conflicto israel-palestina

La indignación por los ataques a escuelas y hospitales se convierte en un clamor

Naciones Unidas y la OMS se suman a la condena de los países árabes que presionan a Estados Unidos para detener la guerra tras los últimos bombardeos.

Foto Mauro Scrobogna/LaPresse 04-11-2023 Roma (Italia) - Cronaca - Manifestazione nazionale Fuori l’Italia dalle Guerre - Nella foto: manifestazione dei movimenti politici e sociali contro tutte le guerre chiedendo lo Stop all’invio di armi per la guerra in Ucraina, riconoscimento dello Stato Palestinese, revoca dell’accordo di cooperazione militare tra Italia e Israele, via l’Italia dalla Nato, tagliare le spese militari per finanziare le spese sociali, stop al genocidio a Gaza. November 04, 2023 Rome (Italy)- News - National demonstration Out of Italy from Wars - In the photo: demonstration of political and social movements against all wars asking for the Stop sending weapons for the war in Ukraine, recognition of the Palestinian State, revocation of the military cooperation agreement between Italy and Israel, via the Italy from NATO, cut military spending to finance social spending, stop the genocide in Gaza
Una manifestación en apoyo al pueblo palestino en Roma.
Mauro Scrobogna/LaPresse

Hace solo cuatro semanas, el mundo mostraba su solidaridad con Israel por el brutal atentado terrorista de Hamás que dejaba 1.400 muertos y 240 secuestrados en pleno 'sabbat' y al final de una de sus fiestas más importantes, la Simjat Torá, justo un día después del 50 aniversario de la guerra de Yom Kipur. Apenas un mes después de aquel 'Sábado Negro' del 7 de octubre, las tornas han cambiado y por todo el planeta se suceden las manifestaciones contra Israel por la guerra que, en represalia, ha lanzado sobre Gaza.

Ante la salvajada de Hamás, el Gobierno de Benjamín Netanyahu ha respondido con otra barbaridad: machacando con más de 10.000 bombas la Franja de Gaza, donde viven hacinadas 2,4 millones de personas en una superficie que ocupa algo más que la mitad de la ciudad de Madrid. A tenor de los cálculos de la organización Euro-Med Human Rights Monitor, todos esos proyectiles suman unas 25.000 toneladas de explosivos arrojados sobre Gaza, el doble de la potencia que tuvieron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

A los ataques continuos del Ejército israelí y su bloqueo de la Franja, que solo permite la entrada de una escasa e insuficiente ayuda humanitaria, hay que añadir sus bombardeos alrededor de los hospitales y escuelas donde se refugia la población civil. Unos ataques indiscriminados, como los que tuvieron lugar el viernes y este sábado, que han desatado la indignación no solo entre las naciones árabes y musulmanes que apoyan la causa palestina, sino también en Occidente y en organismos internacionales.

"Con una sola voz, es el deber de los países árabes presionar a la comunidad internacional para detener la guerra en Gaza", reclamó este sábado el rey Abdalá II de Jordania, quien reunió en Amán al responsable de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, con los ministros de Exteriores de su país, Egipto, Catar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Palestina.

"No aceptamos que esto sea defensa propia. No se puede justificar bajo ningún pretexto y no aportará más seguridad a Israel ni paz a la región", declaró el titular jordano de Exteriores, Ayman Safadi, ante la cadena de horrores que se sucede cada día en Gaza. Por su parte, el egipcio, Sameh Shoukry, exigió un alto el fugo "incondicional e inmediato" en su comparecencia conjunta con su homólogo jordano y con Blinken, quien volvió a apelar por las "pausas humanitarias" para ayudar a la sufrida población de Gaza. Pero volvió a rechazar un alto el fuego porque "permitiría a Hamás reagruparse para volver a atacar a Israel".

En su nueva gira intentando mediar en la contienda, Blinken viaja este domingo a Turquía. Su presidente, Reccep Tayip Erdogan, ha llamado a consultas a su embajador en Israel y cortado los contactos con Netanyahu tras las últimas matanzas en Gaza, que han sacudido también a la ONU. "Estoy horrorizado por el ataque sobre un convoy de ambulancias fuera del hospital de Al Shifa", criticó su secretario general, António Guterres, quien pidió una vez más que "el conflicto debe parar". Por su parte, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, se mostró "profundamente conmocionado".

