Las protestas masivas por la investidura de Biden se diluyen

El nuevo presidente de Estados Unidos prepara una traca de ordenes ejecutivas para su primer día de mandato.

Tropas de la Guardia Nacional de Estados Unidos, este lunes por los alrededores del Capitolio de Washington.
Tropas de la Guardia Nacional de Estados Unidos, este lunes por los alrededores del Capitolio de Washington.
JUSTIN LANE/EFE

Washington es un auténtico fuerte. El Capitolio está más fortificado que la embajada de Estados Unidos en Iraq y la capital del país tiene esta semana más tropas que todo Afganistán. ¿Quién querría organizar protestas esta semana? Mejor dejarlo para otro día, con más posibilidades de éxito. Al enemigo hay que cogerlo por sorpresa, como mandan los cánones de guerra. El peligro estos días no vendrá de turbas como las que asaltaron el Día de Reyes el palacio legislativo, sino de lobos solitarios como la mujer fuertemente armada que el sábado fue detenida en un control de seguridad haciéndose pasar por una seguridad de Joe Biden. O el vecino de Virginia detenido con un arsenal en el coche. O el de Nueva York que intentaba organizar una "caravana de patriotas armados" O el joven de 22 años que se paseaba por la ciudad con un arma sin licencia.

Los controles de seguridad establecidos por todo Washington como si fuera el Iraq de la guerra funcionan. En sus redes cae más de un loco peligroso, pero el FBI sabe que por mucho que agudice las antenas de inteligencia bastará con que se le pase uno para que la vida del nuevo presidente corra peligro. No se puede bajar la guardia. Hasta los 25.000 efectivos de la Guardia Nacional desplegados en la capital han sido escrutados con lupa, particularmente después de conocerse el número de conexiones militares que había entre los asaltantes al Capitolio.

La compañía ferroviaria Amtrak ha cancelado trenes procedentes del sur de Washington. El ayuntamiento ha cerrado el National Mall y las estaciones de metro cercanas al Capitolio, la Casa Blanca y otros edificios emblemáticos que están en el punto de mira. Las manifestaciones de este domingo previstas con meses de antelación por todo el país fueron pintorescas pero anecdóticas. A muchos seguidores de Trump no les gusta que se les identifique con los vándalos del Capitolio. Y a los violentos no les quedan ganas de "caer en una trampa», como les dijo en un carta Stewart Rhodes, el fundador de los Oath Keeper (Los Guardianes del Juramento), una milicia antigubernamental, forjada con militares y policías, que se ha dirigido a sus miembros para avisarles de que, por ahora, "esta parte de la batalla ya ha terminado" La guerra continúa.

América unida

Joe Biden no estará a salvo. Su vicepresidenta Kamala Harris, que este lunes renunció oficialmente a su asiento del Senado por California, con la promesa de que "no es un 'adiós', sino un 'hola'», es la primera mujer en ocupar la vicepresidencia de EE. UU., pero podría romper el techo de cristal que Hillary Clinton solo logró resquebrajar si le pasa algo a su jefe. Irónicamente, su elección es el mejor seguro de vida de Biden, porque si hay algo que las milicias de ultraderecha detestarían más que a él es convertir a una afroamericana en presidenta.

El nuevo mandatario, de 77 años, no dispone de mucho tiempo para ganarse al país. Pronto el juicio de 'impeachment' contra Donald Trump en el Senado acaparará la atención mediática y arruinará el mensaje de 'América unida' que ha elegido para su investidura. Esta tarde iluminará el estanque del National Mall y hará sonar las campanas de las iglesias en homenaje a los casi 400.000 muertos por covid que acumula ya el país, un legado mortal que acompañará a su predecesor camino de la base de Andrew. Trump ha ordenado una despedida militar con salva de cañones. Cuando Biden jure el cargo él ya estará volando hacia su mansión de Palm Beach, pero a Biden no le importa el frío de la capital.

En su primer día de gobierno piensa firmar una traca de órdenes ejecutivas con las que deshacer las medidas más ignominiosas de Trump, como el veto a los viajeros musulmanes, la separación familiar en la frontera o la salida de los Acuerdos de París. Antes de que pare la música del primer baile inaugural su equipo mandará al Senado diferentes iniciativas de ley sobre temas tan controvertidos y complejos que suelen requerir años de negociaciones, pero que él quiere completar en sus primeros cien días. Se trata del nuevo paquete de estímulo económico por 1,9 billones de dólares, la reforma migratoria que legalizaría la situación de once millones de indocumentados o la del sistema judicial que condenado desproporcionadamente a los afroamericanos.

Con la urgencia del ahora que reclamaba Martin Luther King, cuyo memorial estaba vacío en la conmemoración anual de este lunes por las fuertes medidas de seguridad, Biden sacudirá furiosamente la herencia letal de Trump y renovará el sueño de Obama. Tendrá que empezar por domar a la covid-19, su reto más inminente. Para ello contempla un plan masivo de pruebas de diagnóstico con el que reabrir colegios y negocios, acelerar la campaña de vacunación y expandir el acceso sanitario, reclutando a farmacias y científicos. El tiempo apremia, el miedo también. La guerra no ha hecho más que empezar.

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