economía

La empresa zaragozana de los guardianes metálicos 'made in Aniñón'

Maproaragón fabrica contenedores para la industria y busca trabajadores para perfiles cualificados como los de soldador con experiencia.

Parte del equipo de Maproaragón, empresa del Metal en Aniñón (Zaragoza).
Parte del equipo de Maproaragón, empresa del Metal en Aniñón (Zaragoza).
Macipe

Maproaragón se fundó hace 23 años en la localidad zaragozana de Aniñón y se dedica a la fabricación de contenedores, a medida o con dimensiones estándar, que posteriormente se dedicarán al transporte, principalmente, de componentes para la automoción, pero que también incluyen, entre otros, sectores como la construcción, el textil, la alimentación, electrodomésticos y las renovables. Su producción anual ronda las 6.000 piezas y la facturación se sitúa cerca de los cuatro millones de euros. En sus instalaciones, que abarcan una superficie de 3.000 metros cuadrados, trabajan de forma estable 26 personas, que llegan a las 40 en algunos picos de demanda.

"En el textil hemos trabajado con Pikolín y Relax, pero la gran mayoría va para el sector del automóvil, para varias marcas de Stellantis, para Mercedes, Gestamp y proveedores de Renault. En estos contenedores se meten las partes que se llevan a las líneas de montaje", especifica José María Lázaro, su jefe comercial. En la primera de las dos naves donde desarrollan su actividad se encuentran tanto las máquinas para tratar el metal y materia prima que llega como como los puestos de caldederos y soldadores; y en la segunda, además de espacio de almacén, cuentan con una cadena de pintado con horno para dar el aspecto definitivo a los soportes.

Una vez terminados, destinados a varios puntos de España, se envían, también de forma directa o través de terceros, a Alemania, Francia y Portugal, en mayor medida, pero también a Holanda, Hungría e incluso a Estados Unidos. "Aunque trabajamos con contenedores ya fabricados, para remodelarlos, reparar o reproducir el mismo modelo, nuestra especialidad es hacerlos desde cero. Recibimos el modelo 3D o una reproducción de la pieza que se va a meter, como un capó o un pilar, y según las dimensiones que quiera el cliente o por cómo la va a sacar un operario o una máquina diseñamos la distribución que va a tener", explica Alberto Torcal, responsable de la oficina técnica.

"Ahora se presta mucha atención a los estándares de ergonomía, para que los operarios no tengan que estirarse, por ejemplo", remarca Torcal. Una vez que han recibido las validaciones pertinentes, hacen un prototipado, para comprobar su apilado, y luego una ‘preserie’, para asegurarse de que se cumplen las medidas y no hay ninguna desviación. Todo este proceso son capaces de hacerlo en un plazo de siete semanas. En la actualidad, el responsable técnico apunta que trabajan en automatizar procesos internos y que también preparan piezas para procesos completamente robotizados.

Raíces en la adaptación

Al recorrer la planta, Lázaro reconoce que "es un orgullo que Mapro dé trabajo a gente del pueblo y la comarca. Y ya hay varios de la segunda generación", presume. Él es uno de los ocho socios fundadores junto a José Miguel Lezcano, Francisca Lázaro, Luis Antonio Perales, Javier Gregorio, Ángel María Becerril, David Mateo y Cristino Sánchez, todos también empleados en la propia compañía. Aunque reconoce que las inversiones en material y maquinaria son constantes, destaca que "lo principal es el capital humano". Y no solo se refiere a la formación: "El ambiente laboral es muy bueno".

Aún con todo, la empresa no escapa a las dificultades de encontrar perfiles en los puestos más críticos, como asume la gerente, Lidia García. "La falta de soldadores cualificados es más pronunciada especialmente ahora. Solemos tener siempre ofertas con puestos disponibles y es difícil cubrirlos", explica García.

Después de 23 años, Lázaro, echa la vista atrás y recuerda que lo que hoy es Maproaragón es el resultado de un proceso de evolución y adaptación en anteriores iniciativas empresariales. "Muchos empezamos haciendo guantes industriales, pero cuando entraron los asiáticos… Cambiamos. Hicimos guantes de moto, piscinas, mochilas… Más tarde hicimos cableado para salpicaderos de coches…", relata como si de una odisea se tratase. De todo ese periplo en diversificación, hoy los ‘guardianes’ metálicos de muchas piezas de la automoción se sueldan en Aniñón.

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