Actores secundarios

Nuestros políticos son actores secundarios y con un papel temporal
Nuestros políticos son actores secundarios y con un papel temporal
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Comienza septiembre y se da por acabado el verano, no solo escolar sino también el político. Comienza, por tanto, un nuevo curso que va a estar marcado por los procesos electorales y por la crisis del proyecto europeo. Ahora bien, yo pienso que el mes de agosto pasado ha sido engañosamente inactivo desde el punto de vista político, pues cuando nos aproximábamos al ecuador de la legislatura se ha producido un giro inesperado del guión, consecuencia del triunfo de la moción de censura. Como resultado de ella se produjo un cambio importante de liderazgo en el Partido Popular. Dicho partido utilizó las primarias para la elección de su presidente. Al analizarlas sorprende, también sucede algo parecido en otros partidos, que todos los candidatos defienden el mismo programa. Lo que te recuerda a un concurso para ver quién puede hacerlo mejor: "Es más mediático, es más joven, es mujer". Cuando lo que se debería propiciar es el debate, mejores argumentos, una revisión y puesta a punto de los valores e ideas de la formación, el necesario proceso de autocrítica sobre lo que no funcionó.

Este último agosto ha sido, por tanto, un mes atípico, pues basta con que recuerden cuanto han oído y leído de algunos temas. A modo de ejemplo les propongo tres. El primero, Cataluña, pues ha seguido siendo un elemento central de la política, dado que el proyecto independentista, entre otras cuestiones, está provocando una profunda división en la sociedad catalana.

Un segundo tema ha sido la inmigración, que vuelve a ser el detonante de ásperas luchas políticas y sociales en Europa, que parece asustada ante una posible invasión africana. Paradójicamente cuando se está produciendo un reflujo en la llegada de refugiados y migrantes, tanto en Alemania como en Italia. Asistimos a una mayor división a causa de las respuestas xenófobas a la cuestión migratoria, las cuales se van imponiendo. Añadamos la impotencia para una verdadera política de acogida y canalización de los flujos migratorios. El populismo xenófobo está ganando espacio en Europa, junto con un mar de fondo que agita las aguas de un discurrir político que debiera ser consecuentemente democrático, y no lo es. Ese mar de fondo es el racismo, del cual nuestras sociedades parece que no se han librado.

En nuestro país, curiosamente en los últimos años apenas se discutió sobre la inmigración. Y ahora parece, por algunos mensajes que hemos leído, que España va a ser invadida. La inmigración no es fácil de solucionar, es uno de los retos mayores del mundo en que vivimos. Pero siento una gran impotencia al leer estas manifestaciones, pues parece que nos atrincheramos en cerrar fronteras, lo que significa condenar a miles de personas a la muerte o al infierno.

El tercer tema, del verano político y mediático, ha sido la retirada de los restos de Franco del Valle de los Caídos. Que puede ser considerado, y de hecho lo ha sido, como un gesto para atraer un voto de izquierda. Lo cierto es que la mayoría de los españoles creen que deben retirarse los restos de Franco para así poder convertirse en un lugar de memoria, de reconciliación de todos los españoles.

Septiembre nos despertó con la cruda realidad de ver cómo crecía el número de parados. El pasado 31 de agosto se batió un triste récord para el mercado laboral en España. Por primera vez en un solo día se destruyeron más de 300.000 puestos de trabajo. Fue viernes, la jornada de la semana donde más puestos de trabajo se dan de baja habitualmente en la Seguridad Social. El saldo neto: 304.642 empleos menos, el récord para una sola jornada. No nos tiene que sorprender, por tanto, que el paro sea considerado el primer problema por los españoles, de acuerdo con el último barómetro del CIS.

Nuevos y viejos problemas que necesitan nuevas soluciones y que nuestros representantes políticos sean capaces de ofrecerlas. Deben saber situarse a la altura de una sociedad que ha cambiado mucho en la última década, en la que ellos son solo actores secundarios y con un papel temporal, ya que son los ciudadanos los que les ponen y les quitan. Para ello deben tener los atributos y los valores que permitan abrir una nueva época. Si ellos no lo hacen, otros lo harán. Aquellos que ofrezcan respuestas, pues hemos de construir entre todos un nuevo futuro.