ahora son diferentes a hace veinte o treinta años. Luego, las demandas para corregir esa situación no se ven en la actualidad reflejadas en las políticas públicas: hay una demanda de redistribución no canalizada y eso está detrás del descontento. El cómo el descontento se transforma en desafección política toma muchas formas; puede ser racismo o populismo de izquierdas, por ejemplo. Pero siempre hay un factor económico detrás.

"Algunos grupos perciben que las democracias están capturadas por procesos tecnocráticos"

Dice: "Podría decirse que la naturaleza última de los regímenes democráticos es la combinación de una voluntad institucionalizada de responder a las preferencias de los ciudadanos y la ausencia de un compromiso concreto respecto de las políticas". ¿A qué se refiere con esta idea?

Una de las virtudes de las democracias es que son flexibles; no tienen un compromiso programático con nada, salvo principios muy globales de igualdad política. Y esa flexibilidad hace a las democracia muy adaptables a los cambios en el entorno; los debates y las prioridades en la democracia sueca de los años cincuenta no tienen nada que ver con los de Brasil con Lula, o de Estados Unidos con Reagan. Pero ahora algunos grupos perciben que la flexibilidad se ha perdido, que están capturadas por procesos tecnocráticos que no controlan o por élites corruptas, en función de la cosmovisión de cada uno. Esa sensación es grave, porque supone una avería estructural.

Plantea una cuestión interesante: ¿bajo qué “circunstancias sociales, políticas o institucionales" las políticas de compensación a los más castigados pueden ser atractivas para los gobernantes? Es algo que en la actualidad no se está dando.

Es una gran pregunta. Hay una parte que tiene que ver con que las desigualdades económicas generan desigualdades políticas, y esto provoca un circulo vicioso en el que algunos grupos se quedan fuera, sin influencia; sus prioridades dejan de tener peso en la agenda política y eso les hace aún más marginales. Luego, en un contexto en el que hemos perdido vínculos con las instituciones sociales, las que mencionábamos antes, la gente percibe que las promesas de compensación no son creíbles. Imagine que soy, por ejemplo, un minero de Asturias. Me dicen que la mina es insostenible económicamente y, a cambio de que deje de trabajar aquí, prometen que van a industrializar mi comarca. Pero yo no lo veo creíble porque en el momento en que cierre la mina me convierto en un actor totalmente prescindible, y mañana vendrá otra formación política y echará el compromiso atrás. Esa sensación de que he perdido poder político e institucional hace que sea más difícil llegar a estos pactos intertemporales, que deberían estar detrás de las nuevas formas de compensación. ¿Por qué atendemos tan poco a las familias o los jóvenes y tanto -comparativamente- a los pensionistas?

¿Porque suman menos votos?

Piense en esta pregunta: ¿querría que las pensiones sufrieran ajustes a cambio de hacer políticas sociales en otros segmentos de la sociedad? La gente ve que si acepta una rebaja de las pensiones no tiene la garantía de que un pacto para ayudar a las familias o los jóvenes se mantenga en el tiempo, y por eso intenta mantener lo que tiene: que las pensiones suban todo lo posible. La gente no cede en el corto plazo ganancias inciertas en el largo.

"Cuando toca poner números, seguimos viendo mucha reticencia a un Estado más ambicioso"

Cita un estudio de Lupu y Pontusson según el cual la distancia entre las clases medias y las bajas influye en la medida en que la competición electoral genera más o menos redistribución.

Si la vida de alguien que está entre el 10% más pobre es social, cultural y políticamente parecida al que está en la mitad, será fácil crear una coalición a favor de unas políticas educativas inclusivas, de que la sanidad sea pública… Pero si los tipos de vida son muy diferentes -sus barrios, los riesgos que enfrentan en el mercado laboral, etc-, las clases medias, que al final son las que deciden las elecciones, van a ser escépticas a la hora de apoyar programas distributivos ambiciosos, que beneficien a grupos que no son como ellos.

Y en España el fenómeno tiene que ser especialmente crudo, porque la crisis afectó más a las clases bajas que a las medias.

Sí, es evidente. En España hay una conciencia social ante problemas como la pobreza infantil, pero en términos de políticas redistributivas claras, cuando toca poner números, seguimos viendo mucha reticencia a un Estado más ambicioso. Y no es una simple cuestión de la derecha; los partidos de izquierdas también son muy reacios a aumentar los impuestos, porque saben que sus votantes son muy sensibles a estas cuestiones.

En Zaragoza, ZEC se congratula de bajar el IBI al 99% de los ciudadanos, mientras que el PSOE y Podemos pactan a nivel nacional reducir los impuestos a los autónomos y el IVA para determinados productos.

