En Aragón hay tres zonas diferenciadas para disfrutar de la micología: los Pirineos, el valle del Ebro, y la cordillera Ibérica desde el Moncayo a las serranías turolenses. En los valles del Pirineo crecen las setas que precisan del suelo de los abetales, como el ‘Lactarius salmonicolor’, ‘Boletus edulis’, ‘Canthallerus cibarius’... Aquí, la setas suelen ocupar laderas y zonas más sombreadas de los barrancos.

Ya en el Parque Natural del Moncayo, así como en puntos del Prepirineo como la sierra de Guara y de Santo Domingo, crecen las setas de los hayedos, como el ‘Hydnum repandum, ‘Russula cyanoxhanta’ o ‘Cortinarius praestans’. Y el carrascal es el hábitat de setas veraniegas, que brotan con las tormentas: ‘Boletus aereus’, ‘Amanita caesarea’ o ‘Tuber melanosporum’.

Pero otras son venenosas y conviene conocer, estas son tres setas a evitar.

Amanita Muscaria. Se llama también ‘matamoscas’ o ‘seta de los enanitos’ y es una de las más venenosas que hay. Produce daños nerviosos e intestinales, así como efectos psicotrópicos. Atrae a las moscas para matarlas con sus toxinas –de ahí le viene su nombre común–. Las propiedades psicoactivas de esta seta son moderadas, pero se amplifican cuando se seca. Agaricus Xanthoderma. Es una seta tóxica que, afortunadamente, advierte de su peligro ya al cocinar: desprende mal olor y proporciona al plato un desagradable sabor. Los síntomas pueden incluir calambres abdominales, náuseas y diarrea; los daños menos comunes incluyen dolor de cabeza, mareos, sudoración y somnolencia. Gymnopilus Spectabilis. Se da en la madera muerta y altera la conciencia, con efectos psicotrópicos que pueden resultar muy dañinos en dosis altas. Contiene el alcaloide psilocibina, con propiedades muy similares al LSD. Se da la circunstancia de que las setas de esta especie que crecen en América tienen más alcaloide que las europeas.Ir al suplemento de gastronomía