Suecia, el miembro número 32 de la OTAN

El país nórdico se había resistido a entrar a la Alianza para evitar luchar fuera de sus fronteras hasta que se desató la guerra de Ucrania.

Ulf Kristersson, primer ministro de Suecia, durante la cumbre del la OTAN en Lituania hace unos días.
Ulf Kristersson, primer ministro de Suecia, durante la cumbre del la OTAN en Lituania hace unos días.
INTS KALNINS/Reuters

La guerra de Ucrania ha revertido el panorama de neutralidad que vivía Suecia desde hace dos siglos. Durante décadas, el país nórdico había optado por mantenerse en la periferia de la OTAN y los conflictos de Occidente, no para eludir el paraguas protector de la Alianza, sino para evitar luchar en disputas ajenas.

Sin embargo, la invasión de la ex república soviética por Rusia ha reavivado el temor de lo que Moscú es capaz de hacer. Una sensación de inseguridad colectiva que según el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, no se percibía desde la Segunda Guerra Mundial. «Vivimos una realidad nueva y peligrosa», afirmó en mayo el mandatario cuando presentó la solicitud de formar parte de la organización militar.

La formalización del deseo de adhesión no es suficiente, la Alianza debe enviar una invitación que aún mantiene en vilo al país, al igual que a los 31 socios. Pese a que Turquía levantó el veto a la entrada de Estocolmo a la OTAN -que había permanecido vigente durante más de un año bajo la justificación de que Suecia «apoyaba» a los kurdos-, el visto bueno no se hará efectivo hasta octubre.

El ingreso del país escandinavo desplazaría el centro de la defensa del territorio europeo hacia el norte. El Estado ocupa una posición clave en el continente con un espacio aéreo que se extiende 1.600 kilómetros desde el Ártico hasta el sur del Báltico. Además, junto a Finlandia -integrada en abril a la organización- formarían un bastión en el noroeste de Rusia en caso de ataque.

Desde 1810, Estocolmo ostenta una estrategia política y militar de permanecer al margen para velar por su integridad territorial. Aunque en 1995 se vinculó a la Unión Europea, siempre se mantuvo lejos del Tratado de Washington. Una situación que ha dado un vuelco histórico. Casi dos semanas después del inicio de la invasión a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, el Gobierno sueco se resistía aún a romper con sus dos siglos de neutralidad para sumarse a la OTAN. Entonces, el Ejecutivo socialdemócrata desistió de abrir el debate en el Parlamento -mientras que Finlandia ya lo adelantaba- y prefirió continuar con su cultura de defensa, muy activa desde la ocupación rusa de la península de Crimea en 2014.

Voto en el Parlamento

Justo un año después de la negativa, el Parlamento sueco respaldaba el ingreso a la Alianza. Con 269 votos a favor y 37 en contra, el 22 de marzo Suecia allanaba ya el camino para vincularse a la cooperación militar a gran escala. Entonces, solo la izquierda y los Verdes se resistían a la adhesión. Los detractores defendían que la asociación colocaría en riesgo la «democracia». Hakan Svenneling, el portavoz de política exterior del Partido de la Izquierda, explicó que «es problemático unirse a una alianza militar con países que no son democráticos, y donde vemos a diario que la soberanía se está marchitando».

La historia cambió cuando la izquierda cedió el poder a la derecha moderada. El conservador Kristersson, quien accedió al poder en las elecciones de octubre de 2022, marcó un antes y un después para el destino del país en relación con sus lazos con el resto del continente. Una de las primeras tareas del primer ministro fue validar la necesidad de integrarse a la OTAN.

Estocolmo siempre ha estado blindada por una vasta fuerza aérea y marítima. Con una capacidad militar estimada superior a Corea del Norte o Sudáfrica, el Estado cuenta con uno de los ejércitos más modernos del mundo. El presupuesto de defensa de más de 8.600 millones de dólares anuales (unos 7.700 millones de euros) le ha concedido estar entre los treinta primeros países con mayor poderío militar, según el portal especializado Global Firepower (GFP), que publica cada año listas sobre la potencia castrense de más de 140 naciones.

Los países nórdicos cuentan con unas sólidas fuerzas armadas. Estocolmo, además de tener un cuerpo entrenado en ambientes difíciles como el ártico, también posee una gran industria de defensa. Las filas del Ejército se han robustecido desde 2017 debido a las tensiones con Rusia en el mar báltico. Entonces el país recuperó el servicio militar obligatorio después de siete años de haberlo suspendido. El Ejecutivo lo consideró imprescindible para estar preparados militarmente para cualquier contexto. A esa decisión se suma que en enero, el primer ministro anunció que se restablecía el deber civil con el objetivo de llegar a 10.000 nuevos reclutas hasta 2030.

40.000 soldados

Los suecos están viviendo un giro de 180 grados en materia bélica. El Estado se acoraza por todos sus flancos. Suecia ha revertido la forma de manejar sus fuerzas, que había implementado desde el final de la Guerra Fría, cuando redujo el número de sus efectivos. Ahora, casi 40.000 soldados, según el Índice Global de Potencia de Fuego, no bastan para proteger el territorio de alrededor de 530.000 kilómetros cuadrados, indica el Gobierno. También ha visto la necesidad de llamar a sus ciudadanos a realizar labores de apoyo a las autoridades para emergencias o sanidad en caso de alerta.

El cuerpo militar tendrá que estar a disposición del comando conjunto a partir del minuto cero de su adhesión. Algo que aún es debatido entre sus ciudadanos. Hace unos cuatro años, batallar fuera de sus fronteras era algo impensable. Cerca del 70% de la población rechazaba ofrecer sus tropas para guerras ajenas, aunque eso implica también protección en caso de un ataque. El estar fuera del panorama bélico del mundo, desde las guerras napoleónicas, había cubierto de confianza al país. Las buenas relaciones con sus vecinos más próximos, Noruega y Finlandia, habían aportado también a esa sensación de seguridad. Pero el escenario se ha tornado más oscuro desde febrero del año pasado. De los 10.522.000 de habitantes, más del 50% de la población apoya el ingreso a la OTAN. Al menos veinte puntos más de los que estaban a favor en enero. «El no alineamiento militar ha cumplido su misión en Suecia, pero nuestra conclusión es que no nos funcionará en el futuro», resume el Gobierno del país escandinavo la situación de hoy.

La urgencia de entrar a la organización militar se incrementa a medida que avanza la guerra. Con la vinculación de Finlandia, Suecia quedó desconectada en materia de defensa. La única zona gris en el norte de Europa -además de Rusia- sin las garantías de seguridad de la Alianza.

Aunque hay dos caras de la moneda. Por un lado, la adhesión podría disuadir al presidente ruso, Vladímir Putin, de iniciar una acción hostil contra cualquiera de estos territorios a menos de querer enfrentarse también a los demás socios. Pero, por otro, el Kremlin ya ha advertido que la aprobación de esa unión podría desencadenar contramedidas. Incluso amenazó que tanto Estocolmo como Helsinki serían «objetivos legítimos» de las represalias de Moscú una vez sean declarados miembros de la OTAN.

Suecia y Rusia ya mantenían relaciones tensas desde hace varios años. Ambos países no han estado en conflicto desde 1809, cuando la nación escandinava perdió Finlandia ante el imperio ruso. Desde entonces la distancia ha marcado sus lazos diplomáticos. Cuál sea el efecto de sumarse a la organización militar -ya sea de protección o «provocación»-, una vez más la presión de Putin será la que determine el destino de Estocolmo.

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