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Bakis, cuestión de estado en la SAD

El intento de rehabilitar al fichaje estrella de Cordero y Sanllehí tras la llegada de Víctor en marzo no ha salido bien. La afición ya ha estallado y el problema es de hondura.

Bakis, este domingo en una jugada ante dos defensores del Elche.
Bakis, este domingo en una jugada ante dos defensores del Elche.
Oliver Duch

La bronca, de tamaño extraordinario, que el público zaragocista destinó el domingo a Sinan Bakis cuando fue sustituido en el minuto 68 por Liso a instancias de Víctor Fernández supone un antes y un después en la cronología del delicado asunto que tiene al delantero centro germano-turco como protagonista desde su llegada al Real Zaragoza el pasado verano. 

Fue una explosión espontánea de los 27.000 aficionados que se dieron cita en las gradas para ver el duelo con el Elche que, según reza la jurisprudencia de 92 años de historia, significa una frontera rebasada: la de su paciencia. Cuando el zaragocismo estalla contra algo o alguien es una actitud difícilmente reversible. Mucho más si, como es el caso, se trata de una actitud con aires de unanimidad. En el caso Bakis no hay grupitos, ni tendencias interesadas, ni división de opiniones en virtud de premisas exógenas.

Simplemente, la gente ha estallado. Bakis vino a meter goles, bastantes goles, muchos goles, algunos goles. Pero goles. Y, por hache o por be, en mitad de abril su contador está a cero. Admitiendo el subterfugio de los más de cuatro meses de baja médica que atravesó el ariete por una lesión de rodilla nunca especificada por el club («meniscopatía» se dijo oficialmente, abriendo un campo de millones de hectáreas de posibilidades en cuanto a daños y gravedades que nunca se detalló), el problema más hondo de Bakis no es, aunque lo parezca a bote pronto, su ceguera total ante las porterías contrarias. No es solo eso.

Lo que el zaragocismo reprueba es la falta de calidad, su escasez de rasmia, sus dificultades para mezclar con los demás en el equipo cada vez que ha sido alineado, sus deficiencias en el juego combinativo, en los pases, en los regates, en los controles. Cuestiones básicas en las que nunca ha justificado el alrededor de un millón de euros que cobra por temporada, a razón de tres años de contrato.

O Bakis no está bien físicamente y, por ello, no es capaz de rendir como los diversos vídeos de ‘highlights’ y los resúmenes de su paso el año pasado por el Andorra (con 12 goles de su firma) recogen en imágenes, o definitivamente ha sufrido un episodio de inadaptación a la ciudad, al club, a la presión ambiental de un entidad histórica que tiene la obligación de volver a Primera cuanto antes y, así, ha terminado descarrilando en su ocupación laboral como futbolista profesional.

Si es el primer caso, si su opacada y difuminada lesión todavía lo tiene mermado (en parte, es así), el hecho de que se esté tratando de rehabilitarlo a machamartillo en la recta final de la liga tiene su punto de irresponsabilidad. Buscar la complicidad de los hados de la fortuna para que Bakis hubiese marcado su primer gol en un golpe de suerte o acierto puntual; tenerlo en el campo por si algún árbitro (o VAR) se confunde algún día y le pita un penalti a favor al Zaragoza para que Bakis se estrene desde el punto de los 11 metros; tratar de que el otomano concluya esta tortuosa liga con tres o cuatro dianas que maquillen el fracaso, puede tener un punto de legítimo. Si sale bien, es para brindar con las leyes del destino. Pero si sale mal, mucho más con el equipo metido en serios apuros para mantener la categoría y con riesgo de descenso a Primera RFEF (catástrofe de dimensiones bíblicas si aconteciera), es una decisión que denunciará a posteriori carros y carretas de irreflexión.

Y si se trata de lo segundo, ha llegado la hora de replegar velas y asumir el monumental fiasco de la apuesta y la operación. Bakis, que ha disfrutado de una comprensión exagerada desde la afición zaragocista gracias, entre otras cuestiones, a la mutación del carácter general del talante que tuvo durante mucho más de medio siglo la hinchada blanquilla, ya ha agotado la botella. La última gota la derramó ante el Elche. Nadie desde el club o aledaños va a conseguir rellenar con más condescendencia y mansedumbre el recipiente. Sin goles ni fútbol potable, Bakis está fuera de órbita.

Siete partidos decisivos

Quedan siete partidos decisivos para obrar la permanencia un año más en Segunda División. Y el caso Bakis es ya –si es que no lo era antes– un asunto de estado dentro de la SAD. Se aprovechó, logísticamente, el cambio de entrenador a mitad de marzo para tratar de restituir al jugador. En horas, pasó de estar durante semanas de baja, mermado o fuera de los entrenamientos de Velázquez, a participar de lleno en el primero de Víctor. ¿Coincidencia temporal?

Con Fernández ha recuperado el rol del principio con Fran Escribá: en agosto y septiembre fue titular indiscutible, cuando portaba los galones de estrella y nadie sospechaba el caótico desarrollo de las cosas. Eran días de sueños de éxito y triunfos, con aquellas cinco victorias consecutivas. La llegada de Víctor ha sido un buen momento para buscar su reparación individual desde el club. Pero Bakis no ha respondido en cinco partidos en serie. Insistir más tiende a ser contraproducente.

Si se quiere, la postura tenía algo de razonable por lo delicado de su futuro inmediato. Le restan dos años, a millón por cada uno. Y ese futuro difícilmente estará aquí. Es asunto de solución jeroglífica.

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