La huida de Kabul, un infierno

Al menos seis personas murieron este lunes en el caos formado cuando una muchedumbre aterrorizada quiso salir del país por el aeropuerto.

Decenas de personas esperan subidas a un avión y en la pista para intentar huir del país.
Decenas de personas esperan subidas a un avión y en la pista para intentar huir del país.
Wakil Kohsar/AFP

La conquista de Kabul llevó a los talibanes a declarar «el final de la guerra» y el portavoz islamista, Suhail Shaheen, pidió a la población «calma» porque ellos se encargarán de «garantizar la seguridad de las vidas y propiedades». En declaraciones a la cadena BBC, Shaheen insistió en que «no habrá venganza» y reiteró una llamada a la calma que no llegó a los oídos de los miles de afganos que se lanzaron a las pistas del aeropuerto internacional Hamid Karzai con el objetivo de subirse a cualquier aparato que despegara. La desesperación extrema se convirtió en tragedia y al menos seis personas perdieron la vida aunque el Ejército no aclaró si murieron por disparos o víctimas de la estampida. Anoche, los militares abatieron al parecer también a dos civiles armados.

Estados Unidos ha frenado las evacuaciones hasta que pueda garantizar la seguridad del aeropuerto, pero aseguró que su plan es sacar del país en los próximos días a miles de nacionales, trabajadores de la Embajada y sus familias y un grupo de «afganos vulnerables». Con los talibanes al frente de todas las fronteras terrestres, este aeropuerto es la única entrada y salida que no controla la insurgencia.

Los primeros muertos tras el regreso de los talibanes a Kabul no se produjeron en la línea del frente, sino en el aeropuerto. El principal aeródromo de Afganistán, mitad civil, mitad militar, se ha convertido en el símbolo de la caótica retirada liderada por Washington. Las imágenes difundidas en redes sociales de afganos colgando de aviones militares estadounidenses en pleno despegue pasarán a la historia como el adiós a las dos décadas de experimento de EE. UU. en este país. La pista se ha convertido en el último refugio de estos miles de afganos, pero también del embajador británico, Laurie Bristow, que según informó el Channel 4 decidió quedarse para procesar más visados de salida al personal local que ha trabajado para ellos.

«Cuando entraron a la ciudad se hizo el silencio. Las calles se vaciaron y empezamos a escuchar disparos, pero pronto nos dimos cuenta de que eran disparos de celebración. Por la mañana ya hemos empezado a salir con cautela de casa para ir al trabajo y lo que me ha llamado la atención es que no he visto mujeres en las calles, se les ha pedido que permanezcan a la espera de conocer cuáles serán las nuevas normas», relata desde Kabul Modaser Islami, joven activista que, como todo el país, vive momentos de enorme incertidumbre. «Solo pedimos calma, seguridad, amnistía y respeto a las libertades, que las instituciones no dejen de trabajar y que niños y niñas puedan estudiar».

Las demandas de Islami son las de millones de afganos cansados de décadas interminables de conflicto abierto. «Daremos servicio a nuestra nación», fue el mensaje central que el número dos del grupo, el mulá Abdul Ghani Baradar, envió en una grabación de vídeo. Baradar admitió lo «inesperado» del rápido éxito militar talibán. Este mulá es el responsable del aparato político y es uno de los hombres clave del movimiento. La reunión que tuvo hace un año cara a cara con Mike Pompeo, ex secretario de Estado estadounidense, marcó el comienzo del final de la presencia de EE. UU.

Kabul (Afganistán), 16 ago (EFE/EPA).- Miles de personas desesperadas por huir de Afganistán desataron el caos este lunes en el aeropuerto de Kabul, intentando abordar vuelos de repatriación en el primer día del país bajo el control de los talibanes, donde además se ha informado de que se podrían haber producido al menos tres muertos por tiroteos.
EFE

Llegada de los líderes

Mientras los islamistas parece que optan por la paciencia en Kabul a la espera de que se aclare la situación en el aeropuerto y terminen las evacuaciones, en lugares como Kunduz, bajo su poder desde el 8 de agosto, instalaron los primeros puestos de control y comenzaron las visitas cada por casa en busca de funcionarios para advertir que quien no vuelva al trabajo será castigado.

Los cabecillas del grupo comienzan a llegar a la capital del Emirato, en la que la bandera blanca islamista ya ocupa los mástiles donde antes ondeaba la tricolor negra, verde y roja. Uno de los primeros dirigentes en llegar ha sido el mulá Amir Khan Mutaqee, miembro de la shura de gobierno. A falta de conocer la formación del nuevo gobierno, Mohammad Naeem, también portavoz de unos islamistas que, a diferencia de lo que hicieron en 1996, esta vez sí conceden entrevistas a canales internacionales como BBC o Al-Yasira e incluso responden cuestiones vía redes sociales, aseguró que «nuestros hombres tienen la orden de no hacer daño a nadie».

Analistas como Iyad al-Bagdadi destacaron que «los talibanes que nos hemos encontrado tratan de mejorar la imagen que dejaron hace veinte años marcada por las atrocidades. Parece que quieren dar una nueva imagen ante la misma gente a la que oprimieron en el pasado». Mientras entre 1996 y 2001 solo Pakistán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí reconocieron el Emirato, ahora está por ver qué países extranjeros deciden dar este paso. 

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