medio ambiente

El infierno enseña sus dientes en Estados Unidos

La meteorología da un leve respiro a los bomberos mientras el país se prepara para lamentar «un número considerable de muertos» por la ola de incendios sin precedentes.

No hay precedentes en la memoria de los bomberos estadounidenses de una cadena de incendios forestales como la que devasta desde hace una semana la costa Oeste del país. Desde la frontera con Canadá hasta la de México, parece que el destino ha querido convertir esta inmensa franja plagada de parques nacionales abiertos a la acción del inmisericorde viento seco, cálido y potente en un infierno. Y lo peor es que éste comienza a abrir sus dientes. Las autoridades contabilizan ya 30 víctimas mortales -algunas fuentes las elevan a medio centenar-, pero la sociedad se prepara para lamentar más, bastante más, un «número considerable de muertos», cuando las llamas pasen, las temperaturas de las zonas afectadas desciendan y los equipos de rescate puedan penetrar en los cientos de miles de hectáreas calcinadas, sobre todo en los Estados de California, Oregón y Washington.

Se trata de una vasta costa donde predomina una vegetación sometida a una larga y pertinaz sequía; ideal para que todo haya ardido como la yesca. Los bomberos hablan de bosques enteros que se inflaman repentinamente como consecuencia del insoportable calor de los incendios. Los troncos alcanzan tal temperatura que simplemente estallan. Otras veces son las nubes de chispas o la inconsistencia de los cortafuegos ante la magnitud de los muros de fuego.

La meteorología ha concedido este fin de semana un leve respiro a los 20.000 bomberos que combaten la catástrofe repartidos por los tres Estados. Ha refrescado algo -hasta ahora el termómetros no bajaba de los 43 grados, especialmente en California- y aumentado la humedad. Pero muchos temen que resulte un espejismo. Todavía hay decenas de grandes incendios descontrolados. La superficie afectada rebasa los 1,4 millones de hectáreas y anoche se mantenía una vigilancia extraordinaria en torno a Portland, escenario de algunos de los disturbios más violentos durante las manifestaciones antirraciales del mes pasado y asomado ahora a las lenguas del infierno. Esta ciudad, junto a San Francisco y Seattle, figuraron el viernes entre las más contaminadas del mundo debido a la ceniza y un humo que incluso pudo olisquearse en el valle del Ebro español, tal es la envergadura del desastre. Sin embargo, sus vecinos pueden considerarse con suerte. Otras urbes como Graham o Malden han desaparecido entre las llamas y barrios enteros también han sido consumidos en Phoenix, mientras en diferentes condados, como el de Fresno, se ha evacuado a toda la población.

«Nos estamos haciendo a la idea de que hay un número considerable de muertos, según lo que sabemos sobre el número de edificios destruidos», ha declarado Andrew Phelps, director de servicios de gestión de emergencias de Oregón, donde hay medio millón de desplazados. La combinación de calor, viento y vegetación seca ha sido tan violentamente agresiva que en tres días han ardido en este Estado las hectáreas (360.000) que pueden calcinarse en todo un año.

Porque lo terrible es que lo peor aún está por llegar. La mayoría de los expertos coincide en que las fuertes tormentas de agosto, con abundantes rayos, sembraron la tierra de llamas con demasiada prontitud. Aliado con el resto de factores, este fenómeno ha hecho reventar temprano una temporada de incendios forestales cuyo pico se produce habitualmente entre octubre y noviembre. Una variación inédita que la gobernadora de Oregón, Kate Brown, atribuye sin dudas al cambio climático. «Me gustaría que los incendios de 2020 fueran solo una anomalía, episodios únicos. Desafortunadamente, son solo precursores del futuro», lamenta. Uno de los más populares negacionistas de este cambio, el presidente Donald Trump, visitará mañana California.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión