El triste final del tomate diseñado para cogerlo maduro

El catedrático Miguel Calvo cuenta cómo los tomates modificados genéticamente "eran demasiado buenos" y se acabararon retirando del mercado porque las cadenas de distribución están preparadas para transportar estos vegetales cuando aún no están maduros.

Mercado, Compras, Frutería, Frutas, Tomate
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Laura Uranga

En Estados Unidos se cultivaron durante un tiempo tomates transgénicos, pero, según explica el catedrático Miguel Calvo, se acabaron retirando del mercado por dos razones: las presiones de los ecologistas y su gran calidad. "Eran demasiado buenos", apunta el profesor. Habían sido modificados genéticamente para evitar el problema del tomate normal que se encuentra en las grandes superficies: que es insípido, nada que ver con el que se recoge de la huerta madurado en la planta. La razón es que el comercializado a gran escala se recoge verde y duro, se traslada en cámaras frigoríficas y al final lo maduran con etileno.

Pero el tomate transgénico se diseñó para que pudiera recogerse ya maduro de la mata -clave del buen sabor de este vegetal- y durara más, es decir, se inhibió una enzima para evitar que se estropeara con rapidez. "El problema es que las cadenas de distribución están hechas para tomates duros como piedras, y los transgénicos, como estaban maduros, se aplastaban y no eran comercializables".

Otro tema peliagudo es el etiquetado. La Comisión Europea decidió etiquetar los transgénicos que contenían o proteína o gen. Pero cambió la norma y acordó que todo lo que procediera de un transgénico había que etiquetarlo como tal. Así, si la glucosa que se emplea para fabricar refrescos procede de maíz transgénico, debe etiquetarse esa bebida como transgénica.

Consecuencia: el maíz transgénico aragonés no se puede emplear para fabricar glucosa para refrescos porque habría que etiquetarlos como transgénicos, "y a ver qué empresa se atreve", apunta Calvo. Por eso los franceses le venden a Syral (antes Amylum y Campo Ebro), que fabrica almidones y glucosas a partir del maíz, camiones y camiones de este grano, mientras los agricultores del valle del Ebro tienen que vender el suyo transgénico para piensos, que vale menos dinero.

A ello se une la mala fama que, según Calvo interesadamente, ha puesto Francia a lo transgénico. En España se cultiva maíz modificado genéticamente para resistir al taladro. Francia prohibe este cultivo, pero porque no tiene plaga de taladro. Le interesa convencer a los consumidores españoles de que el transgénico es perjudicial, aunque sea falso, apunta el científico. España, que precisa gran cantidad de maíz, se lo compra al país vecino en vez de cultivarlo o importarlo de EE. UU., también transgénico. "Así que Francia está contra el transgénico para meternos por el gaznate, como a las ocas, su maíz convencional y competir deslealmente con EE. UU. y los agricultores aragoneses", sentencia.

(Reportaje publicado el 7 de marzo de 2010 en la edición impresa de Heraldo de Aragón junto a la entrevista titulada "La patata transgénica no acabará en el plato, el arroz dorado sí")

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