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El Alcoraz vive ante el Espanyol su mejor entrada de la temporada y su mejor ambiente

El empate entre del Huesca con los blanquiazules fue seguido por 7.303 espectadores después de que se hubiese corrido el riesgo de tener que jugar a puerta cerrada.

Aficionados de la SD Huesca en el partido con el Espanyol.
Aficionados de la SD Huesca en el partido con el Espanyol.
Verónica Lacasa

El Alcoraz recuperó en el empate a uno con el Espanyol el ambiente de las grandes ocasiones, aquel que se vivió durante la primera temporada en Primera División y que tanto ayudó y empujó al equipo incluso cuando el descenso se convirtió en una realidad. Lejos quedó la atmosfera enrarecida y crítica de anteriores encuentros. La entrada que se registró fue de 7.303 espectadores –de ellos más de mil visitantes–, la mejor de la temporada de largo. La anterior mejor marca eran los 5.434 de la inauguración de la campaña en el 0-2 ante el Tenerife y la media, de 5.021.

Que se alcanzase esa cantidad frente al Espanyol, más allá de la entidad del rival, tiene su significancia atendiendo a todo lo sucedido en los días previos cuando incluso la alcaldesa de Huesca, Lorena Orduna, llegó a apuntar que se corría el riesgo de tener que jugar a puerta cerrada. Las alarmas saltaron el viernes de la semana pasada al conocerse que El Alcoraz no contaba con licencia ambiental y que sobre él existía desde mayo un decreto de cese de actividad no ejecutado. El club no había realizado a tiempo todos los trámites y el Ayuntamiento le apremió para que presentase lo antes posible un proyecto de refundición de todas las licencias parciales para cada uno de los usos de la instalación que sí tiene. Lo hizo el lunes siguiente disipando dudas que desde el Huesca se defendió que nunca había habido.

La masiva afluencia de hinchas pericos se dejó notar ya desde la mañana en la ciudad y también hubo mucha más animación de la habitual en la previa desarrollada en los exteriores de El Alcoraz para la que se había preparado una comida popular.

Al inicio del partido, el ímpetu de los catalanes se hizo notar más. Sin embargo, la afición local fue despertando. La espoleta definitiva fue el penalti con el que se adelantó el Espanyol y que se consideró injusto. Se escucharon cánticos de “sí, se puede”, se jaleó, se apretó al rival y al árbitro, y se aplaudió a los jugadores propios. Valentín, que al ser sustituido salió por la banda contraria, se llevó una ovación de cara sector por el que fue pasando. Al final, el campo se puso en pie para despedir al equipo.

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