REAL ZARAGOZA

Velázquez y su disyuntiva: insistir en su idea hasta el final o cambiar en Villarreal

Las derrotas en cadena contra el Eibar y el Cartagena y su récord de 14 puntos sumados de 33 le invitan a una revisión. El partido del sábado ante el filial amarillo aclarará su apuesta.

Velázquez, ayer por la tarde en el entrenamiento.
Velázquez, ayer por la tarde en el entrenamiento.
Guillermo Mestre

Julio Velázquez se sabe señalado. Este lunes, en los primeros minutos del entrenamiento con el que abre un nuevo capítulo de su puntual estancia en el Real Zaragoza, camino del 12º partido a su cuenta (el sábado en Villarreal ante el filial amarillo), al castellano se le vio pensativo y meditabundo. Siempre se le ve solo, cierto es, observando al fondo los ejercicios del equipo. Pero en un día de digestión dura, con bicarbonato y agua con gas en la nevera del utillero como era el de ayer (horario de después de comer, para mayor aderezo), todavía se apreció un grado más de introspección y de gesto serio y torcido en el técnico.

Está, por primera vez desde su llegada el 20 de noviembre, en un episodio de dos derrotas consecutivas. Con el agravante de que, en especial tras ser abatido en un partido bisagra clave como era el de Éibar, el equipo ha perdido infinidad de bonus en el posicionamiento a medio plazo en pos de la zona noble. A Velázquez puede estar escapándosele el caballo.

Estamos en un momento de esos que llevan a los entrenadores con intuición a modificar el equipo, a mover el género. En Villarreal, el sábado por la tarde, es posible que el Real Zaragoza presente varios cambios en su once inicial y en sus modales.

Velázquez y sus equipo técnico cavilan a estas horas qué hacer. Es una disyuntiva tradicional, clásica, invariable con el paso de los años y las décadas: ¿seguir con la idea principal hasta el final o cambiar y buscar revulsivos o alternativas que reactiven un equipo escaso de argumentos? Ahí está parado el entrenador.

Salvo el primer día, en el apresurado debut en Albacete que le llovió a Velázquez como llueven siempre estos aterrizajes forzosos a media temporada, el preparador vallisoletano siempre ha iniciado los partidos con un dibujo 5-3-2 en la pizarra blanquilla (con las variables diversas que ello permite según cada rival, discurrir del partido que sea o necesidades de marcador). En Albacete apostó por la continuidad del 4-4-2 que heredó de Escribá y, al caer por 1-0 en uno de esos nefastos partidos de juego plúmbeo que el Real Zaragoza ha ido dejando demasiado a menudo durante lo que va de curso, quedó legitimado para poner su toque, su pincelada novedosa de recién llegado. Ante el Leganés, en el estreno en casa, ya impactó con la defensa de cinco. Y hasta hoy.

La racha de empates y algún triunfo trufado entremedias fue dando aire y sostén a Velázquez para mantener la confianza en ese método. Nunca jugó bonito el Zaragoza. Pocos ratos de cierta potabilidad en el fútbol exhibido quedaron anotados en cuadernos e imágenes de vídeo. Prevaleció el pragmatismo (el día del Andorra fue un ejemplo extremo, que se recordará siempre por su fealdad y rareza) y el resultadismo, algo aceptado por pura necesidad del zaragocismo por llevarse algo a la boca después de más de una década con inmensos tramos de la vida llenos de hambre e inanición.

Ahora, esos argumentos, rodeados de derrotas, pierden todo su fuelle. Quedan inertes. Por eso, Velázquez tiende a verse en la obligación de mutar el equipo. Salvo que su criterio final sea el de la insistencia en su libreto por considerarlo el mejor o el que le permite presumir de una personalidad inquebrantable, pase lo que pase.

Prescindir de un central (Lluís López) y volver a cerrar en defensa con cuatro piezas es el primer paso necesario para desarrollar el resto. A partir de ahí, tendría que introducir, ya sí, un lateral izquierdo puro (Lecoeuche debería estar apto después de tanto tiempo ausente y con solo la fallida reaparición fugaz como titular en Elda).

Mollejo, el postizo, volvería a la zona delantera, donde ante el Cartagena fue ave de paso en el alboroto de la segunda parte. Y, del banquillo a la hierba, sería comprensible ver de inicio el tránsito de piezas como Grau, Manu Vallejo, Valera, quien sabe si Bakis... En cinco días, se verá la cuál es la decisión de Velázquez.

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