Gastronomía

Adiós al menú multirracial

El restaurante Gramadoelas, que dio de comer a los negros de Johannesburgo en pleno 'apartheid', echa el cierre.

Eduan Naudé, fundador y dueño del Gramadoelas
Adiós al menú multirracial
EFE. M.G.

Por entonces hasta dar de comer a un negro era una toma de posición política. El Gramodoelas, un histórico restaurante de Johannesburgo, desafió el 'apartheid' y permitió la entrada a clientes negros. Este viernes es noticia porque este mítico local echa el cierre al expirar la concesión del espacio que ocupaba, en el archiconocido Market Theather, un lugar donde se agrupan los clubes de jazz, las cafeterías y los bares de copas.


En la clausura del local ha pesado mucho la muerte de Brian Shalkof, quien falleció en julio a causa de una brutal paliza durante un asalto a su casa. Su socio y novio, Eduan Naude, que ya tiene más de ochenta años, no tiene demasiados ánimos para seguir atendiendo a la clientela.


El acierto de este restaurante ha sido acoger a sudafricanos de todos los colores de piel, desde Charlize Theron a Nelson Mandela. Fundado en 1967, la casa de comidas vio la luz en tiempos de cambio. A sabiendas de que podían perder su licencia para despachar alcohol, los dueños del Gramodoelas tomaron la determinación por motivos prácticos. Un grupo de políticos estadounidenses, algunos de ellos negros, se presentó a comer. Llamaron por teléfono a una instancia gubernamental de Pretoria para saber qué hacer y como nadie contestaba interpretaron aquel silencio como una forma de asentimiento. Desde entonces el local inició una carrera ascendente, y ante sus manteles comieron ricos y famosos y otros personajes menos conocidos. Entre las estrellas de Hollywood que llegaban a Johannesburgo el Gramodoelas era una parada obligada. Ante sus manteles se sentaron la reina británica Isabel II, los Clinton, David Rockefeller y una deslumbrante Catherine Deneuve que, encantada con la comida panaafricana del restaurante, alguna vez visitó hasta dos veces en el mismo día el Gramodoelas.


El restaurante, que ofrecía platos mestizos y aunaba la influencia de los colonos holandeses y los inmigrantes indios con las tradiciones culinarias de las etnias africanas, era un espacio abigarrado.


Al comensal le era difícil fijar la vista en un solo objeto. En pocos metros se mezclaban un retrato de la famosa cantante Miriam Macheba con lujosas lámparas, arañas de bronces, tapices de colores chillones, calderas de cobre, arcos, flechas y un sinfín de cachivaches. Pese a ese 'horror vacui' de los decoradores, el Gramodoelas exudaba una extraña elegancia, quizá porque su leyenda era demasiado poderosa para que alguien se atreviera a esgrimir cánones de buen gusto. Ahora todo estos objetos, muebles y cubertería han sido subastados y adquiridos por nostálgicos y coleccionistas.


Pese a que a Eduan Naude le hubiera gustado seguir unos años más, los apremios burocráticos le han hecho tirar la toalla. Los nuevos inquilinos no se desharán fácilmente de los viejos aromas a langosta, dados de cocodrilo y filetes de avestruz, algunas de sus especialidades.




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