Treinta y tres años han pasado desde que Víctor Fernández irrumpiera en el Real Zaragoza -desde el Deportivo Aragón- por primera vez. Era marzo de 1991, cuando, al igual que ahora, también salió al rescate de un equipo en horas bajas. Relevó a Ildo Maneiro en el banquillo y no fue presentado ante los medios, sino que se puso a entrenar desde el primer día.

Sí fue presentado a su regreso, cuando abrió su segunda etapa en 2006. Llegó de la mano de Agapito Iglesias, quien lo anunció y presentó en el mes de junio de ese año, abriendo un ciclo que empezó de forma prometedora (el Real Zaragoza se clasificó para la UEFA) pero terminó mal, puesto que, en la siguiente campaña, Víctor fue cesado y el conjunto maño acabó descendiendo a Segunda División.

Más recientes son las imágenes del inicio de su siguiente etapa, la que fue de 2018 a 2020. En ese último periplo, de entrada, se le encomendó una misión similar a la que ahora asume (rescatar a un equipo muerto futbolística y anímicamente) y terminó por rozar el ascenso en ese curso condicionado por la irrupción de la pandemia de la covid-19 cuando el Zaragoza parecía lanzado hacia la Primera División española.

Te puede interesar

Víctor Fernández rompe a llorar y abandona por dos veces la sala de prensa en su presentación

Opinión: La emoción de Víctor

Su presentación ilusionó a los aficionados zaragocistas de forma similar a la de ahora, pero Fernández se encuentra hoy un Real Zaragoza muy distinto al que dejó. Empezando por los dueños, por ese grupo de empresarios encabezados por Jorge Mas; prosiguiendo por la dirección deportiva, con Juan Carlos Cordero; y acabando por una plantilla que, probablemente, está por debajo del nivel de la que él manejó antes de salir por última vez.