Los fruticultores aragoneses esperan una cosecha "aceptable", pero temen la falta de mano de obra

Ha habido suficientes horas de frío y han acompañado las lluvias por lo que se estima una producción media que rondará las 600.000 toneladas de fruta de hueso, este año, con mejor calibre.

Ruta por los frutales en flor
La floración se convierte en un espectáculo en los campos de frutales de Aragón
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La explosión de blanco y rosa que tiñe estos días los campos aragoneses anuncia que la campaña de fruta de hueso está cada vez más cerca. Y los agricultores comienzan a echar cuentas, sin dejar de mirar al cielo, eso sí, porque han sido las adversidades climáticas las que llevan marcando la incertidumbre en el sector desde hace tres campañas, en las que los productores vieron primero mermada la cosecha en 2021 y 2022 por el hielo y el granizo, mientras que el año pasado fue la extrema sequía la que, si bien no redujo el volumen de producción, sí provocó un descenso del calibre que complicó la comercialización de melocotones y nectarinas.

Ahora y tras una muy buena floración, el sector mantiene unas "buenas perspectivas". Se estima que habrá una "cosecha bastante aceptable", que rondará las cifras de una producción media, esto es, alrededor de las 600.000 toneladas de fruta de hueso, incluyendo la cereza, a las que habrá que sumar otras 250.000 toneladas de fruta de pepita, a pesar de los problemas que "por el cambio climático" ha presentado la floración de los cultivos de pera conferencia.

Son las previsiones que maneja el secretario provincial de UAGA en Huesca y fruticultor del Bajo Cinca, Óscar Moret, que explica que a pesar de que el invierno no ha parecido muy gélido, los árboles han recibido las horas de frío necesarias, ayudadas también por las nieblas, un fenómeno meteorológico que contribuye a mantener las bajas temperaturas y la humedad. "Es cierto que variedades como la pera conferencia se han resentido y han mostrado peor floración, una circunstancia que creo que tiene mucho que ver con el cambio climático, porque estos cultivos necesitan más tiempo a bajas temperaturas. Es algo que vamos a ver cada vez con más frecuencia", advierte Moret.

Hay también cierta tranquilidad porque las lluvias han acompañado y los embalses han mejorado notablemente sus reservas disponibles. Además, si las lluvias se mantienen durante estos días de Semana Santa tal y como está previsto, "muchos secanos se van a salvar", augura Moret.

A pesar de ello, los fruticultores no pierden de vista el termómetro. Queda todavía casi un mes para que comience la recolección, que se iniciará a finales de abril, o como mucho a comienzos de mayo, con la cosecha de la cereza temprana y en los invernaderos. Como a mediados de mayo se recogerán los albaricoques y los primeros melocotones llegarán a finales de ese mes. Lo último, y que alarga la campaña hasta septiembre y noviembre, será la recolección de la fruta de pepita. Por eso, y hasta que lleguen las primeras fechas en las que los trabajadores entran en el campo, los fruticultores no respiran tranquilos porque cualquier descenso brusco del mercurio podría dar al traste con las buenas previsiones.

Disponibilidad de alojamientos

El sector frutícola es intensivo en mano de obra y con una campaña como la que se espera este año las contrataciones pueden dispararse hasta los 15.000 empleos en los momentos más álgidos de la recolección. Ahí está el problema, reconoce Moret, que asegura que hay preocupación entre los productores porque cada campaña resulta más complicado disponer de personas que quieran trabajar en el campo. "Ya se ve que comienza a faltar gente", explica el secretario provincial de UAGA en Huesca, que explica que, aunque los costes de mano de obra a través de una ETT son elevados (unos 14 euros/hora), cada vez se recurre más a estas empresas de trabajo temporal porque "ellas hacen algo que nosotros aún no somos capaces de hacer, como es concatenar campañas y tener así trabajadores disponibles todo el tiempo", detalla.

"Va a ser una campaña con mucha carga y una mano de obra difícil de encontrar", lamenta Moret, que advierte de los problemas que va a suponer disponer de trabajadores marroquíes, muy habituales en los campos aragoneses. Y es que, al parecer, el impulso que el país africano ha dado a la construcción y remodelación de estadios para acoger en 2030 el Mundial de fútbol al que también aspira España está provocando que la construcción absorba a muchos de aquellos trabajadores que habitualmente el sector emplea durante la campaña frutícola.

De la disponibilidad de alojamientos dependerá también, alerta Moret, la capacidad de los explotaciones para atraer más o menos mano de obra. Porque aunque los problemas de habitabilidad ha mejorado considerablemente en los últimos años, el número de plazas para albergar a todos los temporeros continúa siendo una de las asignaturas pendiente cuando comienza la recolección de la fruta. "Las fincas de entre 30 y 50 hectáreas ya se están buscando la vida y tienen vivienda disponible, pero va a ser imposible que las fincas de más de 500 hectáreas tengan alojamiento para todos sus trabajadores, por lo que tendrán que tirar de ETT. Esto va a ser un handicap, vamos a empezar a robarnos trabajadores de unos a otros", afirma el sindicalista.

"Muchas hectáreas se van a quedar sin asegurar"

Si los fruticultores cruzan los dedos para que no hiele no es solo por la pérdida de producción que las bajas temperaturas provocarían en estos momentos en los cultivos, sino porque en esta campaña "va a haber muchas hectáreas que se van a quedar sin asegurar", advierte el representante de UAGA.

No se debe al desinterés de los productores, sino a los cambios que la entidad aseguradora ha introducido en el seguro de explotación de frutales. Moret explica que los principales escollos de esta cobertura son los topes en los rendimientos y las franquicias. "Tras las actualizaciones de los últimos años, Agroseguro ya no permite que los fruticultores puedan asegurar el 100% de la producción real de las parcelas, y en el caso de explotaciones con una media productiva alta, al haber un tope máximo en el rendimiento productivo, más la aplicación de unas franquicias que en la mayoría de los casos están en torno al 30%, conduce a que en muchas parcelas solo esté asegurada el 50 o 40% de la cosecha", explica Moret.

El representante agrario advierte además que dada la alta siniestralidad que ha sufrido la cereza en la comarca de Calatayud, la entidad aseguradora ha impedido a muchos fruticultores bilbilitanos la contratación del módulo para helada. "Eso significa que si esta primavera se producen hielos que pongan en riesgo la producción en esta zona, los agricultores se quedarán sin ingresos y la rentabilidad de estas explotaciones quedará totalmente comprometida", insiste Moret, que esta convencido de que al seguro agrario hay que darle una vuelta en profundidad. "En eso esta todo el mundo de acuerdo pero nadie lo toca", lamenta.

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