Casa Agustín aterriza en Zaragoza y lo celebra por todo lo alto

El restaurante, que abrió sus puertas en los años 70 en Albalate del Arzobispo, en Teruel, inaugura nuevo local en la capital aragonesa, en el número 20 de la calle de la Cadena.

Antonio Miguel Serón, propietario de Casa Agustín, con sus hijos Agustín y David en la puerta del nuevo restaurante abierto en Zaragoza.
Antonio Miguel Serón, propietario de Casa Agustín, con sus hijos Agustín y David en la puerta del nuevo restaurante abierto en Zaragoza.
C. I.

Hace unos meses amenazaban con volver. Y este miércoles, 5 de octubre, cumplían su promesa; y lo hacían por todo lo alto. No en vano, por la inauguración del nuevo local en la capital aragonesa pasaron cientos de personas con motivo de su aterrizaje en la ciudad. El mítico restaurante Casa Agustín, fundado en 1975 en la localidad turolense de Albalate del Arzobispo, ha levantado la persiana del nuevo local en el 20 de la calle de la Cadena, en el zaragozano barrio de la Magdalena. La acogida, admite Antonio Miguel Serón, su propietario, “no podía haber sido mejor. Estoy abrumado, como en una nube”.

A sus 48 años, el hostelero empezó a familiarizarse con la máquina de café con tan solo seis años. “Iba cada día después de la escuela y pasaba la mayor parte del tiempo allí. Mi padre me ponía una caja de fruta boca abajo para que llegase. Me encantaba pasar horas allí con ellos”, relata. De hecho, su padre, Agustín; decidió dejar su carrera como camionero para abrir un pequeño establecimiento en el número 11 de la calle Ronda Pintor Garate, poco después se mudarían al número 4. “El local se había quedado pequeño”, explica.

Agustín apostó por un producto por aquel entonces desconocido en la zona: el marisco. Una apuesta que le hizo convertir el local en parada obligatoria de todo aquel que pasaba por la zona. “Coincidió con la construcción de la central de Andorra, aquello estaba lleno de ingenieros y de gente de toda España que no dudaba en venir a comer a Casa Agustín”, rememora.

Antonio, en el salón de Casa Agustín, en Zaragoza.
Antonio, en el salón de Casa Agustín, en Zaragoza.
C. I.

Antonio cogió las riendas del negocio junto a su mujer, la incansable Teresa Montañés, que se mueve entre los fogones del nuevo local zaragozano como si los hubiera transitado toda la vida. También están sus hijos, Agustín (17) y David (14). “Si Dios quiere, algún día continuarán con el legado familiar, a nosotros nos gustaría”, admite.

La del miércoles fue una velada marcada por la emoción y la ilusión típicas de los nuevos comienzos, eso sí, aderezadas de un sentimiento de pena por haber dejado el lugar en el que han crecido en todos los aspectos. “Al final es una manera de evolucionar. Toca adaptarse a los nuevos tiempos y teníamos ganas de venir a probar suerte a la ciudad”, asevera Antonio, con una profunda ilusión en la mirada. “Al final hemos venido a hacer lo que mejor sabemos hacer, nunca he hecho otra cosa”, admite.

Ambiente en el exterior del nuevo restaurante Casa Agustín en su estreno en Zaragoza.
Ambiente en el exterior del nuevo restaurante Casa Agustín en su estreno en Zaragoza.
C. I.

En un local de dos plantas, con dos salones con capacidad para casi 70 personas, el horario de apertura será de jueves a lunes, siendo martes y miércoles días de descanso semanal. “De momento, desde las 11.00 de la mañana hasta que acabemos”, explica. Mientras no cesan de salir platos de oreja de cocina, uno de sus buques insignia; Antonio explica que el servicio será “exactamente el mismo que hemos dado toda la vida”, marcado por unos ingredientes fundamentales: ilusión, esfuerzo y calidad.

En su carta destacan otros productos como el chuletón de buey, las costillas de Ternasco de Aragón o la paletilla -de hecho, el local cuenta con una zona de brasa-, así como los pescados y mariscos, entre ellos angulas, cigalas, almejas o berberechos. “Aunque a kilómetros de casa, seguiremos apostando por una cocina tradicional de mercado y producto de alta calidad”, señala.

¿Volver?

“Con esta carta os comunico que Casa Agustín cierra sus puertas el próximo mes de septiembre”. Así se despedía Antonio de sus clientes en Albalate del Arzobispo cuando comunicaba su idea de trasladarse a la capital aragonesa. ¿El motivo? Las consecuencias de la crisis sanitaria, el agotamiento, la dificultad de encontrar mano de obra y de dar un buen servicio, como el que los convirtió en parada obligatoria de todo aquel que pasaba por el lugar: “La situación era insostenible”.

Sin embargo, a la pregunta de si se plantea volver algún día a su querido Albalate del Arzobispo, Antonio no descarta la idea. De hecho, el local del emblemático establecimiento permanece intacto. “Por ahora vamos a seguir trabajando, dejándonos la piel, apostando por el buen género y por hacer las cosas lo mejor que sabemos. Queremos que la gente se sienta como en casa. Sobre el futuro, veremos qué pasa”, concluye.

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