O subir el IRPF solo a las rentas de más de 120.000 euros. Tendemos a culpar a la globalización, a la UE o a las estructuras complejas de toma de decisiones, y algo de eso habrá. Pero olvidamos que los gobiernos siempre obedecen a mandatos electorales. En este contexto de desafección, se percibe al Estado como una caja negra en la que yo no controlo cómo funcionan las cosas, donde meto dinero y no sé qué pasa ahí, qué prioridades van a ser atendidas, cómo se va a fiscalizar el gasto, etc. Así, aunque a mí me gustaría que todos pagáramos más impuestos y hubiese más para una educación mejor, prefiero que no me toques mi dinero. Una de las claves de los países que han conseguido construir unos estados del bienestar fuertes es que son percibidos como Estados neutrales, transparentes, poco corruptos. Y esto no es casualidad.

"Hay demasiado optimismo al decir que las desigualdades se acabarán corrigiendo"

Habla de cómo conseguir que las clases medias se vean "cada vez más vulnerables ante los nuevos riesgos". ¿Puede estar ahí una clave?

Reflexiono sobre adónde nos dirigimos y surgen dos posibilidades. Una, que esta distancia entre clases medias y bajas siga aumentando, con lo que conviviríamos con esta realidad durante mucho tiempo. Porque hay demasiado optimismo al decir que las desigualdades se acabarán corrigiendo: una de las lecciones que extraemos de Estados Unidos es que es perfectamente sostenible tener un 20% o 30% de la población marginada; es triste pero es así. La otra posibilidad es que este precariado económico se extienda a las clases medias, de forma que los hijos de quienes hoy se perciben como acomodados tengan demandas que no están atendidas, como que no puedan tener los hijos que quieren. Ahí estaríamos en un escenario ante el que se podrían articular otro tipo de mayorías políticas. Esta yo creo que es la gran pregunta: ¿seremos capaces de contener los problemas de desigualdad en la parte más vulnerable de la población o se va a extender a la clase media?

En 2015 publicó 'Los votantes de Podemos: del partido de los indignados al partido de los excluidos'. Ahí define a la formación como "un hijo de la crisis". ¿Cómo ve la evolución de este partido?

Ha habido un proceso de aprendizaje. Podemos sufre un dilema permanente desde su nacimiento: quiere ser un partido contestatario, pero, por otra parte, la heterogeneidad de sus votantes hace que exijan cosas, que gobiernes, que generes resultados. Si eres percibido como alguien incapaz de canalizar estos apoyos en políticas observables, una parte de tus apoyos se van. Así pasó con una parte de su electorado: les vio peleados con todos e incapaces de coaligarse, de conseguir cosas prácticas.

Ciudadanos parece haber apostado por competir con el PP en vez de tratar de ocupar el hueco del PSOE. ¿Le parece acertada esta estrategia?

Hay algo que siempre digo, y es que los partidos invierten mucho más esfuerzo y recursos que nosotros en saber lo que ellos hacen. Dicho esto, creo que a Ciudadanos le ha pasado algo, y esto es una interpretación personal. Con la crisis catalana de otoño entró un tema en la agenda en el que ellos son muy fuertes y lograron acceder al electorado conservador con fuerza. Y eso primero te obliga a atender a un nuevo potencial votante y después te hace entrar competición con el PP. Desde un punto de vista meramente electoral creo que tiene sentido para Ciudadanos invertir mucho en ganar esa batalla con el PP, porque es donde hay más posibilidad de atraer nuevos potenciales votantes, y donde, ante el miedo de que el PP se recupere, más votantes actuales se le van a ir. Las dinámicas a corto plazo hacen que a Ciudadanos le rente competir con el PP.

Al hilo de las opciones electorales: el CIS. ¿Cómo ve la elección de José Félix Tezanos y el reciente cambio metodológico en las encuestas?

El CIS es una institución con un bagaje técnico y humano que es independiente de quién esté al cargo. Y creo que desde la opinión pública se magnifica el papel de la presidencias del CIS en el día a día; a mí me gustaría destacar el papel de la institución. No obstante, a mí me han parecido desacertadas algunas de las últimas decisiones.

"El CIS no solo debe ser imparcial, sino también parecerlo"

Hay una cierta unidad ahí.

Si hay un cambio metodológico como no hacer cocina, entonces no presentes estimaciones de voto. A mí no me gusta que el CIS esté en el negocio de estimar quién va a ganar y quién va a perder. Pero el hecho de que esté contaminada la encuesta por una cocina que no es muy transparente hace que se le cuestione. El CIS no solo debe ser imparcial, sino también parecerlo.

Monereo y Anguita están detrás de una corriente que en algunas cuestiones expresa su cercanía con Salvini, como con el decreto dignidad. Se les ha acusado de blanquear el ultraderechismo de la Liga. ¿Qué le parece?

Es un fenómeno que tiene reverberaciones en Francia o Alemania. Cuando tratábamos de catalogar el nuevo panorama político en Europa, había un hueco en el cuadrante que se quedaba vacío: no encontrábamos izquierda reaccionaria.

Y ya está aquí.

Parece que algunos ven atractivo tratar de colonizar ese hueco. Yo creo que para la izquierda es un camino sin salida. Que la estrategia para recuperar a los votantes perdidos sea recuperar parte del discurso de los partidos más en tus antípodas ideológicas me parece irresponsable y suicida. Tiene poco recorrido electoral, vicia los debates y sirve para blanquear asuntos como los de Italia.