No es para menos: en las últimas horas se han sucedido varias masacres que han dejado decenas de muertos y heridos. El viernes por la tarde, un ataque israelí contra un convoy de cinco ambulancias se saldó con 15 muertos y más de 60 heridos, según avanzó el Ministerio de Salud palestino, controlado por Hamás, y luego confirmó la Media Luna Roja.

Los vehículos habían salido del hospital Al Shifa, el mayor de Gaza, en dirección al paso fronterizo de Rafah para evacuar a un grupo de heridos a Egipto. Pero tuvieron que darse la vuelta porque un misil israelí impactó contra una de ellas a un kilómetro del hospital y luego, a dos metros de su puerta, estalló otro proyectil sobre una segunda ambulancia. El propio Ejército hebreo reconoció la autoría, pero se defendió alegando que en una de las ambulancias iban terroristas de Hamás.

Con los cuerpos mutilados desperdigados por el suelo y entre charcos de sangre, las escenas grabadas por los medios palestinos en la entrada al hospital eran "desgarradoras", como las definió el secretario general de la ONU. Negando la presencia de guerrilleros de Hamás, la Media Luna Roja palestina denuncia que "atacar deliberadamente a equipos médicos constituye una grave violación de la Convención de Ginebra, un crimen de guerra".

Atención a las víctimas

Sin apenas medicinas ni electricidad y al 164% de su capacidad según la OMS, los médicos del hospital Al Shifa se afanaban por atender a los heridos. Alrededor de dicho recinto se cobijan unas 40.000 personas buscando protección sin éxito, al igual que ocurre con los hospitales de Al Quds e Indonesia, también atacados.

En estas cuatro semanas de combates, han caído 150 sanitarios y 57 ambulancias han quedado destruidas, mientras que 16 de los 32 hospitales de Gaza han dejado de funcionar por falta de combustible para alimentar sus generadores eléctricos de emergencia.

Poco después del ataque a Al Shifa, un cañonazo de un tanque sobre la escuela Osama Bin Zayid, al norte de Gaza, se cobraba la vida de 20 personas y hería a otras 30. En dicho colegio también se refugian miles de personas. Igual de horrenda fue otra matanza aún por aclarar, la de un grupo de palestinos que perecieron cuando huían al sur de Gaza por la carretera de Al Rashed. Aunque los medios locales atribuyeron su muerte a un ataque aéreo israelí, un vídeo muestra a las víctimas con lo que parecen ser heridas de bala, algunas en la cabeza. En la batalla del relato que se libra paralela a la guerra, algunas informaciones pro-israelíes apuntan a que fueron tiroteadas por los propios francotiradores de Hamás para que no pudieran escapar.

A la espera de disponer de más información sobre dicho suceso, los ataques hebreos contra centros médicos y escuelas continuaron este sábado. Dos personas fallecieron a las puertas del hospital Al Nasr y en el campo de refugiados de Yabalia, al norte de Gaza, otras 12 perdieron la vida y 54 resultaron heridas en el bombardeo de la escuela Al Fajura, gestionada por la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA, en sus siglas en inglés).

En sus 149 instalaciones en Gaza se cobijan unos 695.000 desplazados que han huido de sus hogares. Pero ni siquiera esta agencia está a salvo, como demuestran sus 47 centros dañados y sus 72 trabajadores fallecidos en solo cuatro semanas, la cifra más alta en tan corto espacio de tiempo.

Con unos 9.500 muertos y 23.500 heridos desde que estalló la guerra, dos tercios son mujeres (2.326) y niños (3.760), según los datos del Ministerio de Salud palestino. Además, bajo los cascotes de los edificios derrumbados se busca a 2.200 desaparecidos, de los que 1.250 son menores. Con tales cifras, Unicef estima que cada día mueren o resultan heridos 420 niños, una sangría que aumenta la indignación internacional tan rápido como suben las bajas colaterales de la guerra.

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