Por
  • Inocencio F. Arias

Tarjeta roja a Trump, debut de Biden

U.S. President Donald Trump tours medical equipment distributor Owens & Minor in Allentown, Pennsylvania, U.S., May 14, 2020. REUTERS/Carlos Barria/File Photo SEARCH BARRIA USA-ELECTION/POSTCARDS
Trump podría ser inhabilitado.
Carlos Barria / Reuters

En España tenemos tendencia a simplificar la política de Estados Unidos y cuando el presidente de aquel país es de derechas la simplificamos negativamente. Con Bush Jr. se convirtió aquí en dogma que había atacado Iraq en contra de la prohibición expresa de la ONU, lo que era falso, e inventándose como excusa lo de las armas de destrucción masiva, lo que no era en buena medida un invento. Con Trump se afirma ahora que es el único presidente de la historia que va a ser inhabilitado dos veces. No es cierto, lo correcto es decir que va a sufrir dos procesos de inhabilitación. El primero de hace un año fracasó: no hubo votos suficientes en el Senado. El actual podría prosperar, aunque es dudoso.

Trump es sin duda carne de inhabilitación por su conducta reciente. No por su discurso ante sus partidarios que luego asaltarían el Congreso cubriendo a Estados Unidos de ridículo -siempre puede decir que no les pidió que invadieran el Capitolio-, sino porque, viendo en directo el bochornoso espectáculo, tardó casi dos horas en salir a la palestra y pedir a los invasores que no siguieran comportándose como cafres y golpistas. Ese retraso es imperdonable. Como dice ‘Los Angeles Times’, los sucesos del 6 de enero van a borrar todos (¿todos?) los logros de su presidencia, la bajada de impuestos, el nombramiento de magistrados importantes, etc.

Pero no es seguro que la inhabilitación prospere, quedando la decisión del Senado para después de que Biden tome posesión. En la Cámara de Representantes, diez republicanos han unido sus votos a los demócratas pidiendo que se proceda contra Trump por «incitación a la rebelión». Los demócratas están rabiosos. Uno de ellos (Moulton) ha manifestado que hay «en estos días más soldados americanos en Washington que en Afganistán, en Asia nos defienden contra el terrorismo, aquí contra nuestro presidente». No obstante, es problemático que unos 17 senadores republicanos, necesarios para alcanzar los dos tercios de los escaños, comulguen con la condena. Alguno muy significado, McConnell, ha manifestado que lo estudiará, pero no se define.

Aunque hay observadores imparciales que estiman que la sanción a Trump sería una buena purga para el Partido Republicano, ningún senador de ese color ha manifestado que vaya a votar la inhabilitación. Hay quien piensa que aumentaría la profunda polarización del país, otros temen que algunos votantes en su circunscripción no lo entenderían -las encuestas dicen que mucha gente considera a Trump responsable del desaguisado pero bastantes más no quieren hacer sangre, que le quitaran el Twitter ha encontrado diversidad de opiniones- e incluso el presidente entrante, Biden, tiene dudas. Sus razones: pretende debutar curando heridas y, además, teme que si el proceso se enreda el Senado no podrá nombrar los altos cargos. Los ministros, los jefes de la CIA, el FBI, embajadores, etc., han de ser examinados y aprobados en el Senado y esta cámara, cuando discute una inhabilitación presidencial, no puede ocuparse de otros asuntos.

Biden es consciente de que el país debería estar unido, lo que no resulta sencillo, la polarización en Estados Unidos es tan fuerte como la nuestra, es un rasgo común a los ‘reinados’ de Trump y Sánchez, y los problemas, como el dinosaurio de Monterroso, están ahí. La pandemia que hace estragos, la recuperación económica, los desafíos internacionales, Irán, Corea del Norte, China, el peligroso ‘hackeo’ ruso… Su partido quiere inhabilitar al odiado Trump y de paso, en caliente, votar que no pueda presentarse nunca más a un cargo público. Esto puede chocar con los planes de Biden, una persona experimentada, moderada. El ala izquierda de su partido ya lo critica por varios nombramientos, y, como vicepresidente que fue con Obama y senador durante décadas, no ignora que al llegar al poder en los cajones de la mesa hay más problemas que soluciones. Toda distracción es fatal, la división del país, de problemática curación, funesta.

Trump se ‘suicidó ‘el 6 de enero, quemó sus posibilidades de volver a las elecciones del 2024; Biden no lo tiene fácil y, no nos engañemos, no podrá cambiar toda la política anterior. El regalo, por ejemplo, que hizo Trump a Marruecos en el tema del Sahara ahí queda.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión