Un periplo Erasmus en la Toscana es el origen de un aceite bajoaragonés que, en su primer año de vida, ya ha cosechado un oro en Dubái, donde se celebra una de las ferias más importantes del sector. Se trata de Aiosa, un aceite de oliva virgen extra embotellado en Alloza desde 2020 y que es producido por Javier Esteban Carbonell, un arqueólogo que hace once años puso pie en Italia, donde se familiarizó con la elaboración del producto: «Comencé trabajando en una conocida bodega, y al acabar una temporada surgió la oportunidad de participar en la recogida de la oliva. Ahí, poco a poco, aprendí unos métodos que interioricé y que a día de hoy aplico a la hora de hacer Aiosa y también me fui especializando en aspectos como la poda y la cata».

El aceite que comercializa es un ‘coupage’ de distintas variedades de oliva: royal de Alloza, arbequina, empeltre y verdeña. La primera tirada se redujo a 2.000 botellas numeradas, que este año Javier espera elevar a 2.500. «No me planteo crecer más, creo que así es suficiente, el objetivo es mantener el nivel de calidad que considero que se ha alcanzado», cuenta el turolense, nacido en 1985.

El bisabuelo de Javier ya trabajaba la tierra y producía aceite en Alloza. Él recorre sus pasos y lo hace siguiendo lo que considera «unas buenas prácticas». «Hacemos la recogida con peines eléctricos, sin agitar el árbol, y llevamos el fruto a la almazara en cajas de entre 18 y 20 kilos para evitar que las que están al fondo se prensen. Molemos diariamente y batimos por debajo de los 20 grados, cuando por normativa podríamos hacerlo a una temperatura máxima de 30. Pero quiero hacer un producto perfecto», sentencia el aragonés.

Como resultado, un aceite «mucho más aromático, frutado, que huele a hierba recién cortada y que en boca es amargo y picante».