El restaurante Plaza Goya de Zaragoza cierra por el bajón de ventas tras la pandemia
Este amplio y céntrico espacio 'multifood' ha registrado en el último año una importante caída de clientes, sobre todo, los fines de semana.
El espacio 'multifood' Plaza Goya de Zaragoza cierra sus puertas. Definitivamente no ha superado las secuelas de la pandemia, que lo dejaron muy tocado, sobre todo, los fines de semana, y sus dueños han decidido echar la persiana.
El domingo fue el último día de actividad de este restaurante ubicado en los bajos de los antiguos cines Goya de la calle San Miguel. Y el lunes tocaba empezar a vaciarlo todo a la espera de los nuevos inquilinos y del uso que se le vaya a dar al espacio en el futuro.
Durante la operación limpieza, Fernando Bermejo, que ha sido el encargado desde que abrió sus puertas en diciembre de 2015, confirmaba que “hasta la crisis sanitaria de la Covid-19 funcionamos bastante bien, pero a partir de ese momento cada año se fue notando una bajada progresiva de clientes que ha hecho inviable seguir trabajando”.
Fernando explica que “la empresa entró en concurso de acreedores y se llevó a cabo un expediente de regulación de empleo para resolver la situación de los trabajadores”. A partir de este momento, los propietarios decidirán cuál es el futuro de este espacio tan grande y céntrico.
Durante la charla con Fernando Bermejo, una pareja china se muestra interesada por conocer las condiciones del traspaso, así que no resultaría extraño que vuelva a abrir sus puertas con el mismo perfil de proyecto hostelero o reconvertido en otro tipo de negocio, pero con alguna familia china al frente.
Cuando abrió en 2015, Plaza Goya se presentó en Zaragoza con una propuesta muy innovadora alrededor de la gastronomía y la restauración. A medio camino entre un mercado gourmet y el formato clásico de restaurante tradicional, el concepto era muy novedoso. Se trataba de un espacio 'multifood' donde convivían argumentos diferentes plasmados en una única carta que buscaba simplificar la elección y convertir una comida o una cena en un recorrido gastronómico cargado de sensaciones.
Había una carta de especialidades japonesas que incluía referencias tan curiosas como cangrejos de cristal en tempura con salsa de ponzu para comer con las manos. También se podían degustar atún rojo macerado en soja y lima, y salmón al gintonic.
De Francia había recetas derivadas del pato como confits y foies, o una buena selección de quesos y quiches. También tenían embutidos, tostadas y cazuelas que miraban a Portugal como el 'roast beef' a la portuguesa con salsa de anchoas, y un espacio más tradicional, con la cocina de siempre, con un amplio surtido de platos que evocaban el recetario de la abuela.
El modelo no llegó a funcionar del todo y unos años después se reconvirtió en restaurante con un aire más tradicional. El mercado gourmet con cocinas del mundo era atractivo, pero a la hora de elegir resultaba un poco lioso alrededor de seis o siete firmas diferentes, cada una con sus productos.
A partir de ese momento la carta se unificó para hablar de un único restaurante, aunque su propuesta seguía siendo muy versátil. En ella encajaron varios menús que se convirtieron en una de sus principales herramientas de trabajo.
Tras la pandemia, Fernando Bermejo llega a la conclusión de que ahora la gente busca, sobre todo, más espacios al aire libre. A ello se une que la calle San Miguel no es una vía que registre demasiada afluencia los fines de semana, circunstancia que ha sido determinante para su cierre.
