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Un maridaje a la altura de Baco en el Lillas Pastia de Huesca

Nueve amantes del vino descorcharon botellas por valor de 7.000 euros para acompañar el menú de la trufa.

La ‘alineación inicial’ que regó el menú de trufa en el restaurante.
La ‘alineación inicial’ que regó el menú de trufa en el restaurante.
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Los sumilleres, los guías del vino que sugieren y recomiendan en los restaurantes la botella más acertada para cada menú, no siempre se encuentran con clientes verdaderamente exigentes. Nada que ver con el reto al que se enfrentaron la semana pasada los profesionales del restaurante Lillas Pastia de Huesca, que atendieron a nueve apasionados del vino que acudieron con una serie de botellas de gran valor -en torno a 7.000 euros-. Descorcharon las referencias propias y también las que les aconsejó el personal, que a la postre recibió halagos por parte de los comensales por su «magnífico desempeño».

El equipo de hedonistas lo integraba un zaragozano, tres barceloneses, tres madrileños, un donostiarra y un ilicitano. Eugenio Sáenz, miembro del grupo, explica el acierto a la hora de elegir el Lillas para su última escapada:«Buscamos sitios donde se coma francamente bien y en los que, además, nos den facilidades para abrir botellas. Necesitamos espacios en los poder desplegar toda la parafernalia sin molestar a nadie. Y este fin de semana no es que nos dieran todas las facilidades, nos dieron más». En el restaurante, cuenta este amante del vino, hay «una bodega magnífica».

Tanto les gustó el establecimiento y el reservado que les prepararon que al terminar de comer ya estaban reservando para la cena. «Tiene todo lo que esperamos de un restaurante: cocina de muy alto nivel, en este caso con un menú centrado en la trufa negra, una cocina muy seria y regularidad entre todos los platos, una sala preciosa, y un servicio profesional, cercano y sin caer en el servilismo». Un día atrás, el viernes, disfrutaron de otro restaurante oscense, El Origen.

Entre otras botellas, los enófilos descorcharon un Vega Sicilia del 68, comprado con pesetas y que ahora cuesta unos 2.000 euros. También disfrutaron de las añadas 1962 y 1970 del mismo vino. También paladearon tres Viña Real: 1950, 1954 y 1959. Dos de las botellas lucen 100 puntos Parker.

No es la primera vez que el grupo recala en Aragón. En 2019 cenaron en Montal, en Zaragoza, que tiene «uno de los reservados más bonitos que he visto en mi vida», asegura Sáenz, que entre los vinos aragoneses destaca, entre otros, el Enate Uno.

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