economía

Los trabajadores de Schindler dan luz verde al preacuerdo de indemnizaciones

El cierre de la unidad productiva y las salidas se harán efectivas entre junio y septiembre.

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Imagen de la asamblea de trabajadores de Schindler en el polígono Empresarium.
Heraldo

Por 82 votos a favor, 20 en contra y 4 en blanco, la mayoría de los trabajadores afectados por el despido colectivo de 199 empleados en Schindler han dado este miércoles el ‘sí’ a la última propuesta de la compañía de indemnizar los despidos con 45 días por año trabajado y un tope de 42 mensualidades. Una cantidad que se reducirá a 35 días con un tope de 720 para el periodo trabajado desde el 11 de febrero de 2012 (entrada en vigor de la reforma laboral) hasta el día en que su contrato se rescinda. Asimismo, recibirán una compensación de 6.000 euros brutos los mayores de 50 años y de 2.500 euros los que tengan entre 45 y 49 años. Y se dará también 500 euros a los más veteranos, que iban a acudir a la fiesta anual que Schindler organiza, este año en Madrid, para los que llevan 30 o 25 años en la compañía –los primeros reciben una medalla de oro y los segundos de plata– y que obviamente no iban a acudir al estar despedidos.

Desde el comité de empresa informaron que se creará una comisión de seguimiento del ERE para velar por el cumplimiento de lo acordado, máxime cuando el cierre de la unidad productiva en Zaragoza será progresivo desde el 30 de junio al 30 de septiembre. En todo caso, la compañía se ha comprometido a mantener la relación contractual hasta diciembre con algunos trabajadores hasta que cumplan los 55 años para que puedan acogerse al convenio especial con la Seguridad Social, que posibilita que la empresa responsable del ERE siga cotizando por ellos hasta los 61 años.

Con la votación de este miércoles se cierra un mes y tres días justos de zozobra para más de un centenar de trabajadores ante una "deslocalización" del trabajo hacia Eslovaquia, que sorprendió a muchos, pero que algunos intuyen estaba "incluso hablada". El ‘más vale pájaro en mano que ciento volando’ y el miedo a que la empresa se levantara de la mesa y aplicara el ERE con el mínimo que marca la ley, ya que la reforma laboral le permite hacerlo, se impuso a todo lo demás. Ni se atendieron las pretensiones de 60 días por año trabajado, luego 55, que reivindicó el comité de empresa ni hubo una huelga para mostrar el malestar ni una manifestación. Únicamente dos concentraciones de protesta la semana pasada por la mañana en el centro de la ciudad, coincidiendo con los paros parciales y alguna más anteriormente a las puertas de la fábrica. Tras una jornada maratoniana de 13 horas este pasado martes en la que dirección y comité de empresa estuvieron encerrados en el hotel Hiberus limando el preacuerdo, la plantilla ha ratificado su actuación este miércoles, sin apurar el periodo de consultas del ERE. Hubiera acabado este viernes y de hecho se ha alargado, hasta el martes día 25, pero no para seguir negociando sino para poder revisar el documento del acuerdo antes de que lo firmen las partes.

El pulso por mantener una industria como Giesa que ha estado fabricando ascensores 75 años en Zaragoza se ha perdido.

"Nos queda un sabor agridulce", ha reconocido José Antonio Dieste. "No hemos conseguido evitar que esta unidad productiva se desmantele. Era una decisión firme de Schindler. Lo hemos tenido que asumir y trabajar porque las condiciones de salida fueran buenas. Ahora hay que pasar los papeles a limpio", ha dicho, y crear la comisión de seguimiento para la aplicación del ERE que será progresiva aprovechando los tres meses de verano. "La actividad será prácticamente normal", ha añadido, hasta el 30 de junio. Entonces saldrá casi la mitad de trabajadores afectados por el ERE, 45; 24 más hasta al 30 de julio; y así, otros 10, hasta el 30 de agosto y el resto se marchará antes del 30 de septiembre.

"Es una pena para todos, pero la historia de Giesa se acaba aquí"

Un trago amargo. Eso ha sido este despido colectivo planteado por Schindler. La plantilla de la factoría zaragozana sigue sin entender las razones que han llevado a una empresa con beneficios millonarios a deslocalizar la producción. "No hemos conseguido paralizar el cierre. Una cosa es la política y otra lo que deciden las multinacionales", ha admitido José Antonio Dieste, portavoz de la representación de los trabajadores, que ha agradecido el respaldo de las Cortes de Aragón, del Ayuntamiento de Zaragoza y del consejero de Industria. "Si hemos conseguido estas indemnizaciones es por la presión que han ejercido", ha dicho, ya que en el interno "a un grupo con más de 60.000 trabajadores en el mundo, lo que hagan 119 tiene poca fuerza". Aún así, ha manifestado sentir "pena no solo por nosotros, sino por Zaragoza y por la historia de Giesa que se acaba aquí". No esperaba, ha asegurado Dieste, ver "el final de Giesa", pero ha sido así. Y siempre, ha añadido, "te queda la duda de si podíamos haber conseguido un poco más o perderlo todo" por tensar la cuerda. "Es la duda que queda cuando negocias", ha dicho. «Es difícil saber lo que habría ocurrido».

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