Las terrazas devuelven la alegría a París

Tras 80 días de cierre, la hostelería recupera a sus clientes. "Es el regreso de los días felices, de nuestro arte de vivir", se felicita Macron.

Una terraza de París, llena de clientes.
Una terraza de París, llena de clientes.
MOHAMMED BADRA/EFE

Son parte del ADN de la capital y, probablemente, el más parisino de todos los actos. Desde el inicio de la desescalada, habían reabierto los comercios, los niños habían vuelto ya a la escuela, y el tráfico, al que no se le añoraba tanto, también había regresado a las calles. Pero París no sido el mismo hasta que no han vuelto a abrir sus terrazas, donde los franceses desde el pasado martes pueden dar ya el primer sorbo de algo que empieza a parecerse poco a poco a la normalidad.

Después de 80 días de cierre obligado por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, restaurantes, cafés y bares franceses han vuelto a acoger a clientes, muchos de ellos impacientes por recuperar uno de los pequeños grandes placeres cotidianos. Es el "regreso de los días felices -celebraba el presidente Emmanuel Macron-, una parte del espíritu francés, de nuestra cultura y nuestro arte de vivir". Pero la hostelería y la restauración también representan el 7% del PIB del país galo, y los efectos de la pandemia siguen planeando como negros nubarrones sobre el sector.

Esta semana, sin embargo, el sol ha vuelto a brillar en París, y aprovechando los rayos de la tarde, Cleo apuraba una cerveza y golpeaba la mesa con ambas manos. "Somos parisinos, hemos recuperado nuestro territorio. ¡A las terrazas, ciudadanos!", bromeaba exultante la joven, y sus tres amigos, con los que se había reunido después del trabajo en un café del bulevar Bonne Nouvelle y entonaban esta nueva versión post-Covid del himno francés.

En una mesa cercana, una pareja de clientes picoteaba de una tabla de charcutería y charlaba animadamente. Solo las mascarillas de los camareros, y la relativa amplitud de espacio entre las mesas, hacían recordar que la epidemia aún supone una amenaza. Y otro pequeño detalle: no hay turistas.

Una terraza de un bar de París, llena de clientes.
Una terraza de un bar de París, llena de clientes.
CHARLES PLATIAU/Reuters

En la región de París, donde la tasa de infecciones es aún mayor que en el resto del país, el Gobierno solo ha permitido, por el momento, la apertura de las terrazas. "Algo es algo", afirma Maxence, encargado del café Aux Fourreurs, de la calle Faubourg Poissonnière, que ha ampliado la terraza hasta ocupar toda la acera.

A la hora del almuerzo no quedaba una mesa libre, y los camareros se apresuraban a servir platos de tartar de aguacate y de dorada a la plancha. "Hemos tenido que reducir la carta, porque es muy difícil hacer previsiones. Ahora hace sol pero, ¿qué vamos a hacer cuando llueva?", se preguntaba mientras preparaba unas bebidas.

En el interior del establecimiento, todos los trabajadores portaban la mascarilla, tal y como ordena la nueva normativa, lo mismo que los clientes que entran para ir al baño o pagar. Las directrices del Gobierno también obligan a separar las mesas a más de un metro de distancia, lo que limita aún más el aforo, "aunque así se está incluso más a gusto que antes", reconocía una de las comensales.

En "paro temporal"

Pero no todos han visto a los clientes volver en el primer día de reapertura. Un ejemplo de ello es el de Ilias, que el martes tomaba un café a las puertas de Chez Suzette, la crepería en la que trabaja a la espera de recibir comensales. También han ampliado la terraza con permiso del ayuntamiento, pero apenas había servido un par de 'galettes' al mediodía. "A ver por la noche", suspiraba mientras fumaba un cigarrillo. Él es el único de los cuatro empleados que ha retomado el trabajo. Sus compañeros siguen en "paro temporal", el ERTE que el Gobierno galo ha prometido mantener para el sector mientras duren las restricciones.

Con muchas oficinas todavía cerradas y los empleados teletrabajando, las 'formules du midi' -los tradicionales menús del día franceses- tienen menos bocas a las que dirigirse. "Se nota mucho que el centro está más vacío, no hay turistas y las empresas a medio gas", reconoce Julia, del café Le Bouillon, ubicado cerca de la Bolsa de París. Una decena de personas toma el café y Julia saluda con efusividad a un par de habituales: "Detrás de la mascarilla no se ve -admite-, pero tenemos una sonrisa de oreja a oreja por volver a ver a nuestros clientes".

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